Decalcomanía (Novela 2)

By Lily_delPilar

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Si de pronto tuvieses que decidir entre tu familia y de quien estás enamorado, ¿qué elegirías? ¿Tu calcomanía... More

Sinopsis
Parte II
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Capítulo Especial

8

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By Lily_delPilar

8

Junio, 1979.

Xiao Zhen debería enorgullecerse de llevar ya un tiempo en la capital y todavía no tener amigos, eso debería ser incluso un logro digno para ser premiado. Pero tenía novio, y lo triste es que quizás pronto tampoco eso. No existía forma que un alma tan libre como la de Liú Tian permitiese ser amarrado a la tierra por demasiado tiempo. Por eso, cuando Liú lo asaltó en la biblioteca horas después de su discusión y lo hizo avanzar hasta la última estantería del segundo piso, no entendió por qué de pronto era abrazado con fuerza por el cuello. Al dar un paso hacia atrás, las rodillas del chico bailaron inquietas. Habló de manera atropellada.

—¿Conoces un país llamado Países Bajos, Xiao Zhen?

—Mm, creo. Está cerca de Francia, ¿no?

Liú Tian asintió con efusividad y anudó sus manos nerviosas contra su pecho para dejarlas quietas.

—Es un país maravilloso. Porque ¿sabías que desde 1973 la homosexualidad no es considerada una enfermedad mental para ellos? No es ilegal. No está mal. Es algo normal. Normal, Carlitos. Normal, ¿lo puedes imaginar?

Tanta era su emoción mientras esperaba una respuesta suya, que algo de su entusiasmo ansioso y nervioso se le pegó.

—¿Te gustaría conocerlo, gege?

—Me encantaría, Carlitos.

Le quitó de la camiseta cuadrillé una pelusa pequeña. Xiao Zhen dejó su brazo descansando en el hombro de Liú Tian, antes comprobó que continuasen solos en ese rincón de la biblioteca.

—Podríamos ir de vacaciones alguna vez —propuso.

El mentón de Liú Tian volvió a subir y bajar, sus ojos más grandes de lo normal. Se lamió los labios y comprobó sobre el hombre de Xiao Zhen antes de seguir.

—¿Pero no sería mucho mejor vivir ahí?

—¿Irnos? —dudó—. ¿Irnos a vivir?

El chico volvió a analizar el pasillo, luego se le acercó para aferrarlo por la camiseta. Descansó las palmas contra su pecho para percibir sus latidos.

—¡Sí! Podríamos escapar y vivir allá y ser libre y yo podría pintar en las calles mientras juntamos algo de dinero.

Gege.

—Porque tengo algo ahorrado de lo que me subvenciona el gobierno.  No es mucho, pero nos alcanzaría para pagar los pasajes y alguna residencia por unas semanas.

—Tian.

—Y lo sé, somos jóvenes y nuestras vidas están atadas acá. Pero esto va mucho más allá de nosotros dos como pareja.

—Liú Tian —por fin guardó silencio. Xiao Zhen dejó caer su mano que mantenía en el hombro del chico—. Detente, por favor.

—¿Por qué? —cuestionó alzando la voz. Después se tranquilizó al comprender lo que estaba haciendo—. ¿Acaso no te gustaría ser tratado como alguien normal? ¿Poder decir que tienes un novio sin miedo a terminar muerto? Irnos es la mejor idea. Lo es, Xiao Zhen, lo es. Por favor, confía en mí. Por favor.

Su tono desesperado se fue apagando hasta que lo hizo del todo. Se quedó a la espera que Xiao Zhen dijese algo, que actuase, que aceptase esa locura y se fuesen juntos.

Dejarlo todo atrás.

Todo.

—Lo entiendo, Tian —comenzó Xiao Zhen—, en serio lo entiendo solo que... tengo veinte años.

—Y podrías vivir otros veinte años libre si tan solo intentaras escucharme. No puedes importarte tan poco, Charles. Te debes eso a ti mismo, ¿y vivir escondido y con miedo es priorizarte? ¿Es amarte? ¿Es cuidarte, entenderte y aceptarte?

Xiao Zhen desvió la mirada. Sintió que lo afirmaba por la mejilla, aquel pulgar acariciándole la comisura de la boca. Escuchó que Liú Tian rompía a llorar, pero fue incapaz de mirarlo.

—Carlitos, por favor...

—¿Por qué, gege?

—¿Por qué quiero irme? Porque...

—¿Por qué yo? —lo interrumpió.

Lo comprobó de reojo. Las lágrimas parecían congeladas en las pestañas de Liú Tian. Al pestañar, estas cayeron recién por sus mejillas. Volvió a apartar la mirada.

—No valgo la pena.

—No digas eso.

—No lo valgo, Tian, y algún día te darás cuenta de eso.

El agarre de Liú Tian en su camiseta se ajustó.

—Eres precioso para mí —sus manos formaron dos puños contra la tela—. Por favor, Charles, sé que es más fácil vivir escondido dentro de un ropero porque se está cómodo y acogedor ahí dentro, pero sigue siendo un ropero oscuro y pequeño. Eso no es vida.

—¿Y si —tragó saliva— mueres, Tian? ¿Si por intentar ser libre terminas muerto? ¿Qué libertad tendrías ahí?

—Morir —bufó—. Puedo morir ahora de un ataque al corazón, o puedo morir atropellado en la esquina que está fuera de la universidad. Puedo morir en cualquier momento, y no por eso voy a esconderme en mi habitación. Podré llegar a los 80 años así pero ¿qué vida viví? No quiero quedarme en un cuarto viendo pasar los días, por muy seguro y cómodo que sea ese cuarto.

Xiao Zhen recordó los lápices de carbón destrozados contra el cemento, también las hojas rotas que se las había llevado la brisa de la mañana. Al voltearse hacia Liú Tian, su mirada recorrió su pañuelo ahora azul que adornaba su cuello y luego bajó a esos pantalones que siempre le quedaban cortos, dejando entrever unos calcetines con rombos que tenía el elástico vencido.

Sus ojos alargados no dejaban de soltar lágrimas mientras esperaba que Xiao Zhen hablase. ¿Pero qué podía decirle a ese chico lindo repleto de colores? ¿Cómo podía pedirle que dejase de vivir cuando su alma vibraba por hacerlo?

Vivir.

Liú Tian quería una vida libre cuando Xiao Zhen estaba cómodo en su jaula acolchada.

Tocó el pañuelo de Liú y volvió a hacerle el nudo, porque nunca parecía acomodarlo bien. Liú Tian posicionó sus manos sobre las suyas siguiendo sus movimientos.

—Te desacomodas el pañuelo apropósito, ¿cierto, gege?

—Puede.

—¿Puede?

—Si vengo con el pañuelo mal puesto, ¿me lo acomodarás siempre?

—Puede.

Liú Tian le tocó la barbilla.

—Estás tan enamorado de mí, Carlitos, admítelo.

Ahora fue él quien le tocó la barbilla con cariño. Su dedo se deslizó por la comisura de la boca antes de regresar al pañuelo para terminar el nudo.

—¿Y cómo planeas que escapemos sin pasaporte?

—Con ayuda de la oposición.

Recordó la caricia de su padre en su cabello.

¿Me fallaste alguna vez?

No, señor.

Se le hizo un nudo en el estómago.

—Te quiero, gege.

Y cuando los ojos de Liú Tian se abrían en sorpresa, dejó caer las manos. La tela en su cuello ahora perfectamente acomodada.

—Está bien —susurró—. Escapemos juntos.

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