Volví un par de veces a la tienda después de esa noche. Jamás estuvo abierta de nuevo. Martín no regresó, y me intrigaba mucho saber de su hija, y cómo estaba ella. Pero poca gente pasaba por aquí, ahora que todo era más sólido que antes. Billy venía cada jueves a las 8:00 a.m., se sentaba en el estacionamiento una hora, y se iba siempre por donde había llegado. Algo en el fondo de mí me decía que él estaba esperando que yo regresara, que volviera a cubrir mi turno como debía haberlo hecho. Él esperaba que volviera para despedirme, al menos. "No lo haré Billy, no lo haré."