33 | Romper las reglas

2.3K 169 75
                                    

33 | Romper las reglas


Scarlett

Mantengo los ojos cerrados con fuerza, deseando que la oscuridad detrás de mis párpados me envuelva por completo. No debí haberlo besado. Ahora, seguro que está pensando en lo torpe que fui, en mi falta de experiencia en este tipo de situaciones. Nunca he sido buena en estas cosas, en leer las señales o en saber qué hacer en el momento adecuado. ¿Qué demonios estaba pensando al besarle?

Habíamos quedado en vernos después de cenar para hablar, pero ahora, sinceramente, no estoy segura si quiero hacerlo. No estoy segura de nada en este momento.

Cuando escucho el sonido de la puerta abriéndose, cierro los ojos y finjo estar dormida. No quiero enfrentar la conversación que probablemente debamos tener. No sé si quiero hablar con él después de lo que sucedió entre nosotros.

Los latidos de mi corazón parecen retumbar en mis oídos, y mi cuerpo se tensa automáticamente al percibir su cercanía. No puedo evitarlo, la mera presencia de Christopher despierta una serie de emociones y pensamientos contradictorios en mí.

Escucho sus pasos acercándose, luego se detienen. Estoy de espaldas, oculta entre las sábanas, pero sé que no puedo evitar que hoy durmamos juntos. Ese es el problema. Quizás no quiero que solo durmamos juntos.

Esto no está bien. No debería sentir esto. No debería querer esto.

—Sé que no estás dormida —dice.

Aprieto los ojos con más fuerza, tratando desesperadamente de mantener la fachada. Pero sé que no puedo engañarlo. No cuando estamos tan cerca el uno del otro.

Siento el colchón hundirse detrás de mí mientras él se sienta en la cama. Su olor me envuelve, llenando mis sentidos, una mezcla embriagadora de su fragancia habitual y algo más, algo más intenso que me hace temblar imperceptiblemente.

—Conozco el sonido de tu respiración cuando duermes —continúa él —. No creo que ni siquiera tú lo sepas. Es extraño, lo sé. Pero... llevamos una semana durmiendo juntos.

Él se recuesta junto a mí, y siento el calor de su cuerpo irradiando contra el mío. Sus palabras, suaves y reconfortantes, rompen el silencio tenso que nos rodea.

—Sobre lo que pasó antes... —comienza, su voz ligeramente tensa—. No tienes que hacer nada para demostrarme nada, ni a mí ni a nadie.

Trago saliva antes de responder, dejando que sus palabras se asienten en mi mente y en mi corazón.

Con un nudo en la garganta, me doy la vuelta para enfrentar su mirada. La habitación está oscura, apenas iluminada por la luz de la luna que se cuela por la ventana.

—¿Quién era? —pregunto, apenas un susurro en la quietud de la noche.

—Era solo un anciano molesto —responde, con un tono de desdén en su voz.

—¿El mismo que apareció el día que fuimos a comer tacos? —pregunto, recordando la incómoda situación en el restaurante.

—Sí, era él —responde, vacilando un poco antes de admitirlo.

—¿Y qué es lo que quiere? —pregunto, con curiosidad, recordando la actitud extraña del anciano en el restaurante.

Observo su rostro en la penumbra, apenas visible, pero aún así puedo percibir la preocupación en sus ojos. Parece estar luchando con algo, algo que no quiere compartir.

—Quiere que vaya a una ceremonia la próxima semana para dar un discurso —responde, con una expresión de molestia evidente en su rostro.

—¿Qué tipo de ceremonia? —pregunto, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda mientras me imagino diferentes escenarios posibles.

Corazones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora