Esta es la historia del brote azulado de un capullo. Nació natural, sin prisas ni intervenciones. Nació a la vista de todos. Se convirtió en la obviedad del origen. El preludio de la calidez y la compañía. Durará para siempre en donde las cosas son eternas, sin embargo en las cualidades congénitas de este mundo -decadente- vivió solo un parpadeo. Lo suficientemente largo como para que la huella marcara el mundo, el suyo; pero tan fugaz como el rocío de la madrugada.