Sera llevaba toda la vida preparándose para enfrentar a los hombres lobo, especialmente a un alfa, aquel que llevaba atormentado a su pueblo desde mucho antes de que ella siquiera naciera o fuera concebida. Su pueblo llevaba sufriendo ataques a manos de aquellas bestias durante décadas, y Sera siempre tuvo el presentimiento de que ella podría ponerle fin, que podría matar al alfa de la manada y brindarle a su gente la paz que tanto necesitaba. Por eso se internó en el bosque aquella mañana, con la daga de su madre en el cinturón, dispuesta a no volver si hacía falta, pero acabando de una vez por todas con el monstruo.