4 | ¿Cómo nos conocimos?

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4  | ¿Cómo nos conocimos?


Christopher

Yo y mi bocota, pienso mientras me esfuerzo al máximo por mantener una expresión agradable ante el Sr. Borgelies, mientras elogia a mi familia. Si supiera que no son más que unos estafadores que hicieron su fortuna a base de mentiras y traiciones. 

Me pregunto en que momento pasé de ser el hombre que se llevó a su hija a convertirme en el yerno perfecto. Quizá simplemente esté utilizando a su hija como cebo para cerrar algún trato con mi familia. No lo sé.

Aunque, la verdad, poco me importa. De todas formas estoy atrapado en esta mesa con esta familia que apenas he conocido. 

Decidí presentarme con el apellido de mi padre por su prestigio y porque creí que eso podría beneficiar a Scarlett. 

Y aquí estoy, fingiendo ser un Ashford mientras el Sr Borgelies no deja lanzarme preguntas sobre los negocios de mi familia y yo solo trato de imaginar qué diría Connor en mi lugar. Sí, estoy fingiendo ser mi hermano en esta farsa.

Me siento tan ridículo como suena. La última vez que estuve involucrado en algo relacionado con los Ashford, tenía apenas 16 años, y ya para entonces estaba bastante harto como para prestarle atención a lo que hacía mi familia. Sin embargo, debo hacer un esfuerzo en jugar este papel por la chica de cabello ondulado sentada a mi lado. La ironía de la vida.

El plan marcha relativamente bien.

Scarlett no deja de sacudir la pierna debajo de la mesa, y me siento tentado a ponerle la mano en el muslo para tranquilizarla. Pero no me quiero arriesgar a recibir un puñetazo frente a mis suegros falsos. 

No quiere que la toque. Ni que esté cerca de ella, ni que hable de ella. Mejor dicho, no me quiere aquí. Hace un momento nuestras piernas se chocaron por accidente y me lanzó una mirada asesina. Por mi integridad, más me vale mantener esa distancia.

La verdad es que podría fingir ser el novio de Scarlett todo el tiempo que fuera necesario para disfrutar de esa comida todos los días. Cada plato parece una obra de arte, cada detalle finamente calculado. Me dan unas irresistibles ganas de pedirle a mi suegra de mentiras, Eleonor, que me ponga un plato para llevar. O dos. O tres.

Porque la verdad es que después de más de un año y medio sin probar comida real. La papilla que sirven en el ejército me ha destrozado el paladar y la dieta que llevo desde que regresé no es precisamente la más apetitosa.

Nunca se me dio muy bien cocinar, y tampoco siento la necesidad de hacerlo. Compro comida congelada cada semana, sin nada de grasa, sin sabor, puros nutrientes y proteínas. De alguna manera, tengo que compensar mis malos hábitos con el alcohol y la única forma de hacerlo es mediante una exhaustiva rutina de ejercicio y una dieta demasiado estricta. 

Lo sé, mi vida es un asco. 

—Bueno, ¿Y como se conocieron? —la voz del Sr. Borgelies me trae de vuelta a la conversación —. Debe ser una buena historia. 

Mierda.

 Veo a Scarlett de reojo, tratando de descifrar qué está pensando.   Ella ya me estaba mirando, y comienzo a notar un hormigueo en mis manos.

Esto no estaría pasando si me hubiera ido de la fiesta con la mujer que llevaba el disfraz de diablilla.

—¿Cómo nos conocimos? —pregunta Scarlett con una sonrisa que, en lugar de ser encantadora, parece querer clavarme los dientes en la yugular. Le devuelvo la sonrisa y le pongo la mano sobre la pierna, porque siento que voy a perder los estribos si se sigue moviendo de esa manera. 

Corazones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora