020 I Solo un humano

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Ese día el sol salió por la ventana que estaba en la cocina, Nicoletta había despertado de un humor excelente y no conocía las razones. Para su fortuna, el primer maestro de la mañana cancelaron la clase, debido a que su esposa estaba dando a luz su tercer bebé, y como era su deber, él debía de estar sosteniendo su mano en la sala de parto.

Ella estaba despeinada con un moño en la parte más alta de su cabeza, con algunos mechones por todo su rostro. Tenía un antojo de preparar unos huevos revueltos, pero era un desastre en la cocina, era como si fueran enemigos mortales, aunque eso no era lo que estaba pensando en ese momento, ya que tenía decisión a almorzar exquisito.

Encendió la música a todo volumen, escuchando a uno de sus artistas favoritos a mientras abría los muebles de la alacena en busca de un sartén, meneando la cadera de un lado al compás de la melodía.

Todo aquel alboroto perturbó los sueños de la deidad, quien abrió sus ojos de golpe con irritación. Estúpida humana inmunda, ¿era necesario hacer tanto ruido? 

Pateó las sábanas de su cuerpo con coraje, levantándose de la cama, con ganas de hacer una tercera guerra mundial. Al empujar la puerta se quedó quieto por completo, observando como la humana tenía un montón de ingredientes en la mesa a un lado de la estufa. Recargó todo el peso en el marco de la con los brazos cruzados sobre el pecho.

Nicoletta no se había percatado de la presencia del dios, por lo que cantó a todo pulmón el verso, no afinaba en lo completo, al contrario, parecía que se estaba ahogando. En su mente lo impactó la imagen de ella el día anterior , así que l ofreció su chaqueta para protegerse del frío.

Y sin darse cuenta, él había curvo sus labios en una sonrisa sin mostrar los dientes por unos instantes. 

—Qué bueno que estudias medicina, porque serías un fracaso como cantante —comentó sin avisar, tomando a la humana por sorpresa.

Nicoletta dio un pequeño brinco, moviéndose abruptamente y rociando un puño extra de sal, soltando un grito desgarrador, viendo como todo su omelette podría quedar salado. Ella giró su cabeza, con el entrecejo arrugado y mordiendo su labio inferior.

—No me va a quedar, por tu culpa —masculló, rechinando los dientes y bajando el volumen de la canción—. Yo ya me estaba viendo con un delicioso desayuno y lo arruinaste.

A Morfeo le invadió la curiosidad, por lo que dio unos pasos hacia el frente hasta llegar justo detrás de ella, inclinando el cuello hasta ver el contenido del sartén. Por error, pegó su pecho con la espalda y respiraba cerca del oído de la pelirroja.

—Morfeo... —mencionó en un susurro, sintiendo como se erizaba un poco su piel— ¡Me estás asfixiando! —clamó con estrés, levantando la espátula, como manera de defensa.

El peliblanco retrocedió un paso y soltó todo el aire contenido en sus pulmones. Su estómago rugió, pidiendo comida.

—Te vas a comer este salado, para que se te quite por asustarme —informó con seguridad.

—¿Y es que no le puedes quitar la sal con una cuchara? —preguntó Morfeo con indignación.

—No, ya lo revolví —aseveró, tomando un pequeño traste que llevaba otras verduras, aunque le parecía extraño que Morfeo estuviese despierto tan temprano.

El peliblanco rodó los ojos, tal vez lo salado era sinónimo de algo delicioso. Nicoletta terminó de cocinar, colocando la comida en un recipiente y pidiéndole a la deidad que lo recoja en lo que ella preparaba otro. Él tomó asiento justo enfrente del plato, recargado sus brazos sobre la mesa, debatiendo en la mente si debía o no esperar a la humana, aunque se preguntó:

El capricho de Morfeo [CD #2]Where stories live. Discover now