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Ricardo no hablaba y sólo movía las manos frenéticamente. Es una especie de zombie que en lugar de devorar cerebros, devora letras. Tiene una capacidad asombrosa para concentrarse en los documentos que tiene enfrente. Estaba asombrada. Hasta el momento lo había escuchado hablar como erudito, pero era la primera vez que lo veía consumir información como si se tratara de un disco duro. Iba a decirle el chiste ese de que no viera tan fuerte las palabras porque acabaría borrándolas, pero me contuve.

En su lugar, hice un recuento de lo que sabía de él, creo que son pocas cosas. El primer día que lo seguí en tuiter, mencionó claramente que su padre, borracho, lo había ignorado. Entonces, Magda, me dije, sufre del mismo mal familiar que Lobo.

Algo más sabía. Su tío era el comandante de la policía municipal. Eso se oye muy cachondo, aunque en realidad no lo es tanto. Hay tres patrullas municipales, Tsurus de hace como cincuenta años, y en un estado de vergüenza. Una pick up destartalada que tiene borradas las insignias municipales y cuya defensa trasera está amarrada con alambre a la batea. Rebeca me contó aquel día que ese tío es el hermano de su papá, y que se sentía responsable por su sobrino. Fue el tío quien le consiguió las citas para becarlo, conociendo el potencial académico de mi amigo.

En su página del coven virtual anotó que su propósito en la vida era ser un científico de la naturaleza.

Como ya dije, parece el más pobre de mis amigos y el que posee rasgos indígenas claros. Supongo que el pequeño tamaño obedece a mala alimentación en su niñez, porque además tiene manchas blancas en la cara. Tal vez por eso come de forma desaforada cuando Lobo invita.

Es curioso, hasta hace algunas semanas todo esto que escribí en el párrafo de arriba me hubiera parecido algo malo o le hubiera tenido lástima. Hoy sé que este tipo es alguien que ha hecho cosas que yo no, y que seguro logrará sus objetivos. Me siento absolutamente honrada de ser su amiga.

Me dieron ganas de abrazarlo y no me contuve. Cuando lo hice, distrajo su mirada y volteó a verme con una sonrisa linda. (Me encanta que mis nuevos amigos sonrían por todo). ¿Qué sucede?, preguntó realmente intrigado. Nada, le contesté, que ahora me doy cuenta que estoy queriéndolos poco a poco. Por respuesta, arqueó las cejas y continuó con su lectura. ¡Me encanta este tipo!

Estábamos en la biblioteca municipal Julián Díaz con la consigna de hallar algunos datos del pasado del municipio, y no podía creer lo que veía. Frente a Ricardo cinco libros abiertos, tres en primera fila, y otros dos en la siguiente. No los leía al mismo tiempo, claro. Tenía los ojos dirigidos al libro central de la primera fila, pero de cuando en cuando movía su cabeza, encontraba el libro que buscaba, movía páginas desaforadamente y consultaba alguna cita, escribía no sé qué en una libreta de secretaria y regresaba al libro central. Im-pre-sio-nan-te. A este tipo le gusta y se le da eso de la estudiada.

Hacía rato que yo estaba harta de los libros, porque no sabía qué buscar ni por dónde. Ricardo tenía todo eso cubierto. Saqué la computadora y el módem para revisar las escuelas que papá me había propuesto. Llevaba un rato en eso cuando Ricardo distrajo mi atención. Aquí, me dijo, aquí; no encuentro nada más.

Dirigí la mirada al libro que me señalaba y leí en voz alta la frase que había escogido: "...no hay forma de comprobar la aseveración de Bernáldez de que el poblado ahora conocido por el Cerro del Chapulín fuera en aquellos días centro religioso. Empero, eso aclararía el por qué no fue, sino hasta el reciente tiempo del siglo XVII, lugar habitado por naturales y españoles..."

¿Ah? No entiendo ni madres, Ricardo, ¿eso qué significa?

Ricardo no volteó a verme, escribió algo en su libreta mientras me decía: que a lo mejor este pueblo no estuvo habitado en épocas prehispánicas porque su función era meramente religiosa.

Magdalena Salvatierra y el coven del Tecolote.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora