25 Extravagancia

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Estaba encarcelado en la mansión de Oro. Mi estado físico era el peor de todos. Lo demostraba mi incapacidad de no poder controlar mi visibilidad y también todos mis fallidos intentos de desaparecer. Oro me dejó video juegos para distraerme. No los toqué aunque fui tentado por ellos. Intenté distraerme con cada cosa de la habitación, pero dejó de ser divertido después de cinco minutos. Al final me puse a jugar con mi video juego de mano, el cual descubrí bajo mi almohada.

De repente, luego de dos días, me sentí fuerte. Di saltos de felicidad en medio de la habitación cuando descubrí que podía dejar la cama. Emocionado por mi recuperación, quise abandonar la superficial vida de Oro, pero no pasó nada. Permanecí parado en el mismo lugar aun mirando las cuatro paredes que me tenían encarcelado.

Escuché un sonido que provenía fuera de la habitación. Me animé a caminar por el espacioso pasillo hasta llegar a un hermoso salón, donde pude reconocer dos cabecitas sonrientes. Eran los niños. Ellos tenían en sus manos un recipiente lleno de canchita blanca. Comían desenfrenadamente sin despegar sus miradas de la gran pantalla luminosa que tenían frente a ellos. Era un televisor, uno inmenso comparado con el pequeño aparato que estaba en la casa de Destello.

—Noche, ya puedes ponerte de pie —dijeron cuando se dieron cuenta de mi presencia.

No les respondí, solo observé la pantalla luminosa. Las imágenes mostraban a una rubia mujer contorsionarse sugerentemente en medio de danzarines. Todos ellos vestían ropas extravagantes, muy poco recatadas, especialmente la mujercita de cabellera rubia que cantaba sonriente.

—Es un video musical —dijeron mirando la pantalla—. La chica que canta es la enamorada de Oro.

Eso explicaba el exhibicionismo de la chica. Era igual a Oro, ya que a él también le encantaba captar miradas con sus extravagancias.

Un hermoso dorado intenso empezó a revolotear cerca de nosotros. El centellar se sacudió hasta dar forma a una esbelta silueta. Vestía un ajustado pantalón negro, graciosamente adornado con agujetas, y una camisa de cuadritos de color rojo. En su espalda llevaba una guitarra plateada firmada con su nombre. También utilizaba unas gafas negras, el cual me hizo dudar de quien podía ser el extraño, pero solo por un segundo, porque ese cabello dorado y enmarañado solo podía ser de Oro.

—Estás de pie, Luna —Oro caminó hacia mí sin poder disimular la sorpresa.

—Sí —giré dando algunos saltos para que no tuviera dudas —, ya lo puedo hacer. Pronto podré irme de aquí sin la ayuda de nadie.

— Ahora no debes —se quitó las gafas—. La bruja empezará nuevos rituales.

Los niños se mostraron extraños. Sus caritas radiantes cambiaron bruscamente a una de decepción. Ellos dijeron:

—Entonces no funcionó —Oro y yo exigimos una explicación sin palabras, porque no fuimos capaces de entenderlos —. Anoche invadimos el sueño de la señora bruja. A pesar de sentir una gran dificultad, logramos entrar en su sueño para ordenarle que desista de realizar sus sesiones. Teníamos la esperanza de convencerla, pero parece que no...

—Entonces la bruja continuará los rituales por la culpa de ustedes —dijo Oro sobresaltando a los niños—. Ella mencionó que las nuevas sesiones serán para proteger la casa de cualquier otro ente que quiera invadirla, especialmente de dos niños terroríficos que se le presentaron en sus sueños.

Los niños retrocedieron unos pasos por temor de sufrir alguna represalia. Ellos se sintieron culpables.

—Cómo se le puede ocurrir realizar rituales para proteger la casa de futuros fantasmas —dije sin poder creer en la locura de la bruja —. Esa mujer se vuelve más loca cada día.

UNA ESTRELLA ENAMORADA |1ra parte|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora