Cuando las personas nacen, algo más nace con ellos. Durante siglos se han manifestado como demonios, monstruos que residen en nuestro interior. Bestias que no pueden ser domadas. Solo los grandes, aquellos que aceptan su destino, son capaces de vivir en armonía con sus demonios. No todos las despiertan a la vez, pero es inconfundible que están allí. Para los afortunados que jamás han tenido que verse las caras con el monstruo, vosotros sois los bendecidos, pero los demás... El resto tenemos que sufrir con el temor de volvernos monstruos cada minuto de nuestra mísera existencia. Los débiles han hiperpoblado la tierra, y los pocos humanos que aún quedan en pie aguantan oleadas de desesperación y muerte. Dicen que aún hay esperanza, el viento habla sobre un santuario, un lugar donde los cambiados no pueden entrar. El Airun Gazar. Allí es donde nos dirigimos.