Capítulo 12

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Capítulo doce

Era la hora de comer y todos los integrantes de la familia Clark estaban sentados en sus respectivos asientos, Adam y yo nos encontrábamos ahí como invitados, aunque solíamos estar siempre en esa casa y ya nos consideraban parte de la familia. Elliot preparó la comida ese día sorprendiéndonos a todos con el agradable aroma que inundaba todo el primer piso.

—¿Puedes pasarme la sal, por favor? —pidió Amelia.

—Claro, ten. —Le tendí el salero para que lo tomara.

—¡No! ¡El salero no se puede entregar en la mano, debes dejarlo sobre la mesa! —chilló como si lo que hubiese hecho fuera un pecado capital.

—¿Por qué? —Le hice caso y seguí comiendo. Ella me miró con los ojos como platos y luego observó al resto, principalmente a Matthew, que reía discretamente por la reacción que tuvo su hermana.

—Dicen que es de mala suerte, atrae peleas entre las personas —comentó Elliot, igual de divertido por el chillido de Amelia.

—Por favor no me digas que tampoco sabes que no hay que pasar bajo escaleras, o pisar las grietas al caminar por la acera, o romper espejos, o derramar sal, o dejar las tijeras abiertas, o abrir un paraguas bajo techo, o...

—Creo que la señorita Elizabeth ya entendió, Amelia —intervino el señor Clark.

—Así es. Nunca más te entregaré el salero en la mano. —Sonreí para tranquilizarla.

Era interesante aprender esas cosas. Yo conocía sólo algunas supersticiones, pero no las suficientes como para pasar desapercibida en ese lugar, donde todos conocían la mayoría al derecho y al revés. Sentí la mirada de Matthew fijarse en mí, lo cual me cohibía porque esa misma mañana me había besado regalándome sensaciones que nunca en mi vida había sentido. No me atreví a levantar la mirada para encontrarme con sus ojos, sabía que me habría ruborizado demasiado y alguien más lo habría notado alimentando las sospechas generales que tenían todos sobre nosotros. Solo me limite a sonreír discretamente y volver a comer un trozo de filete.

—En unos días habrá una lluvia de estrellas. Adam y yo hemos pensado en ir a acampar y apreciar el cielo desde el bosque —comentó Tessa dirigiéndose a su padre.

—¿En el bosque? ¿Solos? —cuestionó el señor Clark alzando una ceja y dedicándole una mirada de pocos amigos a Adam—. ¿Por qué?

—He encontrado el diario de mi madre en el que relataba cómo se veían las lluvias de estrellas desde el claro. Sería lindo vivir lo mismo que ella y sentir esa magia... —repuso un tanto nerviosa jugando con el tenedor.

—Sólo iremos a acampar, señor. No debe preocuparse —aseguró Adam, tal vez igual de nervioso que Tessa.

—Espera, espera —interfirió Matthew—. ¿Ustedes dos? ¿Solos en el bosque?

—Pues, sí.

—¿Solos? ¿Desde cuándo están...?

—Ya déjalos, Matt —repuso Elliot. Matthew se volteó hacia su hermano menor.

—O sea, ¿tú sabías que había algo entre ellos?

—Todos lo sabían —afirmó Amelia—. Y creo que se ven tan lindos. —Sonrió.

—Tessa es demasiado pequeña para ir a acampar sola con un chico —negó de nuevo con una actitud implacable.

—Sólo soy yo, Matt —se quejó su amigo con expresión de obviedad.

—Y no soy pequeña, sólo me ganas por dos años —ella intentó defenderse.

—Por eso, demasiado pequeña diría yo —refutó.

Eterno atardecer  ©   (Ex Flawless love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora