Capítulo 11: Consecuencias.

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Kylian

Siempre he estado orgulloso de lo que he creado.

Desde las cosas más pequeñas y vanas, hasta llegar a todo el imperio que había hecho crecer mucho antes de quedarme al frente de todo. Le dediqué casi toda mi vida a Eros, era como un órgano de mi cuerpo, mi pequeño reino, algo mío.

Luego, estaba mi pequeña monstruo, pasó de convertirse en un proyecto, a ser la parte más importante de mi vida, el alma de la cual carecía y mi hogar.

Abigail era mi mejor creación, la había vigilado, la había tomado y hoy me desvivía por protegerla.

Solo yo sabía lo que ella escondía detrás de esa sonrisa tierna y de la oscuridad arraigada en el gris hechicero de sus ojos. Solo yo la conocía mejor que nadie, incluso mejor que ella misma; no importaba en que faceta se encontrara metida, en todas podía distinguir a mi pequeña monstruo, porque Abigail ya no escondía esa parte oscura y trágica que fue la que me hizo acercarme y obsesionarme, ya no había cadenas, ni jaulas de oro en una sociedad perfecta. 

La miraba hablar emocionada y con un gran conocimiento sobre las cosas que la rodeaban, decía y ordenaba en cada espacio, decidía con experiencia mientras le brillaban los ojos de felicidad. En su mente, el sitio ya se hallaba terminado justo como ella lo deseaba e imaginaba, y yo me encargaría de volverlo realidad.

Cuando nuestras miradas se encontraron, Abigail sonrió, entonces supe que perdí la capacidad de ocultar mis reacciones de ella.

Vino hacia mí, sus pequeños pies sostenidos por unos tacones bajos de tiras, había pintado sus uñas de rojo, pero un rojo llamativo que llevaba una ligera capa de brillos que me hizo elegir de entre diez pequeños frascos que tenía en casa; se vistió con un pantalón de tela ancho y recto en color blanco y un top del mismo color, sus pechos se apretaban contra el cierre frontal y el diamante en su ombligo sobresalía en su piel blanquecina, el embarazo no se notaría todavía y yo ansiaba que llegara ese momento.

—¿Qué te parece, amor? —Preguntó al abordarme, su mirada no dejaba de brillar de ilusión— ¿Te gusta? —Echó un vistazo rápido al lugar donde sería su academia de baile.

—Es grande, está situado en un buen lugar, ¿es lo que buscabas? ¿Te convence?

—Absolutamente. Será seguro, ¿verdad? —Inquirió dubitativa, ambos pensábamos en nuestro hijo, ya que él visitaría este sitio con su madre o conmigo.

—De eso me encargo yo, Abigail. —Su sonrisa se ensanchó.

—Entonces lo quiero.

—Ya es tuyo.

Dio saltitos como una niña pequeña, luego saltó sobre mí y me rodeó la cadera con las piernas mientras me llenaba de besos la cara, arrancándome una ligera sonrisa. Me contagiaba su alegría y por amor al demonio que no había nada que yo no le diera o le negara si eso significaba verla así de feliz.

Eros II © Where stories live. Discover now