Chifuyu era indiferente respecto a su cuerpo, pero si había algo que odiara de él, definitivamente eran sus muslos, no eran musculosos como la mayoría de los chicos que conocía, eran blandos, pálidos, un cumulo de grasa con estrías que le hacían sentir acomplejado. Lo que el adorable rubio no sabía, que eran la perdición del mismísimo Baji. Keisuke no supo que tenía un fetiche por los muslos, hasta que un día tuvo la suerte de observar los irresistibles muslos de su vicecapitán. Quien iba a decir que esto acabaría con una relación sexual, que inevitablemente trajo sentimientos de por medio.