⋆ 66 ⋆

8.3K 1.7K 240
                                    


Cuando Madelene vio a su hija salir del ascensor con los ojos rojos y la carita empapada, se acercó enseguida para resguardarla entre sus brazos. La joven inmersa en un espiral de confusión y sentimientos, aferró el abrigo de su madre sollozando, sintiendo los besos que esta dejaba en su sien.

—Tranquila, mi niña, tranquila.

—Quiero ir a casa —la escuchó decir. La mujer asintió acariciando su cabeza.

Una vez en el auto, el mismo escolta que había estado afuera de la propiedad Streoss las siguió, pero ellas no le dieron importancia. Madelene condujo en silencio, mientras Sam perdía la atención en el exterior, pensativa, aun lagrimeando.

Le dolía mucho verla así, saberla pasando por esa pérdida y, además, distanciada de su marido.

—Me quedaré en casa por un tiempo, ¿está bien? —preguntó de repente, con voz apagada. Su madre tomó una de sus manos y le dio un apretón.

—Es tu casa, hija, el que quieras.

Sam aspiró hondo, se llevó una mano al vientre y la cerró en un puño. Las cosas se habían derrumbado sin que pudiera hacer nada para impedirlo, tampoco debía quizá, pero no permitiría que su vida siguiera siendo dirigida. Ella elegiría esta vez.

*

Kylian permaneció sentado en el sofá del recibidor hasta el momento en el que llegó la llamada que tanto esperaba. Era el número de aquel hombre.

—Está hecho. Todo lo mandé al correo que me proporcionó, así como links a páginas seguras para su descarga o visualización. Le adjunto ahí mismo la suma a liquidar. Cualquier duda puede contactarme. Hasta pronto.

Y así, como si le hubiese mandado cualquier cosa, colgó. Se levantó inhalando con fuerza. Se sentía mareado, cansado, derrotado, aun así, anduvo hasta su ordenador y encontró lo prometido.

Antes que nada, realizó la transferencia. Era una suma obscena, pero para ese momento le importaba un carajo, más viendo la cantidad de información que había recolectado en tan solo horas.

Con el pulso acelerado, decidió que necesitaba un café antes de adentrarse en ese tema y una vez que tuvo la taza en mano, abrió el primer documento.

Amanecía cuando acabó de leer la mayoría. Mensajes de texto, audios, documentos, cuentas bancarias, estrategia. Nauseabundo se llevó las manos al cabello, jalándolo.

Kasha había caído en manos de ese imbécil de una manera ridículamente estúpida. Joe era un hombre muy preparado, que había conseguido escalar por medio de situaciones algo turbias hasta el punto en el que se convirtió en uno de los empleados de confianza de uno de los cabecillas de finanzas del grupo árabe con el que tenía el contrato.

Era un tío cuidadoso, de bajo perfil, que amasaba una buena fortuna. Hasta ese momento, cada paso lo había dado con cautela y con cuidado. Había ido adquiriendo montos de cada transacción que no llamaran la atención, montos que en su suma, eran de considerar, pero para el tal Joe no era suficiente.

Kasha y él se conocieron cuando comenzaron las negociaciones. De forma premeditada fue embaucándola sutilmente y su hermana, como siempre, presa de los imbéciles, terminó cayendo después de imaginar que cumpliría cada promesa y que nada pasaría pues pecaba de saberse una cerebrito ambulante.

Imaginó, no sin acertar, que simplemente Londo acabaría siendo el responsable. Los árabes tendrían que ser indemnizados y la constructora de Kylian no se vería afectada pues no eran los responsables directo, al contrario, eso haría que Streoss Services se debilitara entonces los planes de adquirirla fuesen más sencillos para su hermano. Muy altruista su actuar, pensó debido al a ironía que eso encerraba.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora