CHAOS

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Tengo que admitirlo, los necesitaba, o más bien, necesitaba el NOVOCAINE, tenía una severa necesidad de ir al instituto y jugar hasta que me saliera sangre por la nariz.


No quería que el juego se acabara pero por otro lado me moría por que se terminara.


Esas vacaciones las pasé sin ver a los demás y sin jugar algo, me sentía en un desierto, no podía esperar para que las clases reanudaran.


-En mis tiempos... -dijo Irving imitando la voz de un viejo, nosotros no teníamos abuelos de ninguna parte, así que siempre soñamos con uno, o los imitábamos sin saber con certeza cómo eran -pasábamos la Navidad y el Año Nuevo con familia y felices.


-Bien por ti. -bromeé y reímos.


-Vendrán tus primas de Alemania, Oksana y Owlinda, espero que le tengan unos regalos preparados. -nos avisó mi padre cuando entró en la casa. Irving y yo intercambiamos miradas y luego hicimos una mueca.


No era que no nos gustara su compañía, porque Owlinda era 2 años menor que Irving y nos llevábamos muy bien, era muy educada y muy linda, lo que nos enojaba y hastiaba era su arrogante y gorda hermana menor (a quien le llevaba 2 años) Oksana.


La última Navidad intentó meterse todo un huevo a la boca, fue asqueroso, y vomitó encima de su plato. Siempre hacía algo para que a mi madre y a nosotros nos cayera mal, Arwyn la llamaba "la gorda". A todos nos hacía gracia (excepto a mi padre y a su familia, claro).


-¿Oyeron? -preguntó papá enojado.


-Seeeee... -contestamos Irving y yo. Esperamos a que ya no hubiera ruido de los pasos de mi padre y seguimos acostados en su cama.


Su cama tenía un poder mágico que hacía que la flojera llegara hasta nosotros y nos consumiera, y era todavía peor porque en su cuarto era en donde estaba nuestro Wii y el Xbox One.


-¿Cuándo volverás a Inglaterra? -pregunté tomando su celular y cambiando de canción.


-En febrero. -dijo cerrando los ojos, lo iba a extrañar.


-Justo cuando yo entro. -comenté.


-Bien por ti. -se burló y reímos.


En Navidad, a primera hora de la mañana Arwyn se levantó y nos levantó a todos gritando de emoción:

-¡Santa llegó, Santa llegó! ¡Se ha comido las galletas y la leche! -gritaba.


Papá se levantó y fue directo hacia nosotros pagándonos 15 euros a cada uno, el silencio costaba.


Por la noche nos arreglamos para ir a casa del hermano mayor de mi padre, donde siempre cenábamos desde que Irving y yo teníamos memoria.


Y sí, allí estaban Oksana y Owlinda, una estaba atragantándose con la comida y la otra leía un libro, saludé primero a Owlinda, le costó un poco de trabajo quitar su mirada del libro y cuando me vio se le iluminó la mirada.

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