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Y la luz del día reflejó su bello rostro . . . .
Sin tener ninguna idea de dónde podría estar, la princesa de egipto había despertado asustada y con un horrible dolor de cabeza.
Sus pasos la guiaron a la presencia donde se encontraban dos mujeres hebreas.
— Oh Baruj Adonai has despertado — la miró jocabed agradeciendo a Dios con una sonrisa.
— ¿En dónde estoy? — preguntó confundida llevando su mano hacia su cabeza adolorida.
—Espero que aún te acuerdes de nosotros princesa — se giró Miriam dándole un vaso de agua — somos la familia de Oseias.
Ese nombre hizo que la joven sonriera entusiasmada, había pasado tanto tiempo.
— Oseias ¿Dónde está el? — preguntó emocionada.
— En las obras, pero seguramente ya no han de tardar — respondió Miriam.
Una vez más la princesa se había quejado del dolor de cabeza llamando la atención de ambas mujeres.
— Tomé princesa beba esto — llegó hasta ella — presentía que despertaría con dolor debido al golpe que sufrió en su accidente, es un pequeño remedio.
La hija del rey agradeció a jocabed con una sonrisa, el sabor era diferente, no eran parecidos a las pociones que realizaba su abuelo pero eso no importaba ahora para Ariadna, estaba agradecida por todo lo que estaban haciendo por ella.
La princesa miraba a su alrededor por toda la casa, era un ambiente diferente al que estaba acostumbrada en el palacio, su corazón se hacía añicos por la condición en la que los hebreos vivían, con tan poco y eran tan gentiles con ella aún sabiendo que su propio padre era el que los esclavizaba y humillaba.
Una lágrima de tristeza salió de sus ojos, lágrima que limpió enseguida para no ser notada, con una sonrisa agradeció una vez más a la señora jocabed y a Miriam por los alimentos.
Jocabed sugirió que la joven descansará a lo que Ariadna asintió, sus ojos se fueron cerrando lentamente, acto seguido Oseias junto a su abuelo y Caleb llegaban exhaustos del trabajo pesado pero el de inmediato pregunto cómo seguía la condición de la hija del Faraón.
