CAPÍTULO 33.

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CAPÍTULO 33.

Narra Irene.

Apenas pude permitirme una exclamación de sorpresa, ya que, la forma tan brusca que tuvo Hugo de agarrarme me aplastó el estómago llevándose consigo el aire que retenía en los pulmones.

En un extraño momento de lucidez busqué a Mackenzie pero su cabellera rubia ya era una mancha más entre la marea de adolescentes.

Bueno, Irene, centremonos.

Desplacé la vista hasta Hugo y sentí como el corazón se me encogía con aprensión. Pero, ¿qué estaba ocurriendo aquí?

Entrecerré los ojos hacia él.

¿Y por qué tenía una mano marcada en la mejilla?

Pataleé un poco.

—Hugo, bájame. —Murmuré con voz débil.

El chico pareció despertar ya que frenó en seco, provocando que casi nos golpeásemos con una esquina.

Aprovechando el momento de distracción, desenrollé sus manos de mi cintura y salté para quedarme en pie por mí misma.

—¿Qué ocurre? —Llevé un mechón tras mi oreja y ladeé la cabeza.

Hugo frunció los labios y comenzó a tirarse frenéticamente de las falanges provocando un desagradable sonido.

Me organicé mentalmente y sobrepuse a mi malestar la contención del chico.

Le tomé por las manos con nerviosismo, acabando finalmente con aquel desagradable crujido.

—¿Hugo? Tranquilo.

Por primera vez, en aquel extraño lapso de tiempo que desafíaba los regímenes de la vida normal, hizo contacto visual conmigo.

Cerró los ojos un segundo antes de abrirlos y enfocarlos en mí. Las manos que aún mantenía entre las mías cobraron vida y se entrelazaron.

Le miré expectante con el corazón rebotándome en el pecho.

—Lo siento.

Parpadeé sorprendida sin saber que decir, por lo que mis labios se abrieron y cerraron sin que ninguna palabra reluciese entre medias.

Pero Hugo seguía sosteniendo fuertemente mis manos entre las suyas.

—Soy gilipollas.

Sonreí.

—Dime algo que no sepa — comenté riendo entre dientes.

Hugo clavó los ojos en mí con tanta intensidad que algo en dentro del pecho se sacudió con tanta fuerza que no pude desenredar mis pensamientos.

Sin embargo ladeó la cabeza con una mueca que aspiraba a convertirse en mariposa.

—¿Puedo hacer una cosa?

—Hugo, quieres decirme que te ocurre, por favor.

Me acarició el cabellos despertando raros hormigueos bajo la piel.

—Voy a hacer algo con lo que llevo obsesionado durante meses.

Fruncí las cejas e iba a replicar cuando algo suave y húmedo se presionó contra mi boca.

Oh.

Hugo me estaba besando, ¡me estaba besando!

Abrí los ojos impactada sintiendo decenas de pequeñas emociones florecer en mí.

Continué el beso sin saber el porqué de aquella situación, pero dejándome llevar por lo que aquel cabeza hueca me hacía sentir.

Narra Hugo.

Cuando me separé de ella no sabía muy bien lo que decir.

La cosa era así, había encontrado a mi admiradora secreta.

¡Por fin!

Y resultó ser la chica tímida que escondía su personalidad que sólo salía de vez en cuando con su mejor amigo gay.

Irene clavó los ojos en mí y se pasó un dedo por la comisura de sus labios como si no terminara de creerse lo que pasaba.

—¿Y bien?

Los labios de la chica, los que acaba de probar, se abrieron y para mi sorpresa soltó una carcajada.

La miré confuso.

—¿Qué ocurre?

Irene se agarró el estómago y me miró intentando contener la risa, pero esta volvió a desbordarla en una nueva marea de carcajadas.

Las chicas son extrañas.

—¿Tan mal beso?

La chica alzó bruscamente la cabeza y se limpió las lágrimas producidas por su inesperado arrebato de risa.

Como respuesta me rodeó el cuello con los brazos y balanceándose sobre la punta de sus deportivas depositó un sonoro beso de pleno.

Cuando se alejó volvió a reír, aunque estaba vez en intervalos más controlados.

Me rasqué la nuca sin saber muy bien que decir, aunque había que reconocer que no me había fijado lo guapa que estaban las chicas al reír.

A pesar de que la sonrisa le arrugase los ojos y las mejillas.

—¿Entonces no beso mal?

Ella negó rápidamente con la cabeza haciendo volar su cabellera castaña en todas las direcciones posibles.

—Descuida, no tengo a nadie con quien compararte.

Oh.. ¿Eso era un cumplido?

—¿Gracias?

La chica avanzó dos impertérritos pasos hacia mí y elevó los brazos por encima de la cintura. Elevó el labio inferior sobre el superior en un puchero.

—¿Vamos a clase?

Me tendió la mano con una expresión tan dulce que algo me pellizcó en el pecho.

—Vamos.

Acepté la mano y tal vez, una nueva etapa.

•••••

Aunque tardes dos minutos en leerlo yo no tardé eso en escribirlo...

Me voy súper, súper, súper, rápido porque tengo un 5% de batería.

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Prim ♥♥




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