XXXVII. A donde me lleve la corriente

764 33 23
                                    

XXXVII.          A donde me lleve la corriente

La corriente me comienza a llevar hacia un lado lentamente, lejos de los zombies que me están esperando al borde del muelle.  Sin embargo, también me aleja muy lentamente de mi objetivo.  Tengo aún un par de horas antes de que sea media noche.  Eso quiere decir que el velero pasará por aquí pronto.  No sé exáctamente en cuánto tiempo, pero sé que no falta mucho.

Me saco la casaca y la dejo a un lado.  No solo está manchada de sangre, sino además rasgada por el impacto del disparo.  Ya no la volveré a usar nunca más.  Una pena.  Era buena.  O lo había sido, por lo menos.  La botaría del bote al mar para que no me quite espacio.  Y para que no me recuerde de lo serio de mi situación, pero eso sería poco prudente.   En  los  bolsillos de esa casaca tengo varias cosas que voy a necesitar luego... Si es que sobrevivo a todo esto.

Considero quitarme parte del resto de la ropa que estoy vistiendo, pero creo que no me conviene.  Buena parte se ha quemado con el disparo y se que pegado a mi piel.  O a lo que queda de ella, por lo menos.  Para sacarme la ropa tendría que arrancarme partes de piel y no creo que eso vaya a ser bueno.  Aún así debo vendarme la herida.  

Abro uno de los dos maletines negros que había dejado aquí el sobreviviente.  En uno de ellos hay ropa.  Saco una camisa y la uso para vendarme.  Es un trabajo imperfecto, pero me dará un poco más de tiempo.  Con suerte aguantaré hasta que pase el velero.  Y con más suerte me verán y me subirán a bordo.  Por lo menos ya no estoy perdiendo tanta sangre.  Ojalá no haya perdido demasiada.

Escucho otra explosión a lo lejos y esta vez ni siquiera levanto la mirada.  Ya no me interesa.  Tengo otras cosas en la cabeza.  Mi lista de prioridades ha variado desde la última explosión que escuché.

Con la venda en su lugar hago un esfuerzo por sentarme en el tablón transversal y me dispongo a remar un poco más.  Debo hacer ese esfuerzo o todo habrá sido por gusto.

Doy un impulso y el dolor me hace soltar el remo.  Es más de lo que estoy dispuesto a tolerar.  Lágrimas saltan a mis ojos.  Presiono los dientes y reprimo un grito.  Me arde toda la parte derecha de mi torso.  Me arde y me pica y me duele.  Y si me quedo quieto me deja de doler.  Así que me dejo de mover y miro a la ciudad de Lima desde donde estoy.  La verdad es que si uno olvida que está plagada de muertos vivientes y humanos en guerra, es un espectáculo fenomenal.  Me podría quedar observándolo todo lo que me queda de vida.

Que si no hago nada pronto, serán unos pocos minutos.  Así que cierro los ojos y me armo de valor.  Cojo los remos y doy un nuevo impulso.

Esta vez no puedo reprimir el grito.  El dolor es demasiado.

De todas maneras si zombies me escuchan, no podrán llegar a mí porque no saben nadar.  Así que remo otra vez y grito de dolor nuevamente.  La tercera vez es demasiado y me desmayo.

En el momento mismo previo a perder el conocimiento mi mente se pone lúcida por menos de un segundo.  Sé que desmayarme en ese momento es fatal.  Que la herida me ha hecho perder demasiada sangre y que si pierdo el conocimiento es posible que nunca más despierte.  Pero ya no me importa.  Si  eso  es  lo  que cuesta que ese aplastante dolor me deje en paz, estoy dispuesto a pagarlo.  Así de fuerte es.

Pero no todo está perdido.  Si tengo suerte, en pocos minutos pasará el velero.  Y si tengo un poco más de suerte, me verán aquí y me recogerán.  Hoy es noche de luna llena y eso ilumina el mar un poco.  La probabilidad de que me vean a una distancia razonable es buena.  Me recogerán y me subirán a bordo.  Ahí me aplicarán primeros auxilios y luego me llevarán a casa.  En unas horas me tratará un doctor.  Uno de los médicos o enfermeras o curanderos que tenemos.  Quizás hasta me darán una transfusión de sangre.  Con eso solo será cuestión de descansar antes de que esté de nuevo parado y operativo.

Pero eso era si el velero me ve, si consideran prudente recogerme, si alguien a bordo sabe aplicar primeros auxilios y si sobrevivo todo el tiempo que demora el camino de regreso.  Son muchos condicionales y no me gusta cómo se ve eso.

No obstante, no hay mucho más que pueda hacer al respecto.  El dolor es demasiado fuerte como para seguir remando.  Y ya estoy aquí.  Lo único que me queda es esperar a que las cosas salgan bien.  Que me vean.  Que haya alguien que me pueda tratar hasta llegar a casa.  Que sobreviva al incidente.  

No me queda otra cosa que mantener la esperanza y esperar lo mejor.  Más no puedo hacer.

El fin

Requiem por LimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora