004 l Sirena

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Recogió toda su melena en una alta cola de caballo en alto con una liga negra que siempre llevaba en su muñeca. Limpió ferozmente las lágrimas que seguían deslizando por sus mejillas, intentando regular su respiración. Dirigió sus manos hacia la parte trasera para tocar el tronco del gran árbol verde y frondoso que estaba justo detrás. Recargó más su espalda al respaldo para deslizarse poco a poco hacia arriba para levantarse.

Sabía que el poco tiempo se estaba agotando, así que se fregó los ojos para continuar. Aunque no sabía en qué dirección, desde ese ángulo todo se veía exactamente igual.

Escudriñó cada árbol, con esperanza de encontrar la respuesta ahí. Ladeó un poco la cabeza y vio como una sombra se alejaba. No pensaba que iba encontrar otro ser viviente dentro del bosque. Así que sin perder más el tiempo, sus piernas se estiraron para perseguirlo, se preguntó por un segundo si era una buena idea perseguir a una sombra.

Había visto suficientes películas de terror para saber que era una advertencia de evidente que algo espantoso podría suceder nuevamente.

Sin embargo, a pesar de las señales, ella decidió continuar con lentitud, cubriendo su cuerpo con ayuda de los árboles hasta asegurarse de que aquella figura podría ayudarla. Había visto una extraña mezcla de animales y una ardilla parlanchina, ¿qué podría suceder?

—¡Disculpa! —siseó con soslayo, entrelazando sus dedos.

La sombra pareció que no la escuchó y continuó caminando. Ella apresuró su velocidad, volviendo a repetir la palabra.

—Jamás te va a escuchar, cariño —carcajeó una voz que ella no reconoció.

Así que dejó que la sombra continuara e intentó buscar de donde provenía aquella voz. Entrecerró sus ojos y notó que había más sombras a su alrededor que continuaban caminando. Ella no podía ni parpadear, pues no estaba segura que era eso.

—Tranquila, ellos no saben de tu existencia ni mucho menos de la existencia de los otros —volvió a hablar esa voz dulce de un lugar.

—¿Dónde estás? ¡No te puedo ver! —gritó, intentando hacer un megáfono con sus manos— ¿Dónde?

—Sigue mi voz.

Aunque ella girase sobre su propio eje, ella sentía que la voz venía de todas las direcciones.

—¡No te veo! —repitió Nicoletta, enredando su mano en su melena con desesperación para estirarla con frustración.

—Solo sigue recto, cariño —animó con un voz melosa.

La pelirroja se preguntó: ¿Cómo era posible que aquella voz pudiera observarla cuando ella no veía nada diferente ni por la luz solar que abrasaba el lugar?

La chica ni siquiera era capaz de elevar sus pies el suelo, así que los arrastraba poco a poco, buscando algún movimiento que no fuesen las ventiscas de aire mover las hojas verdes de los árboles. Aunque en el medio de ellos se destacaba uno con algunas flores pequeñas que adornaban sus ramas, incluso su tronco era más ancho, pero más bajito.

—Ya llegaste —afirmó esa misma voz.

Nicoletta arrugó el entrecejo con confusión al no encontrar nada que se movía.

—¿Dónde estás? —vaciló con temblor, pasando un poco de saliva por su garganta.

—Justo en frente de ti, cariño —consoló con una voz más tenue.

Nicoletta se acercó al árbol, creyendo que de ahí provenía la voz, aunque no se acercó ni un animal para esclarecer sus dudas. Examinó el árbol hasta que empezó a notar como dos huecos uno a lado del otro estaba en medio y unas líneas se movían justo debajo.

El capricho de Morfeo [CD #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora