Post 6

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Llegué al cerro a la hora que convine con Nélida, por la tarde, faltando casi una hora para que anocheciera. Es sábado y no fueron a la escuela, así que por primera vez los vi sin el uniforme. Me hallaba de buen humor luego de mis días anteriores y fue un detalle a su favor que los cuatro estuvieran de acuerdo en esperarme. Después de todo, ellos se conocen desde hace tiempo y no necesitan tanto de una amiga nueva como yo.

Quedamos de vernos en la entrada de la mina. Esta vez no tuve problemas para descender, había suficiente luz. Hallé la bajada y en un dos por tres estaba a un costado de la barranca. De haber conocido el acceso antes no me hubiera caído tan zonzamente.

Nélida me pidió que fuera preparada para estar un rato por la noche, así que esta vez en mi mochila sólo iban una linterna y un suéter extra al que llevaba puesto. La chamarra atada a la cintura.

Debo aclarar, aunque sea obvio porque seguí escribiendo mis posts, que por algún milagro no le pasó nada a la computadora en aquella caída. Esta vez decidí dejarla en casa, la buena suerte no puede durar para siempre, ¿no?

Fui la segunda en llegar. Rebeca ya estaba en el lugar y la identifiqué. Niña linda, piel y cabellos un poco claros con respecto a la mayoría de la gente de aquí. Tiene ojos verdes, aunque pasan desapercibidos un poco por el tono de su piel. Sin embargo, su vestimenta es muy similar, sin grandes posibilidades de estar a la moda.

Tan pronto llegué me dio un abrazo efusivo, como si nos conociéramos de antes. Pareció no darle importancia al hecho de que jamás respondí su correo.

Traté de preguntar de qué trataba la dichosa prueba, pero no me dio oportunidad. Comenzó a hablar como loca, el día había estado muy bonito, me preguntó si había sentido el cambio en la dirección del viento, lo que significaba que se acercaba  otra estación, que si me gustaban las Spice girls (¿esta niña vive en los noventa o qué?), que cuál era mi página de Internet favorita y cosas por el estilo.

A pesar de hacer preguntas directas no esperaba las respuestas, que de todas formas no habría tenido de mi parte. En cambio pasaba de un tema a otro sin ninguna consideración. Casi la interrumpo para decirle que no estaba muy segura con aquello de la prueba, que si no me decían cosas pronto me iba a largar. Pero no fue necesario. Ricardo y Lobo llegaron por el otro lado del cerro, el lado por el que aún no he bajado.

Antes de las presentaciones, Lobo estiró la mano a modo de saludo y me jaló para darme un beso en la mejilla. De inmediato pensé que esa era una actitud citadina, pero no dije nada porque algunas de las cosas que he pensado de esta gente han resultado erróneas.

La prueba no es peligrosa, Magda, me dijo Lobo con voz agria, no estamos interesados en joder a la gente, mucho menos en hacer cosas estúpidas o cometer crímenes. Fue cuando Ricardo tomó su turno de darme un beso.

Rebeca hizo las presentaciones, pero eran innecesarias. De inmediato supe que el chico con vello facial, cabello largo y colores ocres en su vestimenta era Lobo. De igual forma supe que Ricardo era el menos alto de todos, el de piel más oscura, que solía mirar al piso y guardar largos silencios. De Lobo supe, sin que nadie me lo dijera, que era capaz de hacer proezas físicas, tenía el tipo del valemadrista que hace justamente lo que no debe. De Ricardo intuí que ese silencio escondía algunas habilidades mentales, aunque no puedo precisar cuáles. Pero esas son sólo apreciaciones sin fundamento, y Rebeca no usó esas palabras para describirlos.

Ricardo tomó la palabra, tiene voz tranquila que contrasta con un nerviosismo aparente de sus manos, como si su cerebro se dedicara a pensar y no a controlar su cuerpo. Dijo que su único interés como grupo era estar en contacto con la naturaleza, como lo habían hecho algunos antepasados, pero nada macabro ni peligroso. No buscamos la droga o el alcohol como vías para lograr los objetivos, tampoco realizamos sacrificios o bebemos sangre ni nada por el estilo.

Magdalena Salvatierra y el coven del Tecolote.Where stories live. Discover now