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Kasha contrajo el gesto, pálida, abriendo los ojos de par en par, mientras Káran arrugaba la frente, aturdido.

—¿Qué está pasando aquí? —intervino su padre, atento a sus dos hijos, a sus reacciones.

—No tengo idea de qué hablas, pero es delicado lo que estás diciendo, Kylian, y bajo... —susurró Kasha, tensa, aunque ocultándolo con una maestría asombrosa.

Kylian sonrió con arrogancia, asombrado también y sin previo aviso tomó el celular de su hermana que descansaba sobre la mesa.

—Esto me lo quedo yo, y tú, a partir de este momento quedarás incomunicada. Lautano no despegará el ojo de ti ni un segundo. Así que dile adiós a tu ridícula historia con Joe porque se acabó ahora mismo, hermana.

La mujer ya no pudo guardar más la compostura y se levantó de un brinco buscando quitarle el teléfono, pero este, siendo más rápido, se lo guardó en el bolsillo y la detuvo por las muñecas, acercándola a su rostro.

—¡Estás loco!

—¡Qué está pasando aquí! —exigió saber Káran, poniéndose de pie, perplejo por lo que presenciaba. Jamás su hijo había actuado de esa manera. Era déspota, insensible, pero ahora parecía un río sin contención no el iceberg que solía.

Kylian sonrió sin quitarle los ojos de encima a la responsable del fraude, estaba tan cansado de todo.

—Kasha, creyendo las promesas de un imbécil que tiene una deuda millonaria, cometió un fraude de muchos ceros, maquillando cifras para que Londo Streoss pareciera el responsable.

—¡No es verdad! —forcejeó su hermana, histérica, mientras su padre dejaba de respirar, atónito—. Ahora quieres limpiar el apellido de ese viejo porque te tiene loco esa mujercita pero no soy idiota, tú querías su empresa, te casaste con ella pensando que su padre era el responsable. Por supuesto que sacarías ventaja de ello. Te conozco —rugió soltándose cuando él aflojó el agarre.

—¿Es cierto? —exigió saber Káran, ya sin saber qué sentir, desconociéndolos y a la vez no.

Kylian se rascó la barba incipiente y asintió.

—Somos igual de mezquinos, después de todo, ¿no, hermana? —dijo mirándola fijamente—. Y los dos pagaremos por ello.

—Estás mal, ¡no sé de qué hablas! —gritó ella desesperada, tanto que, de no tener las pruebas en su poder, podría haberle creído. Así que sacó su celular y, un segundo después, empezaron a sonar la conversación por los amplificadores del pent-house.

Kasha palideció, se recargó en la mesa mareada y aturdida.

—Entonces, ¿te lo sigo demostrando o así lo dejamos? —pregunto Kylian, con el pecho apretado. Kasha se sentó en la silla, sujetando su cabeza, con la mirada fija en el plato.

—Hija... —susurró Káran.

—¡Cállate! —gruñó ella, encarándolo. El hombre retrocedió un paso.

—¿Por qué lo hiciste? —aun así, preguntó decepcionado.

—No te atrevas a juzgarme —advirtió con rabia, una que nunca había presenciado Kylian. Káran trastabilló ante la dureza de sus palabras. Ella siempre había sido dócil, ecuánime, gentil.

—Se conocieron cuando fuimos a Bali, te enredó, caíste. Cuando te supo lista te convenció de aquello, prometiéndote que al conseguirlo se casarían, tendrían una vida tranquila y al fin conseguirías la familia que tanto deseas... pero te mintió —expresó Kylian con contundente frialdad.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Where stories live. Discover now