Capítulo 10

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Capítulo diez

—Come.

Abrí lentamente mis ojos. Lo primero que vi fue un techo pintado de blanco y demasiada luz que me cegó por unos segundos. Observé con mayor atención mi alrededor. Todo estaba limpio, tal vez excesivamente ordenado. Las sábanas eran azules, al igual que las paredes de la habitación. Me incorporé con cuidado sintiendo un retumbar en mis oídos. Estaba desorientada, cansada y hambrienta. Llevé los dedos a mi sien para calmar un poco el constante e insoportable dolor. Y luego puse mayor atención a quien estaba justo a mi lado. Matthew sostenía una bandeja de desayuno y me miraba con el ceño fruncido. El intenso color de sus ojos azules me cohibió, sabía que yo debía lucir horrible, él mismo lo había dicho cuando llegué. Sin embargo, dejé de darle importancia a mi aspecto cuando me llegó el agradable aroma del café recién preparado y vi los panqueques con miel de maple. Mi estómago rugió con fuerza, ambos lo oímos.

—Disculpa —murmuré avergonzada. Lo vi de reojo y noté una ligera sonrisa.

—Elizabeth —se sentó a un lado de la cama y posó la bandeja sobre mis piernas—, por favor, come.

Tomé el tenedor y el cuchillo, y corté un pequeño trozo de panqueque, controlando la poderosa necesidad de dejar a un lado el cubierto y comer con mis propias manos, antes de ingerirlo. Cerré mis ojos un segundo y solté un ligero ruidito de placer cuando sentí el agradable sabor en mi boca. Estaba delicioso. Alcé la vista hacia Matthew y me percaté de que toda su atención estaba dirigida hacia mis labios. Cuando notó que lo miraba, aclaró su garganta y frunció el ceño.

—¿Todavía sientes dolor de cabeza? —me preguntó. Tragué lo que tenía en mi boca y asentí.

—Un poco.

—¿Es algo constante?

—Últimamente sí.

—¿Desde cuándo? —Suspiré y acomodé un mechón de cabello tras mi oreja.

—Desde la semana pasada, después de ir al... río. —Matthew bajó la mirada con una expresión más seria, llamando mi atención—. Solo es gripe, ya se me pasará. Estaré bien —aclaré. Sin embargo, sospechaba que su preocupación iba más allá de mi resfriado. Mordió su labio y volvió a mirarme a los ojos.

—¿Qué te ocurrió, Elizabeth?

—¿Qué? ¿Por qué preguntas? No ha ocurrido nada. —Seguí comiendo para intentar distraerlo, pero él no era tonto. Sabía perfectamente que las cosas en mi casa eran difíciles.

—¿Alguien te hace daño? —Negué y volví a meter otro trozo de panqueque a mi boca.

Si decía la verdad, él probablemente reaccionaría mal y temía las consecuencias. No creía que Owen no mereciera ninguna paliza (porque solía pensar que sí la merecía), pero también creía que, en caso de que Matthew se enfrentara a él, Owen podía tomar represalias mayores. No solo se trataba de una pelea física, sino que él tenía poder, dinero y personas importantes que le servían. Una llamada y Matthew se hubiese podrido en la cárcel. Y, ¿cómo podría decirle que mi madre me maltrataba de pequeña, si recién lo estaba conociendo? ¿Qué habría hecho él?

Mordí mi lengua y fijé la vista en el vapor que emanaba del café.

—Aprecio tu preocupación, aun así, no hay nada que puedas hacer.

—Eso significa que sí hay algo que te inquieta. ¿Es el sujeto que vino por ti la semana pasada?

—¿Por qué estás tan seguro de que algo va mal? —pregunté a la defensiva.

—Hablaste —respondió con voz seca—. Tú murmuraste cosas cuando estabas durmiendo la noche del incidente en el río. Delirabas, tenías mucha fiebre y estabas desorientada... Dijiste muchas cosas, Elizabeth.

Eterno atardecer  ©   (Ex Flawless love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora