El lobo que bajó de las estrellas

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Por: uutopicaa

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Por: uutopicaa


Los deseos a veces se hacen realidad, para bien o para mal.

Las personas hacemos pedidos egoístas o que lastiman a otros, aunque sea sin querer. Nos preocupamos primero por nuestra propia felicidad. No consideramos las consecuencias ni los efectos secundarios. El daño colateral.

De pequeña, era incapaz de comprender por qué en algunas caricaturas decían que la gente debe tener cuidado con lo que desea. Ahora lo entiendo. Debemos hacernos responsables de lo que pedimos, sea lo que sea. Y eso, es complicado. Lo tuve que aprender por las malas.

—¿Ya se fue? —susurro a mi mejor amigo.

—Eso creo, ¿debería asomarme?

—Esperemos algunos minutos más —sugiero.

Estamos escondidos en el viejo galpón de su casa. Es una choza de madera minúscula que no tiene ni siquiera electricidad. Está abarrotada de elementos de jardinería que hace tiempo no se usan. Hay también herramientas oxidadas y adornos de Navidad en cajas húmedas.

Fuera, solo hay silencio. Ni siquiera podemos oír el aleteo de los grillos que suelen resonar a coro en esta época del año. Quizás ellos están tan asustados como nosotros.

—¿Qué hora es? —pregunto.

—No sé. El teléfono se me cayó cuando corríamos para acá —responde Sebastián. Tiene la respiración agitada.

Su mano, apoyada sobre mi espalda, tiembla sin cesar. Sé que intenta ser valiente, pero su nerviosismo es claramente palpable. No puedo culparlo por ello: yo me siento igual o peor.

Cierro los ojos y suspiro. Si creyera en Dios, le rezaría. No lo hago porque sería hipócrita de mi parte pedirle algo a una deidad sin previo aviso.

La quietud se rompe algunos minutos después. Pasos lentos y pesados crujen sobre las hojas secas del otoño; el sonido es sutil, pero el peligro que implica corta el aire como una navaja.

Noah está cerca.

Mi corazón late con fuerza, es como si quisiera escaparse del pecho y salir corriendo. Jamás en mi vida había estado tan asustada. Si nos encuentra, nos matará.

"¿Qué he hecho?", me pregunto una y otra vez.

Sebastián y yo somos culpables de que mi novio ahora sea... esa cosa. No puedo poner en palabras la descripción del monstruo en el que se ha convertido, aunque sé a la perfección lo que pedí y cuál es la nomenclatura correcta para definirlo.

Un aullido interrumpe mis pensamientos. Es un quejido lastimero que me hace pensar en un perro herido. La tristeza impregnada en aquella voz llena mis ojos de lágrimas.

Antología: Criaturas de la nocheWhere stories live. Discover now