En temporada de cerezas se largó la lluvia. Allí te conocí. Durante la tormenta me pregunté qué sería de una persona tan estúpida como para no tener paraguas. Pronto me dí cuenta de que yo era una de ellas, y así, empapandome, corrí y corrí hasta conseguir uno. Estaba mojado y feliz cual niño en navidad. Corrí a mi casa, ya protegido por el paraguas y me resbalé. Tú pasaste rápidamente a mi lado para luego desaparecer. Pero todo en ti era correcto y aún así no volví a verte. A quien sí me encontre frecuentemente es a la desagradable mujer que corría detrás de tí y que ahora es mi esposa. Que asco. Hermosa y horrible a la vez. La única esperanza que me queda es que idealizaarte haya sido una buena idea. Si no es así, al menos olvidé por un instante el infierno que me rodea.