Corazón de piedra • kv

By Rosiepossie07

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Jeon Jungkook y Kim Taehyung estaban a punto de descubrir la fina línea que separaba el odio del amor. More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25 - FINAL

Capítulo 19

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By Rosiepossie07

Jungkook insistió en ver a Bogum a solas a la mañana siguiente y se dirigió a su habitación tan pronto como se hubo vestido. Transcurrieron más de dos horas antes de su regreso, tiempo durante el cual Taehyung permaneció en tensión, sentado junto a la ventana, observando la calle por la cual ambos hombres habían desaparecido.

No tenía idea de dónde iba Jungkook a encontrar dinero un domingo por la mañana, pero no se atrevió a preguntárselo. Sólo sintió un enorme alivio cuando vio que regresaba solo. Se encontraba doblando las prendas que había llevado la noche anterior cuando el otro entró en la habitación. Lo miró por un momento y volvió a apartar la vista, sin atreverse a hacer la pregunta que temblaba en sus labios.

–Está a bordo de un barco que navega con rumbo a Dakar –explicó Jungkook brevemente.– Y si tenemos suerte no lo volveremos a ver. ¿Ya desayunaste?

–Te estaba esperando.

–Muy amable por tu parte. Después nos iremos a la playa. Si llevamos comida, podremos pasar el día allí y regresar para cenar antes de volver al hogar –observó la expresión irónica de Tae y agregó:– Puede que para ti no lo sea, pero es el único hogar que yo he conocido durante los últimos tres años. Vamos a desayunar.

Lo hicieron en un ambiente tenso y Jungkook no procuró en lo más mínimo disolver la atmósfera incómoda entre ambos. Afuera todos parecían dirigirse a la iglesia, algunos vistiendo de negro y con expresiones sombrías, pero la mayoría llevaba ropas de alegres colores, hablando y riendo.

Se percibía calma, el ambiente sereno y sin prisas de los pueblos tropicales. La hierba crecía en la calle principal, sombreada por frondosos árboles y a veces, iguanas de brillantes colores saltaban entre las ramas. A ambos lados de la calle corrían enormes zanjas de casi un metro de ancho, las cuales se convertían en verdaderos ríos cuando llovía.

Llegaron hasta la misma playa donde habían estado la noche anterior, ahora llena de gente de diversas nacionalidades. Taehyung sacudió la cabeza cuando Jungkook le sugirió nadar, alegando que lo haría un poco más tarde. Vio como él se acercaba a la orilla notando cómo la gente le miraba al pasar.

Aún entre tantos, Jungkook resaltaba, llamando la atención de las mujeres, sin hacer nada por conseguirlo. Parecía más tranquilo y relajado cuando regresó, tendiéndose en la arena junto a él y tomando un cigarrillo.

–Debiste haberte metido. Está fabulosa –le lanzó una mirada inquisitiva.– ¿Sabes nadar?

Tae respondió que sí, aunque no muy bien, y pensó lo poco que ambos sabían el uno del otro. Estaban casados y vivían juntos como esposos, pero en realidad eran dos extraños. Pensó que quizá era mejor así. Cuando llegara la hora de separarse, habría mucho menos que olvidar, si es que algún día lograba olvidar.

–¿Te has acordado de la promesa que me hiciste de proporcionarme un coche cuando regresemos a la mina? –preguntó tras un momento.

–No lo he olvidado –sus ojos permanecían cerrados y su tono fue indiferente.– La práctica te será útil para más adelante.

–¿Más adelante?

–Cuando termine el trabajo. He pensado hacer un pequeño viaje antes de regresar a Inglaterra. Quizá ir hacia el sur y tomar un barco en Lagos.

Tae permaneció inmóvil.

–¿Pensabas llevarme contigo?

–Por supuesto – dijo sin énfasis.– ¿Qué otra cosa iba a hacer?

–Podrías ponerme en un barco de regreso a casa, a mí solo –dijo Tae, incisivo.

Los grandes ojos grises se abrieron para analizar.

–¿Preferirías eso?

¿Lo preferiría realmente? Tae no pudo encontrar la respuesta. Por una parte estaba en libertad y el hogar y por la otra la relación con un hombre que no sentía nada por él, a no ser una atracción física que acabaría por desaparecer.

–¿Puedo escoger? –indagó y vio cómo una sonrisa aparecía lentamente en la boca de él.

–No, no puedes. No en este momento. Tenemos–

–Así que es esto lo que te ha mantenido alejado, Jungkook –la voz, inesperada, vino de atrás. Tae volvió la cabeza para ver a un hombre robusto en traje de baño y se encontró con un par de ojos azules que lo hicieron sentirse incómodo.– No puedo decir que te culpe por querer tenerlo para ti solo –continuó el hombre– pero ahora no tendrás más remedio que presentarnos.

Jungkook se había incorporado y tenía aquella expresión enigmática que sólo él sabía adoptar.

–Tae, te presento a Jung Wooseok –dijo, y sin parpadear continuó– Mi esposo.

Decir que el recién llegado estaba sorprendido sería subestimar su reacción.

–Ahora sí que lo he visto todo –dijo.– ¡Jeon Jungkook atrapado por fin! –los ojos azules recorrieron de nuevo a Taehyung como si desearan ratificar su primera impresión.– No va a ser muy popular en ciertos círculos, se lo aseguro –dijo, dirigiéndose a Tae.– Más de una persona ha tratado de pescar a su marido. ¿Cuál es su secreto?

–Ya basta, Woo –Jungkook habló sin alzar la voz pero su tono fue cortante.– ¿Vienes solo?

–No –señaló con la cabeza en dirección a los árboles que limitaban la playa.– Los demás están al fondo. Yo iba a nadar cuanto te vi. Mingyu está con nosotros. Precisamente anoche hablaba de ti.

–¿De veras? –inquirió Jungkook, sin interés.

–Sí. Mira –Wooseok obviamente no entendía las insinuaciones.– No puedes irte sin, al menos, saludar a los demás. O mejor aún, ¿por qué no nos acompañan a almorzar? Ya conoces a Yan. Siempre trae comida para un ejército.

–En realidad, nosotros también hemos traído la nuestra –indicó Tae al ver que Jungkook no respondía nada.

–Mejor aún. Tráiganla y la juntaremos con lo demás. Woseok lo miró a él y luego a Jungkook.– ¡Vamos, hombre, la luna de miel no puede durar siempre! Estoy seguro de que a tu esposo le gustará conocer a algunos de tus amigos.

Jungkook se puso en pie de un salto, sacudiéndose la arena de su traje de baño, aún mojado. Ni siquiera miró a Tae.

–Está bien, diles que iremos para allá en cuanto lo recojamos todo.

Tae comenzó a reunir las cosas mientras Wooseok se alejaba, consciente de una cierta tensión en Jungkook.

–¿Quiénes son? –se atrevió a preguntar cuando hubo terminado de ponerlo todo en la bolsa.– Quiero decir, ¿cómo los conociste?

–Wooseok comercia en madera. Lo utilizamos a veces como asesor. He pasado un par de fines de semana con él y su esposo. Hay otra pareja que siempre anda con ellos –hizo un gesto de impaciencia.– ¡Vamos!

El grupo los esperaba bajo la sombra de un grupo de palmeras y en sus caras se reflejaron diferentes reacciones al llegar ellos. A Tae le llamó la atención el más joven de los integrantes del grupo. Un chico delgado pero bien formado que lucía un traje de baño amarillo brillante y que a su vez analizó detenidamente a Tae.

–¡Cuánto tiempo sin verte! –le dijo el joven a Jungkook.

–Así es. Demasiado tiempo. ¿Qué tal te van las cosas?

–De maravilla –sus ojos volvieron a posarse en Tae.– ¿Qué tal si me presentas a tu esposo?

–No hay por qué ser tan formales –poniendo una mano sobre su hombro, Jungkook atrajo a Tae hacia sí.– Éste es Mingyu, el chico que está allá es Yanan, a Wooseok ya lo conoces. Ahí tenemos a Hyojong y Hyuna –esta vez lo empujó un poco hacia el grupo.– Reúnete con los demás. No muerden.

Yanan rio de repente, con una risa juvenil que contrastaba con su pelo azulado y su bien cuidada figura. Tendría treinta y tantos años más o menos y había encanecido muy pronto, pero era unos años más joven que su esposo.

–¿Sabes una cosa? Te he echado de menos, Jungkook –dijo Yan.– Eres el único hombre que conozco que puede hacer que un insulto suene como un cumplido. –Miró a Tae con ojos bondadosos.– ¡Has conseguido un buen partido con este hombre!

–Quizá Taehyung lo encuentre fácil de manejar –añadió Mingyu.– Parece capaz de hacerlo. ¿Me equivoco? –la pregunta fue hecha directamente a Tae y requería una respuesta.

Por el rabillo del ojo, Tae alcanzaba a ver a Jungkook sentado junto a Hyojong, a un metro escaso de distancia y sabía por lo tanto que escucharía cualquier cosa que respondiera.

–Estoy aprendiendo –repuso.

–¿Cómo os conocisteis? –preguntó Yan dirigiéndose a Jungkook.– Pensaba que estarías enterrado en la mina durante estas últimas seis semanas.

–Lo he estado –respondió él con indiferencia.– Taehyung trabaja en la mina.

–No sabía que ya empleabais a personas tan guapas para trabajar en las minas –dijo Wooseok con un poco de escepticismo.– Ciertamente, es una mejora en todos los sentidos. No te falta mucho para tus vacaciones, ¿no es así?

–No –Jungkook no hizo ningún intento para ampliar el comentario.

–¿Y mientras tanto vivís en la mina? –Estaba claro que para Yan aquello era algo que ella jamás hubiera consentido.

–¡Cielos, qué no haremos las personas cuando nos enamoramos! –Tae percibió la ironía en la mirada de Jungkook y se esforzó por controlar los colores de su cara y evitar que éstos lo traicionaran. Si aquella gente supiera la verdad, seguro que no la creerían. Pero, ¿quién podría creerla? Ninguna persona en su sano juicio podría pensar que Jungkook era lo que él imaginó durante aquellas pocas horas.

Si Jungkook disfrutó el resto de la tarde, Tae, no, en absoluto, aunque se esforzó por actuar con naturalidad. Mingyu se acercó hacia donde él se encontraba con el pretexto de llevarle más pollo frito, y había permanecido a su lado hablando sobre gente y sucesos de los que Taehyung no sabía nada.

Era obvio que entre ambos hubo algún tipo de relación en el pasado. Tae trató de no pensar en el asunto. No tenía nada que ver con él. Sin embargo, no podía evitar el maravillarse ante la aparente falta de interés de Mingyu por el hecho de que Jungkook se hubiera casado, pues era evidente que aún le resultaba atractivo. De no haber sido la situación al revés, Tae no creía que Mingyu se hubiera mantenido tan tranquilo.

Eran ya pasadas las tres cuando alguien sugirió nadar. Tae fue uno de los primeros en ponerse de pie, alegrándose de poder alejarse por un momento de aquella situación que se volvía más difícil a cada momento.

Una vez en el agua, se apartó un poco de los demás y nadó hacia el arrecife que se proyectaba a la derecha, con la intención de descansar allí por un momento, a solas. Pero estaba más lejos de lo que había pensado y a mitad del camino comenzó a sentir que los músculos de las piernas le dolían y los brazos cada vez más pesados. Flotó sobre su espalda por un momento para recobrar las fuerzas, dándose cuenta de que se encontraba a merced de un mar que podía albergar toda clase de sorpresas. El arrecife parecía casi tan lejano como cuando había comenzado a nadar hacia él. Sin embargo, la playa ahora se le antojaba igualmente distante. Desesperado, comprendió que no tenía fuerzas para llegar a ninguno de los dos sitios.

El nadador que se aproximaba fue como un rayo de vida. Cuando Jungkook finalmente llegó junto a él, más que gustoso obedeció sus instrucciones, flotando sobre su espalda para dejar que este tirara de él sobre el agua. Le pareció que había pasado un siglo antes de que pudiera poner sus pies sobre el fondo arenoso. Pero ni entonces Jungkook lo soltó, rodeándole la cintura con un brazo hasta llegar a la playa.

–¿Qué diablos pensabas que ibas a hacer en el arrecife? –preguntó, violento.– Tú mismo admitiste que no eras un buen nadador y sin embargo te dirigías hacia mar abierto. Te mereces –se detuvo, con el gesto aún reflejando enojo, cuando vio al resto del grupo que se acercaba corriendo.

–¿Qué ha pasado? – preguntó Hyojong en nombre de todos.– ¿Un calambre?

–Me alejé demasiado. Eso es todo –respondió Taehyung, tratando de controlar los temblores que recorrían su cuerpo.– Ya estoy bien.

–Estás pálido como la muerte –comentó Yan con preocupación. Se volvió hacia Jungkook:– Quizá sería mejor si entrara en la casa un rato para reponerse. Un estado de shock puede ser peligroso.

–Realmente no es necesario –protestó Tae.– Tenemos que regresar al hotel a por nuestras cosas.

–Eso puede esperar –dijo Jungkook con decisión.– Yan tiene razón. Acabas de pasar un mal rato y debes descansar un poco. Hay mucho tiempo para poder regresar al pueblo. Aceptamos tu oferta Yan.

–Se me ocurre algo mejor –dijo el mencionado.– Tú podrías regresar a por las cosas y ambos os quedaríais a cenar con nosotros. Después de todo, estando aquí ya os encontraréis más cerca de la mina.

Taehyung quiso evitar aquello, pero ya Jungkook asentía con la cabeza.

–Buena idea. Será lo mejor.

Todo el grupo se dirigió hacia los automóviles. Una vez a solas en el auto con Jungkook, Tae dijo con voz hueca:

–Preferiría regresar contigo y que cenáramos en el hotel como habíamos planeado. Ya me siento perfectamente bien.

Él lo miró por un momento.

–Lo creeré cuando te vuelva el color. Además, ya he aceptado la invitación. ¿Por qué esa resistencia? Pensaba que te alegraría estar en compañía de otras personas.

–No he dicho que me molesten

–No –respondió secamente.– Te guste o no, vamos a cenar con los Jung, así que más vale que les pongas buena cara. No sé qué puedes tener en contra suya, pero

–No es por ellos –interrumpió Tae sin pensar.– Es sólo que bueno Mingyu estará también, ¿no es cierto?

–¿Y él qué tiene que ver?

Tae tardó un poco antes de responder:

–Es evidente que le gustas.

–¡Oh! ¡No me irás a decir que estás celoso!

–No, no lo estoy,pero me molesta que se me trate como si no existiera. Quizá en alguna ocasión él tuvo algún derecho sobre ti, pero

–Nadie tiene derecho sobre mí, y eso te incluye a ti. Si Mingyu te trata como dices, es por culpa tuya. ¿Qué esperas que haga yo al respecto?

–Nada –había algo más que simple enojo en su respuesta.– Apuesto a que todo el asunto te tiene fascinado. De la manera que pones las cosas, podrías mantener relaciones con un número ilimitado de personas, sin peligro de ninguna clase. No en balde quieres prolongar nuestra relación. ¡Resulta ideal para alguien como tú!

–¡Más vale que te calles! –le aconsejó suavemente.­– Ya has dicho más que suficiente.

Tae obedeció. Hubiera sido tentar a la suerte el no hacerlo. Con los nervios en tensión, fijó la mirada hacia delante, consciente de la presión que las manos de Jungkook ejercían sobre el volante. Tenía un nudo en la garganta y un atisbo de arrepentimiento se había apoderado de él. Jungkook había mantenido relaciones con Mingyu; su respuesta se lo había confirmado. ¿Y qué importaba aquello?

Él nunca había ocultado su desprecio por sus parejas, concediéndoles sólo un cierto grado de utilidad, y por lo visto Mingyu no escapaba a la clasificación. ¿Qué objeto tenía sentirse tan preocupado al respecto? Jungkook no merecía la menor preocupación por su parte. ¡No la valía en absoluto!

La casa de los Jung se encontraba en una colina a unos diez minutos de la playa. Era una construcción de piedra, más o menos cuadrada y con el inevitable porche galería cubriendo tres de sus lados. Mangos cargados de fruta sombreaban el camino hacia ella. Infinidad de flores brillaban como joyas junto al suelo y en la explanada frente a la casa había árboles de guayaba, acacias y magnolias. El aire estaba cargado del aroma de las flores y las frutas.

Hacía fresco dentro de la casa y la penumbra de la habitación a la que condujeron a Tae, le resultó muy acogedora. Se había puesto la bata de playa sobre el traje de baño húmedo y apenas había podido secarse un poco el pelo con una toalla antes de abandonar la playa. Ahora, al ver su reflejo en un espejo, se sonrió. Se veía horrible, con el pelo cayéndole sobre la frente y la cara muy pálida. La cabeza le dolía un poco.

Quizá Yan tuviera razón acerca del shock y sus efectos posteriores, aunque ahora todo lo sucedido le parecía absurdo. No había estado realmente en peligro. Todo lo que hubiera tenido que hacer era flotar boca arriba hasta recuperar las fuerzas y alcanzar la orilla. Era la segunda vez que Jungkook tenía que rescatarlo de una situación provocada por su facilidad para sentir pánico y esta vez a él no le había hecho ninguna gracia.

Estaba terminando de ponerse ropa más cómoda, cuando la puerta se abrió y apareció Jungkook llevando una taza en una mano y un frasco de tabletas en la otra.

–Té y un sedante –le explicó.– Son apenas las 4:30. Te sugiero que trates de dormir mientras yo voy al pueblo.

–No quiero sedantes –exclamó Tae, testarudo.– Me acostaré un rato si lo crees conveniente, pero no tengo nada que una ducha no pueda curar.

–Puedes tomar una ducha cuando yo regrese con tu ropa –colocó la taza de té sobre la mesita de noche y sacó un par de tabletas, entregándoselas.– Te calmarán. Me parece que las necesitas.

Los ojos verdes se encontraron con los grises, pero miraron rápidos hacia otra parte. Sin decir nada más, Tae tomó las tabletas y se las puso en su boca, tragándolas con un poco de té caliente. Enseguida se recostó en la cama.

–Te veré más tarde –dijo Jungkook, y se alejó cerrando la puerta tras de sí.

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