Los hombres de Venus

By Fredoom_

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Una familia de asesinos. Una muerte dolorosa. Un nuevo destino. Un nuevo amor, pero ¿Será suficiente huir del... More

Sipnosis
Personajes.
Prólogo
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Epílogo

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By Fredoom_


Capítulo 5

La mañana siguiente fue como todas las de un fin de semana. Desayuné con mi padre y mi hermano, recogí mi habitación, limpié lo que me tocaba en la casa y me puse a estudiar.

Habían pasado unos cuarenta y cinco minutos desde que me senté en el escritorio a estudiar la Primera Guerra Mundial cuando mi hermano llamó a la puerta de mi habitación.

-Venus –

- Dime Matías. –

- ¿Puedo hablar contigo? –

- Claro, pasa, ven aquí. – señalé mi regazo.

Caminó con pasos inseguros hasta mí, no sabía lo que se le estaba pasando por la cabeza, pero esperaba que no fuese nada malo.

- Venus, los niños de mi cole dicen que soy raro y que mi mamá no me quiere, ¿Es verdad? –

Qué crueles son los niños.

- No es cierto Matías, mamá te ama mucho y no eres raro, eres único y si los demás no pueden ver la belleza en ti, es su problema. –

Le acaricié el pelo con cariño, me parecía demasiado cruel que se sintiese así por culpa de un par de paletos, puede que nuestra madre no fuese la mejor, pero nos quería.

Justo cuando me disponía a preguntarle quienes habían sido los que se lo habían dicho, mi teléfono sonó.

Un "Mamá" brillaba en la pantalla.

-Mira mamá nos está llamando – le dije sonriente, odié que se sintiese mal.

Cogí la llamada y la puse en altavoz.

- Hola, mamá –

- Hola, cariño. ¿Cómo estáis? –

- Estamos aquí en la habitación, Matías y yo. – miré a mi hermano. – Te tengo en altavoz.

-Oh, perfecto entonces porque te llamaba para invitaros a cenar, no en mi casa, pero han venido unos amigos y están por aquí y nos han dicho de ir a cenar a un restaurante y como tengo la semana muy ocupada y os quería ver he pensado que a lo mejor queríais venir. –

- ¿Quieres ir Matías? – le pregunté directamente a él.

Él asintió.

-Pues entonces vamos. – volví a hablarle a mi madre - ¿A qué hora y dónde hay que estar?

- Nos vemos en la catedral a las ocho. -

-Vale, adiós mamá. - miré a mi hermano – despídete de mamá, anda.

Colgué después de que ellos se despidieran y volví a mirar a mi hermano.

- Matías, mamá te ama mucho, eso es la verdad y lo que los demás digan no, porque ellos no nos conocen ni conocen a mamá. -

- Tienes razón. – asintió. Me acerqué a él y lo abracé y le di besos hasta que se separó de mi algo agobiado.

- Anda, ve a ver algo en la tele que tengo que estudiar. –

Seguí estudiando un rato más hasta que me cansé. A las dos y media estábamos todos sentados en la mesa para almorzar. Le comenté a mi padre que cenaríamos con mi madre y estuvo de acuerdo que pasáramos con ella un rato.

Me eché la siesta después de comer y a las cinco me levanté, terminé los deberes que tenía para el lunes y me empecé a arreglar para la cena.

Elegí unos vaqueros una camisa y un jersey sin mangas como lo que me pondría, me di una ducha y fui a ver a mi hermano.

Él estaba sentado en la cama mirando un libro.

-¿Estás listo? –

- Sí, ¿nos vamos ya? –

- Sí, va siendo hora de que vayamos cogiendo camino. –

Él se levantó y se miró en el espejo que tenía en su armario, dándose un último vistazo, luego pasó por mi lado, saliendo de la habitación.

Mi padre no llevaría hasta el centro y nos dejaría lo más cerca posible, luego llegaríamos a pie hasta la catedral, donde nos veríamos con mi madre.

Tenis ciertas dudas acerca de la cena, pero no iba rechazar la oportunidad de subirle el ánimo a mi hermano. Llegamos a la catedral a las ocho en punto y no tardamos en reunirnos con nuestra madre.

- ¡Hola, chicos! – dijo abrazándonos.

- Hola, mamá – respondí correspondiéndole al abrazo.

- Hola, mami – le dijo mi hermano.

Ella nos sonrió y comenzó a guiarnos hasta el restaurante, nos preguntó sobre los estudios, sobre las amistades y como siempre que me veía por mi vida amorosa, que por cierto era inexistente.

Caminamos por el centro hasta que nos paramos enfrente de un pequeño restaurante, se veía elegante, mi madre siempre lo había sido.

Entramos, el sitio estaba abarrotado, se notaba que tenía que ser bueno. Caminamos por el pasillo esquivando a gente en la barra y a los camareros que iban de allá para acá con bandeja en mano hasta llegar al salón interior. Allí nos esperaba una pareja sentada en una mesa para seis, pero contando con que éramos cinco me imaginé que habría alguien en el baño.

En cuanto la pareja se dio cuenta de que estábamos allí se levantó para saludarnos entre sonrisa y besos. La mujer se llamaba Dorothea y el hombre Joan.

Nos sentamos y el camarero llegó para tomarnos comanda. Pedimos las bebidas y la conversación posterior comenzó a interesarme.

- El negocio está en su punto álgido, todos los gráficos apuntan a que el mercado del arte comienza a remontar –

- Nosotros también lo hemos notado, las obras de arte de los artistas más nuevos son las que mejor se venden, los grandes quieren poder decir que descubrieron al nuevo Picasso o a la nueva Frida Calo –

La conversación gira hacia el arte durante unos minutos más, pero luego comienzan a decir algo sobre joyas.

No es que mi madre haya sido siempre legal, casi ningún autónomo lo es y menos con la crisis, pero cuando mencionan la jadeíta de la reina Victoria, mi curiosidad se dispara.

La jadeíta de la reina Victoria es la joya de la matriarca más grande jamás conocida en las mafias de todo el mundo. Ella dirigía todo el cotarro en Europa, pero lo que más le gusto fue coleccionar joyas de gran valor histórico. Victoria era una mujer poderosa y la jadeíta representaba ese poder, debido a su valor.

La joya estaba tallada en forma de lagrima y el verde resplandecía como si de unos ojos se tratasen, o por lo menos eso dicen. Porque esa joya es una leyenda debido a un motivo y es que fue robada y puesta en venta en algún lugar del mundo, y pese a los esfuerzos por recuperarla nunca ha vuelto a aparecer.

- Se dice que está en las manos de Max – dice Joan

-Pero él no ha desvelado nada – Rectifica su mujer

Mi madre asiente como valorando la situación, y luego sonríe como si esa información no fuese tan relevante.

- No creo que sea verdad, ya sabéis que es un poco pretencioso y siempre quiere reafirmar cuanto poder tiene –

Mi hermano está mirando algo a lo lejos y es que hay unas escaleras que supuestamente llevan a los baños.

Lo miro.

- ¿Necesitas ir al baño? –

- Sí, ¿Me acompañas? –

Asiento y comienzo levantarme, error por mí parte.

Mi silla choca contra algo, o mejor dicho con alguien.

Reconozco esa cara al segundo de girarme y la disculpa se me atraganta a la vez que las lágrimas comienzan a llenar mis ojos.

Es imposible que él esté aquí, él está muerto ¿No?

Tiene que ser un sueño.

Me pellizco demasiado fuerte, pero aun así no me saca de mi estupor. Estoy en shock.

- ¿Qué pasa que no me has echado de menos? –

Su voz es la misma, aterciopelada, como una caricia. No hay quien me pare ahora estoy llorando como una magdalena.

Tengo la garganta tan seca que no puedo hablar y las lágrimas nublan mi vista. Siento a mi madre abrazándome por detrás y tirando de mi hacia la salida.

Yo lloré su muerte y, ¿Ahora resulta que no ha estado muerto? ¿Por qué me han hecho esto?

No estoy entendiendo nada. Y con el caos que son mis pensamientos volvemos a casa, mi madre no lleva. Si alguien dice algo yo no lo escucho.

Quiero entender que es lo que está pasando, pero el sueño debido al cansancio de llorar me deja exhausta y me quedo dormida.

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