El chef sangriento

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Por: katiealone

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Por: katiealone

Cuando Adriano abrió los ojos supo que algo no estaba del todo bien. Sentía el cuerpo entumecido, extraño. Como si no fuera él mismo. La habitación se encontraba a oscuras, y eso no le decía nada, ¿se levantó de madrugada como siempre? Eso significaba que apenas había dormido dos horas, quizá por eso se sentía mal.

Solo que al mirar su celular por poco entró en pánico. Eran casi las seis de la tarde, y tenía al menos cincuenta llamadas perdidas. De Priss, de Rachel, de Kate, de Cameron... En fin, que hasta el gerente del hotel lo había llamado, y de seguro con desesperación. ¡Pero qué rayos le pasó! ¿Cómo pudo dormir tanto? ¡Ni siquiera escuchó el maldito celular! El restaurante estaba abandonado, y el chef sabía muy bien la cantidad de reservas que tenían para la cena. Halloween en El Plaza siempre era una fecha especial.

Se puso de pie lo más rápido que pudo, y ahí empezó lo extraño. De un solo salto acabó al otro lado de la habitación. Tenía que estar alucinando. Ah, pero eso no era todo. Sentía la garganta seca, le quemaba. Buscó agua, y por alguna razón el sabor se le hizo horrendo. Metálico tal vez. La escupió, y fue directo a su cocina.

Al encender la luz se dio cuenta de lo raro de eso. La apagó de inmediato, la luz lo molestaba. En cambio, en completa oscuridad, veía con más claridad que nunca antes. Al abrir el refrigerador sintió náuseas al mirar la comida. Queso, frutas, verduras. Nada de eso le apetecía. Pero en la congeladora algo llamó su atención. Un buen trozo de carne fresca que había comprado un día antes. Sin dudarlo, la sacó de allí y la metió al microondas. Se le hacía agua a la boca mientras veía descongelarse. La olfateaba, la deseaba. Se iba poniendo roja, y ese color de sangre fue lo que le provocó un hambre terrible.

No se dio cuenta cómo pasó. Con una fuerza brutal, Adriano abrió la puerta del microondas. O mejor dicho, la rompió. Tomó ese trozo de carne y empezó a succionar su jugo, como si quisiera dejarla seca. Reaccionó solo cuando una parte racional de él se escandalizó de darse cuenta de que estaba intentando comer carne cruda. Lo peor no era eso, sino que aún tenía hambre. Moría por más.

Asqueado, corrió hacia el baño. A pesar de la molestia, se forzó a encender la luz y mirarse al espejo. Por poco y lanza un grito de espanto, no se reconocía. No era el mismo Adriano, ni siquiera parecía un hombre. Tenía la piel blanca, una palidez de muerte. Los ojos rojos, y los dientes afilados. ¿Qué clase de broma era esa? Se mojó la cara, se dio varias cachetadas. Tenía que ser una alucinación, tuvo que consumir algún hongo o algo así, porque eso no podía ser real.

Adriano Hartmann, el chef más famoso del país —y fan número uno de Diana Ross— despertó la noche de Halloween convertido en vampiro.

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Pero hasta los vampiros tenían que trabajar. O al menos eso se dijo intentando convencerse de que aquello era una locura. No sabía qué excusa dar, así que aprovechó que en París ya era muy tarde para no devolverle la llamada a su novia. Ya lo haría cuando despertara de aquella pesadilla. Si es que podía.

Antología: Criaturas de la nocheTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon