Tratado como villano, Miller es diagnosticado con un trastorno de personalidad antisocial. Una mancha para las fuerzas especiales de la policía. Su larga trayectoria como militar y policía, las múltiples condecoraciones y su prestigio quedan en juego ante el diagnostico de una doctora y una oficial recelosa. Sus compañeros, sabiendo que no pueden perder a su mejor amigo por un papel, deciden idear un plan para que el diagnóstico cambie, para que Miller evolucione. Todo se va a la borda cuando no termina siendo cautivado por el agente en cubierto y altamente entrenado, sino que, por su propia cuenta, comienza a socializar con una mujer amante de los libros y a comprar galletas de la fortuna. Los villanos también pueden llegar a enamorarse. Hay diagnósticos erróneos.