Capítulo 30: El Río de la Muerte

7.7K 643 64
                                    

—¿Qué mierda eres?

            —No, la mejor pregunta es: ¿quién soy?

            La criatura se levanta de un salto de la tapa de váter. Cojea con sus piernas chuecas y desgarbadas hasta mí. Me aparto con repugnancia.

            —Eres una bestia, seguro.

            El tipo sonríe con melancolía, mostrando sus dientes amarillos. Arrugas se marcan por debajo de sus ojos sin color.

            —Ajá, mi señora. Una bestia deformada por sus encantos, rota y sin poder alguno, pero bestia al fin y al cabo.

            —¿Por qué rota?

            La bestia trata de abrazar mis piernas, pero lo empujo levemente. La criatura suspira y termina por descansar sus piernitas en el suelo con cansancio. Mocos chorrean de su nariz.

            —Tú me maldijiste. Hace tantos años…y todavía sigues castigándome con tu ignorancia.

            —No entiendo. Yo no te hice nada, esa fue Sademira.

            —Mi tan hermosa reina, la veo en ti, quienquiera que seas. No me haga esto, sé bien que me recuerda. Yo, Tilin de la Tercera Jerarquía, te críe desde tus primeros días, creé tus armas y acudí en tu apoyo cuando me lo pedías. Y aun así me convertiste en…esto.

            Tillin la bestia suelta lo que parece un resoplido, pero termina por toser con cansancio.

            —Pero no entiendo qué haces aquí ni por qué ahora.

            —Oh, eso fue porque antes no estabas aquí, ¿qué haría yo sin ti en estos lugares? Pero ahora te veo, en carne y hueso, y no sabes cómo eso me alegra.

            —No estaré mucho tiempo aquí, Tillin. Mucho menos contigo en mi cuarto.

            La bestia abre los ojos como platos.

            —Pero señora, este es su hogar. Además aquí está su reino, debe gobernarlo —replica.

            Sacudo la cabeza en negación y salgo del baño con pasos lentos. La figura diminuta me sigue pisando mis talones.

            —Este es el reino de Sademira, que se quede con él.

            —Pe-pero… ¿Planea dejar fuera a la reina? Quiero decir, ¿permitir que se muera estando sin cuerpo?

            Miro a la bestia con interés.

            —Entonces fuera de mi cuerpo Sademira es nada… Eso aclara mucho las cosas. Sin duda, hará todo más fácil.

            Ni por mucho.

            Tillin balbucea con pánico.

            —No puede hacer eso. Sería una perdida para todos, hasta para usted.

            —No lo creo, bestia. Pero no debería de estar contándote nada a ti, mejor vete.

            La desesperación se borra del rostro de Tallin siendo suplantada por una sonrisa de oreja a oreja.

            —Oh, claro que no, mi señora. Soy su sombra ahora. Estoy aquí para servirle. —Hace una reverencia. Hago una mueca cuando veo los piojos caminar entre sus pocos cabellos.

Princesa de las Tinieblas (Herederos del Infierno #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora