La metamorfosis de Tammy

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Por: DGodinoXAI

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Por: DGodinoXAI


—¡Eh! ¡Tammy! ¡Vamos, es por aquí!

La voz de su amiga despertó a la joven de su estado de ensoñación. Se había detenido en medio de la calle, quedándose atrás y retrasando al grupo, únicamente para contemplar el devenir de una polilla, que viéndose encerrada tras el escaparate de una tienda, golpeaba confundida el cristal para tratar de escapar. Pobre polilla. Tammy se sintió un poco triste, pero la preocupación de perder de vista a su grupo de amigas, en medio de la ciudad, una noche tan importante como aquella, era más fuerte que toda la empatía que le pudiera procurar aquel bichito. Asintió con la cabeza, desde lejos, y volvió a andar.

Iba vestida con una falda y un corsé negro, al igual que sus medias y sus botas altas, y estaba maquillada con tonos apagados. Una pinza con la figurita de un murciélago le sujetaba el flequillo, y en la boca llevaba unos dientes de plástico, con los colmillos más grandes de lo habitual. Era la noche de Halloween, y Tammy iba vestida como una vampiresa. Quien la había llamado era su amiga de la infancia, Sonya. Ella iba disfrazada de bruja, con un conjunto algo más provocativo, y estaba muy preocupada por llegar a la discoteca a tiempo. Junto a ella, avanzaban Erika, la más mayor y seria del grupo, a quién Tammy había conocido recientemente, e iba vestida de mujer lobo, con una peluca castaña con orejas, y la cara pintada con líneas a modo de bigotes. También estaba Andreia, una chica apocada, de la misma edad que Tammy, que iba disfrazada de una extraña mezcla entre un demonio y un científico loco que salía en una serie de televisión, y que ninguna de sus amigas llegaba a entender del todo. Las cuatro avanzaban a paso ligero hacia el centro de la ciudad, guiadas por Sonya.

—Venga, que te quedas atrás, lenta.

Erika hablaba con un tono de reproche, pero cariñoso. Tammy miró su reloj de pulsera. Un caro reloj hecho de plata, que le había regalado su padre, y que estaba arrepintiéndose de llevarse de fiesta. Las diez menos cuarto. Según le había explicado Sonya, había una sesión especial aquella noche en la discoteca Kalima. Tocaba una banda de música rock en directo, la favorita de Erika, y había una sesión de electrónica justo después, y el grupo de amigas habían quedado para celebrar la noche de Halloween en aquel ambiente más estimulante. Tammy adoraba salir de fiesta, pero estaba intranquila. Quizás porque no fuese su zona de confort, no conocía tanto al resto de chicas, o porque tenía demasiadas cosas en la cabeza. Según se acercaban a la puerta de la discoteca, el número de gente que se encontraban aglomerarse por la zona de bares crecía de manera perceptible. La entrada del local, custodiada por un hombre corpulento, brillaba con el resplandor de los neones azules, y un agradable aroma dulzón escapaba del interior.

—Teníamos una reserva para cuatro, a nombre de Sonya.

El guardia de seguridad echó un vistazo unos segundos a la lista, e hizo un gesto para que las cuatro pasaran sin esperar a hacer cola. En la recepción, un segundo guardia les dio una pulsera a cada una para señalizar que habían pagado la entrada. El local por dentro estaba oscuro, iluminado por los equipos de luz y las decenas de focos, que proyectaban haces de diferentes colores y los agitaban al ritmo de la música, y la nube de humo azucarada embotaba los sentidos. Todo estaba ampliamente adornado con decorados propios de una película de terror. Una música cíclica y muy enérgica llenaba todo, y hacía difícil oír lo que decían sus amigas, además del murmullo general de la cantidad de personas que ya estaban dentro. Muchos se arremolinaban frente a un escenario, con sus instrumentos musicales dispuestos, a la espera de que saliese la banda.

Antología: Criaturas de la nocheWhere stories live. Discover now