CAPÍTULO 45 (Parte 2)

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CAPÍTULO 45.

  “Empieza por el principio - dijo el Rey con gravedad - y sigue hasta llegar al final; allí te paras.” -Alicia en el País de las Maravillas.   

Narra Mackenzie.

—Ni se te ocurra dar un paso más – amenacé sosteniendo el cucurucho semi derretido entre mis dedos.

Marc me miró con las cejas alzadas y los dientes trabados en su labio inferior, en una mueca injustamente adorable.

—¿Por qué no?

Arqueé mis propias cejas escéptica.

—Podrás acercarte cuando te laves las manos con alcohol y desinfectante — bufé al tiempo que me cruzaba de brazos.

La cita estaba resultando irrealmente encantadora hasta que apareció aquella turista con el perro. No podía creerme como había tonteado sin ningún tipo de reparo con Marc; encima él se había encargado de manosear a su asqueroso... perro.

¡Y ahora pretendía tocarme con las mismas manos!

Lo tenía más que claro, ni loca me dejaba. Por eso le estaba amenazando con embadurnarle el rostro con mi helado de vainilla si se atrevía a acercarse a mí. Algo que intentaba hacer desde hacía más de cinco minutos en los que seguía dándole evasivas.

El camino de la izquierda nos había traído a un relajado parque, ligeramente más elevado que el resto de la ciudad. Un lugar que desprendía una calma que estaba a eones de sentir en aquellos momentos. Me gustaba Marc, pero no iba a permitirle rozarme si quiera antes de deshacerse de los restos de pelo que aún le marcaban los vaqueros.

Ni hablar.

—Estás siendo ridículamente infantil, princesa.

Apreté los labios y le lancé una mirada furibunda. ¿Yo? ¿Infantil? ¿Quién me estaba persiguiendo como un idiota trastocado?

—Di lo que quieras, no me acercaré a ti hasta que no te laves las manos, Marc. Me da igual que sea nuestra cita. No tienes argumentos suficientes como para convencerme.

El chico alineó los hombros y con un extraño matiz en su sonrisa bajó las manos.

—¿Estás completamente segura?

—Por supuesto.

¿Lo estaba?

La respuesta: no.

Pero él no podía, ni necesitaba saberlo. Había una fuente a pocos pasos, lo que realmente intentaba era irritarme. Y vaya que si lo había conseguido.

Me lamí los dedos sin apartar la vista de Marc que me contemplaba en completo silencio maquinando alguna de sus alocadas travesuras. Joder, si al menos no fuera tan asombrosamente ingenioso.

De improviso dio dos amplios pasos en mi dirección haciendo flaquear mis ánimos. El desorden hormonal y sentimental de mi interior vibró por unos instantes antes de que me recompusiese.

—¿Por qué huyes?

—Yo no huyo – me defendí. —Sabes de sobra por lo que es, ¡lo que no sé es por qué lo haces!

Marc se encogió de hombros y resguardó sus manos en los bolsillos del vaqueros sin apartar su verdosa mirada de mí.

—Sólo quiero ayudarte, no puedes ser tan paranoica con esto. Soy yo, ¿realmente no quieres que te toque?¿Qué te bese?

Un incipiente calor escaló de la punta de mis pies hasta el rostro. Probablemente mi sonrojo fuese una realidad contrastable. Y mi actitud levemente estúpida, pero nadie elige tener pánico.

¡Aparta, imbécil!Where stories live. Discover now