Después del fiasco en el Templo Guanyin, Jiang Cheng es un completo y absoluto desastre. Todavía no puede enfrentarse a Wei Wuxian, aún huye del conocimiento de que su núcleo dorado no es suyo. Jiang Cheng se resbala, la rabia, la furia y el odio desaparecen, dejándolo frío y solo. Lan Huan está amargado. Su cálida sonrisa se transforma en una peculiar deformación de sus labios y sus ojos están en blanco. Debería haber hecho algo, cualquier cosa. Ahora lo sabe, no confíes tan fácilmente, o te lastimaran.
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