13 Despedida

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El momento que había estado esperando fue arruinado por los dos niños, quienes con sus caras afligidas y sus ruegos, no me dejaron seguir con el plan que Destello me encomendó. No me sentí del todo decepcionado, ya que el llanto doloroso de Destello no habría dejado que me concentre en el ritual para poder materializar el espíritu de Esteban.

Esteban estaba tendido en la arena húmeda. Su cuerpo estático parecía el de un cadáver, pero su respiración regular calmó a los niños. Ellos lo miraban atentamente. Se arrodillaron junto a él para esperar que despierte con sus llamados insistentes.

—Él aún sigue teniendo su espíritu en ese cuerpo humano —dije meciendo a Destello— ¿Ustedes creen que yo estaría tranquilo si él estuviera muerto? Sería lo peor para mí si pierdo el espíritu que ama Destello.

Los niños me miraron. Con frecuencia daba la impresión que tenían conversaciones telepáticas cuando no deseaban que nadie los escuchara. No me gustaba que lo hicieran, porque a veces parecía que me trataban como a un tonto.

Por fin, después de un par de minutos, Esteban despertó. Se agarró el rostro sin abrir los ojos, luego sus manos bajaron por su pecho y finalmente por sus piernas.

— ¿En serio ya estoy muerto? —se preguntó a si mismo aún sin abrir sus ojos.

—Ya quisiera —dije impulsando a que Esteban se incorporara con violencia al escuchar mi voz.

—Qué me pasó, pero yo pensé que...Y la estrella dónde está —dijo poniéndose de pie.

Su mirada se detuvo cuando vio a Destello en mis Brazos. Caminó hacia mí sin dudar. Su interés, por saber si el pequeño y frágil cuerpo de Destello estaba bien, lo empujó a dar rápidos pasos a pesar de su mal estado. El cansancio, después de una larga lucha contra los maretazos, se le notaba en la poca fuerza de sus pasos.

—Él está bien —le confirmaron los niños siguiéndolo—. Es que Oro no sabe cuidar a un bebe, por eso se asustó cuando Destello empezó a llorar.

—No me asusté —Oro reclamó cruzando sus brazos, como si el breve secuestro de Destello no hubiese sido de gran importancia para él.

Esteban cargó a Destello. La paz en la playa fue inmensa. Las olas, a pesar de haberse mostrado salvajes, ahora se mecían con tranquilidad. Los niños ya no chillaban escandalosos ni Oro parloteaba incoherencias molestosas. Me encantaba esa paz para Destello, y por supuesto, yo se la iba a entregar para siempre.

—Sabía que la muerte no puede ser tan fácil. Qué pasó, porque yo no...

—Qué importa —dije sarcástico— Mírate, estás vivo. Podrás seguir viviendo con esa mujer y tu hijo falso en esa pequeña casa donde lo único que harás será trabajar hasta morir. Pero no te aseguro nada, porque si te pasa un accidente no me eches la culpa de tu muerte —le apunté con el dedo de manera malcriada.

—Pero, Esteban tiene que darte su consentimiento para...

—Cállense —ordené.

—Pero, el juramento de confianza...

— ¡Ahh! Cállense, bichos desagradables, ya tengo todo eso.

—Pero ahora no te vale de nada el consentimiento de confianza que Esteban te dio antes de entrar a las aguas, porque simplemente no se murió. Luna, es tu culpa por querer ser un niño bueno al permitir que tus dos pequeños amigos se entrometieran —Oro dijo tras de mí, quien me hizo dar un pequeño salto del susto —. Dejaste que los niños hicieran lo que se les dio la gana. Ahora deja de poner la cara larga, Luna.

UNA ESTRELLA ENAMORADA |1ra parte|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora