Capítulo 100

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Oliver, no lo podía creer, había ido hacia la casa de Amber con la intención de sincerarse, y ya tenía su respuesta sin siquiera haber hablado con ella.

No podía hacer más que repetir en su mente aquella escena.

La besó, se besaron, intercambiaron saliva, él chocó sus labios con los de ella.

Ver aquella escena le revolvió el estómago y de tan solo recordarla sintió un nudo oprimir su pecho, su pulso se aceleraba con cada minuto a causa de la rabia contenida, sus manos se volvieron puños, sus ojos parecían destellar llamas, en un acto involuntario su puño fue a parar a la pared que tenia a un lado, pequeñas gotas de sangres comenzaron a brotar de sus ahora, lastimado nudillos.

Una risa rota brotó de su garganta, le parecía irónico, pues una hora atrás se había convencido de ir hacia la casa de Amber a confesar de una vez por todas, y sin vueltas, lo que sentía por ella, obviamente jamás espero que al llegar se encontraría con tal escena.

No le hubiera importado ser rechazado, pues al menos así sabría que se esforzó hasta el último minuto, pero ¿De qué valía hacerlo ahora? Si ya sabía de antemano cual sería el resultado.

La cabeza le dolía, y su corazón parecía pesar dentro de su pecho, decidió por sí mismo que lo mejor sería pegarse una ducha y luego dejarse llevar por el sueño, pues en ese estado solo lograría hacer una locura.

Con eso en mente y luego de sentir un revoltijo de culpa al haber ignorado la primer llamada de Amber, apago su móvil e ingreso al baño.

******

La mañana había llegado, los primeros rayos de sol se colaron por la ventana impactando justo en su rostro logrando que salga de un agradable sueño donde él tomaba la mano y besaba los dulces labios de su amada.

Se levanto de la cama e inicio su rutina de todos los días, le esperaba un largo día, pues no solo debía enfrentarse a su primo, sino asimismo, y a la chica que ocupaba sus pensamientos.

Antes de que logrará salir de su casa el timbre había comenzado a sonar, una parte de él tenía la loca ilusión de que detrás de la puerta esté la castaña rompe corazones, pero solo se encontró con la rubia que arruinó su vida.

-¿Qué haces aquí? -pregunto Oliver con seriedad.

-¿Puedo pasar? -respondió Anna, con otra pregunta.

-No -dijo él con firmeza -. Reitero, ¿Qué haces aquí?

-Solo he venido a disculparme. -dijo ella con sinceridad. Mientras observaba sus manos o algún punto inexistente.

-¿Qué? -preguntó desentendido.

Anna, era la clase de persona que creía con firmeza que pedir disculpas "Es humillarse", por lo que escucharla decir aquello le sorprendió de sobremanera, pues en el tiempo que había pasado a su lado aprendió que sobre todas las cosas su orgullo siempre ganaba.

-No me hagas repetirlo, es humillante -murmuró -. Se que estuve mal, que nada de lo que diga podrá justificar mi comportamiento, pero quiero que sepas que yo realmente te quise, y que nunca fue mi deseo hacerte ni el más mínimo daño, creí que si pasabas tiempo a mi lado, podrías llegar a quererme tan solo un poco, pero me equivoque, y lo reconozco. -dijo ella con visible culpa.

Oliver solo la observo, aún seguía sin creer del todo lo que estaba presenciando, se preguntaba cual fue la razón de su notable cambio, y qué la había llevado a actuar de tal forma. Luego de soltar un audible suspiro, decidió hablar.

-Mira, es verdad, no hay justificación alguna para tal comportamiento, pero... Te perdono, sé con seguridad que las personas a veces actuamos de forma equivocada ante lo que no sabemos controlar y si en el medio está involucrado el amor, créeme, cometemos muchos errores, pero de ellos se aprende, y... Anna, yo no te amo, no importa lo que hagas, ni lo que digas, eso nunca cambiará, porque tú sabes muy bien a quien amo de verdad, y.. No importa si ella no se siente de la misma manera, yo la seguiré amando, aunque sea en silencio.

Hola, Extraño.Where stories live. Discover now