En un inicio, casi pasó por alto que algo andaba mal. Fue hasta después de un rato que comprendió el por qué se sentía tan raro: el cuerpo que tenía, aunque fuera suyo, no era el de él. Era él mismo, sólo que con diez años menos. Y fue justo entonces cuando escuchó que lo llamaban. Una voz alegre, cantarina. Tan conocida que le causaba un dolor físico el escucharla después de tanto tiempo. La voz de Yashamaru.