La suerte del chico en el rincón de la fiesta

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Por: ConstanzaUrbano98

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Por: ConstanzaUrbano98

La suerte del chico en el rincón de la fiesta.

Me dijeron que la fiesta sería un reventón sin precedentes, así que imaginé algo aburrido.

No es que yo fuera un amargado (aunque en realidad sí lo soy), es que la parranda era organizada por los demonios sindicalistas para que todos los muertos del infierno se conocieran. Así es, estoy muerto. Y sí, el infierno tiene demonios y fuego, como todo el mundo espera, pero lo que resulta una sorpresa es que, a veces, te dan descansos de las torturas horribles y te dejan divertirte para no atrofiar tu salud mental o la salud de tu alma. Esos eventos eran organizados por un sindicato de demonios.

La fiesta se notaba que fue creada por seres que solo conocían la tortura. No había música, en la cueva sonaban podcast que relataban una partida de ajedrez, había pantallas donde se proyectaban partidos de golf en silencio. En una sección había rondas de juegos interactivos como críquet con pelotas de lana o dígalo con mímica. Pero Mimica era un demonio que siempre gritaba las respuestas y arruinaba el juego.

El nivel de los mentirosos (lugar en el que acababan todos los pecadores que jugaron con la verdad, la ética, la moral y también el creador de Photoshop). Ellos fueron los encargados de hacer las tarjetas de invitación. Si no fue pista suficiente, a esa gente le gusta mentir. Así que todos los invitados fueron víctimas de su broma y vinieron a un horario diferente. Había una adolescente que llevaba esperando la fiesta desde el sábado pasado, se había sentado en una roca luciendo su vestido de lentejuelas y manchas de varicela. Había muerto lapidada por practicar la prostitución en una tierra tan lejana y antigua que ni siquiera existía el papel o el perdón.

La comida de la fiesta no estaba mal, había agua con hielo, licor de anís, vodka de anís, flor de anís, caramelos de anís, anís triturado y panqueques de durazno, pero desde lejos veía que traían sorpresas.

Un torturado disfrazado de esponja, agarró un panqueque y le dijo a la chica con el vestido de lentejuelas:

—¿Lo probaste? ¡Están de pelos! —Ya se pueden dar una idea de qué tenían.

Era una fiesta de disfraces, pero como estábamos en el infierno y la lógica tenía tanto lugar como las buenas personas, al final de la fiesta, todos se convertirían en lo que estuvieran disfrazados. Creo que era Halloween en el mundo de los vivos, pero no ser conscientes del tiempo era otra de nuestras torturas. El tiempo es para la gente que valora la vida, eso nos decían los demonios, y ninguno de esos miserables muertos pudo apreciar su vida o la de los demás, por eso estaban condenados a vivir el momento. Solo un momento, cualquiera, banal, vacío, reemplazable, igual a todos los que te esforzaste por olvidar.

No sé por qué el hombre querría ser una esponja al final de la noche. Había muertos disfrazados de licántropos, faraones, zombis y dinosaurios... tenía en mente alejarme de esos tipos raros que mordisqueaban el aire entrando en papel. Muchos se habían disfrazado de dictadores locos o personajes de series televisivas. Una mujer estaba vestida de Goku y le decía a otra, que era una versión femenina de Superman, que al final de la noche le ganaría, porque nadie era más fuerte que Goku.

Antología: Criaturas de la nocheМесто, где живут истории. Откройте их для себя