Es tan silenciosa, sobrevividor y fría. Siempre tratando de evadir a las personas para no tener que herirlas sin o con causa alguna. Siempre viviendo la vida. O mejor dicho, los momentos oportunos, porque de la vida, nadie la disfruta todos los días. Y de todos los días consiste la vida.
Y así, todo es tan desvanecedor a la llegada de la media noche y cuando sus ojos duermen, ya es de madrugada. La luz del día se torna naranja rojizo del atardecer, las únicas horas del día en que esa persona está presente. En compañía de sus amigos en el parque o en el centro comercial. O sola en el mar o en alguna azotea de algún edificio lejano en el que se puede captar la belleza de una ciudad contaminada. O posiblemente en su pieza leyendo sus libros y así, sucesivamente, con días de sorpresas y días de aburrimientos.
Y en un tic tac, despierto viendo el reflejo de mi persona en un espejo. La persona que ha sido, anteriormente, describida.
