39. Patán

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Adrienne Lively:

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Adrienne Lively:

Parece que mi madre no ha perdido para nada el tiempo sobre lo que le dije el otro día, ya que solamente dos días después me confirmo que el hijo de su amiga Grace estaba de visita en París, así que agendo una cita en una cafetería para que pueda enseñarle un poco de los alrededores. Cuando llego a la cafetería, espero cuarenta y cinco minutos, pero el chico no ha llegado, otra vez...me preparo para salir cuando alguien se acerca hacía mí.

—¿Eres Andrea Black? ¿La hija de Olivia? —me preguntaría un chico de tez blanca, pelo negro, alto y ojos azules.

—Um...¿sí? —me volvería a sentar y le daría a este hombre una mirada interrogante, él me dedica una sonrisa y me observa con sus ojos de color azul eléctrico, pienso que debe usar lentes de contacto para que tenga ojos tan vivos.

—Siento llegar tarde... —diría con voz grave el desconocido.

—Oh, ya veo estaba a punto de irme —le comentaría un tanto seria.

—De hecho, no lo lamento. Estaba con una modelo y ella es tremendamente sexy —soltaría un chiflido para después darme un guiño —¡Ey, señorita mesera venga!

Me volteo hacia el personal con incredulidad. ¿Qué no sabe que tiene que ir al mostrador para pedir su comida? Me hundo en mi silla y escondo mi cara por la vergüenza.

—¡Mesera, hoooola! —gritaría más fuerte y extendería ambos de sus brazos, llamando la atención de todas las demás personas que se encuentran aquí.

—Uh, creo que tienes que...—le señalaría el mostrador pero justo en ese momento una barista desconcertada finalmente se acerca a nuestra mesa, le doy a la pobre chica una sonrisa de vergüenza.

—¡Finalmente! Dios, ¿se supone que debía esperar hasta Navidad? ¿Puedo pedirte un...machito? —agregaría el desconocido en un tono grosero.

—No sé lo que es eso señor... —la pobre barista se ve confundida y yo empiezo a ver hacia la puerta, me pregunto qué tan rápido puedo salir corriendo de aquí.

—Hola ¿en qué mundo vives mesera? es un café —señalaría con obviedad, alzando sus manos en señal de descontento.

—Amm...yo... 

—¿Estás estúpi...? —diría exasperado pero antes de que termine esa oración lo interrumpiría.

—¡Ok! Ya fue suficiente, mi amigo quiere pedir un macchiato —alzaría la voz y le daría una mirada mortal al chico y en un tono amable le diría a la señorita lo que el susodicho quiere.

—¡Eso fue justamente lo que dije! Regresa con un...con lo que sea que haya dicho ella.

—Lo digo en serio, no hables más. ¿Qué te sucede? —la pobre barista y yo compartimos una mirada compasiva, ella lamenta que tenga que estar aquí con un patán y yo lamento que tenga que presenciar todo esto.

Una señal del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora