Capítulo 1: La oscuridad que nos une.

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Abby

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Abby

Era la prometida de Kylian Draxler.

No podía dejar de ver el diamante que sobresalía en el anillo de oro blanco que él puso en mi dedo. Era perfecto, de un tamaño adecuado, con un brillo precioso y diminutos diamantes más incrustados estratégicamente alrededor del aro; por la parte interior se encontraban sus iniciales, lo que me hizo sonreír.

Solo Kylian podía ser así de posesivo. No tenía remedio, pero lo amaba de cualquier forma y sabía con seguridad cuanto me amaba él a mí.

Todavía seguía alucinando con todo lo que hizo por mí, cumplió ese sueño que tuve de adolescente, dejó su egoísmo y me permitió elegir.

A veces él podía actuar casi del mismo modo que Rowan, con ese deseo de encarcelarme dentro de cuatro paredes solo para él; posesivo y controlador, me dominaba, pero al mismo tiempo me permitía elegir y después de todo, la gran diferencia entre ambos, era que, a Kylian lo amaba y a Rowan no. Este último pudo haber sido el chico perfecto, sin embargo, nunca sería Kylian.

Yo disfrutaba ser la debilidad de Kylian, su obsesión y su posesión, así como él era la mía.

—¿Y cuándo es la boda? —Preguntó Mac, devolviéndome al presente.

Estábamos comiendo un helado, sentados en una banca en el parque al que solíamos venir a caminar y correr. El sol resplandecía en lo alto del cielo azul y totalmente despejado, se sentía maravilloso el calor de los rayos sobre mi piel; aún seguía muy bronceada por el viaje que hice, las marcas del traje de baño se adhirieron perfectamente a mi cuerpo y al parecer a Kylian le gustaban bastante, follamos muchísimo y todas esas veces él me lo hizo sin condón, consciente de que yo no estaba usando ningún método anticonceptivo.

—Él quiere embarazarme —solté de pronto.

Mac casi se atragantaba con el helado, tosió y escupió pequeños trozos de fresa mientras me miraba mal y yo me echaba a reír al ver su cara enfadada y sorprendida.

—¡Perra! No puedes soltarme esas cosas así de la nada, ¡casi muero asfixiado por una fresa!

—Lo siento —mentí, aun riéndome de él—, lo estaba pensando y lo dije en voz alta.

Se limpió de la barbilla todo el resto de helado rosado que ensució su piel oscura y bonita que tanto le envidiaba.

—Todavía no se casan y ese bloque de hielo quiere poner su esperma en tu ovulo.

—Mac —me quejé—, cuando lo dices así suena raro.

—Es así como es —rodó los ojos y lamió un poco de helado—, en fin, primero será la boda, él no me va a arruinar la despedida de soltera que te haré y tampoco que sea la dama de honor. —Reí otra vez.

—No sé cómo sucederá, por primera vez siento que él no está empleando su control, ¿sabes? —Probé la nuez en mi helado y solté un suspiro, pensativa— Está dejando que las cosas fluyan, sin planear nada.

Eros II © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora