Otro día de escuela, otro día de experiencias y aprendizajes.
Rápidamente me baño, cambio y me despido de mis papás, para luego dirigirme a la escuela con Melanie Martínez resonando en mis audífonos.
Ya fuera de el salón de historia saludo a los chicos, más a Farkle lo saludo con un beso en su comisura del labio.
Aún no hemos formalizado nada, ni hablado de lo sucedido en Año Nuevo o en Texas, así que no me siento con la confianza de darle un beso en los labios de nuevo.
Farkle ríe al ver el diseño de mi camiseta, más todos quedamos confundidos al ver un dólar sobre la mesa de cada uno.
Y mientras Matthew da su lección, reflexiono sobre el dinero, y cómo está socialmente sobrevalorado.
Y solo salgo de mi mente cuando sorpresivamente hay un hombre parado en la puerta.
— Minkus.— Lo nombra Matthews, y no hay que ser un genio para comprender que es el padre de Farkle.
— Hola Corey, esta bien si hablo con Farkle sobre un problema menor.— Se dirige al profesor, a lo que miro a Farkle con preocupación cuando el señor Minkus suelta un lloriqueo.
Y no pude escuchar nada más, muy preocupada viendo a Farkle salir del aula, escuchando las voces de mis amigos lejanas.
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Ahora estamos en Topanga's reuniendo dinero para darle a Farkle, yo contribuyendo con 40 dólares, todo lo que he ahorrado de mis mesadas.
— Okay, así que entre los tres podemos darle 122 dólares.— Calcula Riley.— ¿Maya?.
— Entre los cuatro podemos darle a Farkle 122 dólares, bien trabajo.
— Hola chicos.— Llega Farkle, Lucas y yo nos corremos para que este tenga un lugar a mi lado, y cuando se sienta tomo su mano de inmediato.
— Queríamos darte algo.— Le informa la castaña.— 122 dólares.
— Gracias, pero creo que Maya podría ayudarme.— Contesta en vez de tomar el dinero, a lo que todos lo miramos extrañado.
— ¿Como?
— Quiero que me des lecciones sobre cómo no tener dinero.— Específica.
— Oye, 122 dólares por lección.— Le dice la rubia, a lo que Farkle toma el dinero en mano de Riley y se lo da a Maya, por lo cual suelto una risita.— Lección uno completa.
— Tienes menos que nosotros Maya, pero tienes una buena vida.— Le dice el castaño.— No solo sobrevives, prósperas, es lo que siempre he amado de ti.
— Gracias Farkle, no hay mucho que decir excepto... ¿Ves la ropa que uso?.— Farkle asiente.— Yo la compro para mi, y to la cuido y la aprecio ¿sabes?, no tengo mucho pero trato de apreciar lo que tengo.
Miro con empatía a Maya, sintiendo una gran admiración hacia ella.
— Es un buen consejo Maya. Yo tengo tanto que en realidad no lo aprecio, ahora todo se irá.— Yo apretó el agarre de nuestras manos.
— Bueno, vayamos a tu casa mientras aún la tienes.— Le propone Riley.
— ¿Mi casa?.— Logró ver cómo Farkle se tensiona.
Y luego de algo de discusión, decidimos ir a la casa de mi- de Farkle.
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Luego de llegar a la habitación de Farkle, todos estábamos anonadados por el lujo en esta. ¡Incluso tiene un puto tren! El cual, por cierto, se lleva a Maya.
Y estaba tan ocupada tendida sobre la cama de Farkle, rodeada de su aroma y observando la galaxia en el cielo, que me pierdo en la conversación hasta que el tren vuelve, con Maya en ropa lujosa y un gatito.
Yo simplemente reí y hundí mi rostro aún más en la almohada del castaño aspirando su aroma, recibiendo una risa burlona de Lucas, el cual es el único que ha notado mi vergonzosa acción.
Y mientras los demás disfrutan de los lujos en la habitación de Farkle, y Maya le da lecciones a este, yo sigo acostada en su cama, con Farkle sentado entre mis piernas en el suelo y la espalda apoyada el el lado de esta.
La voz del señor Minkus hace que levante la cabeza.
— Hola chicos— Saluda.— Que gusto ver qué disfrutan nuestra casa, ¿por que no habían venido?.
— Hola Minkus, linda casa, ¡largo!.— Saluda rápidamente Riley y luego grita al televisor.
— Digamos que conozco desde hace poco a su hijo y sus amigos, así que por eso.— Respondí sentándome, pasando mis brazos alrededor de los hombros del castaño frente a mi y apoyando mi barbilla en su cabeza.
— ¿______, no?.— Asiento extrañada que sepa mi nombre.— Bueno, Farkle ha hablado lo suficiente de ti como para saber que son muy cercanos.
— ¡Papá!— Reclama Farkle, ambos con las mejillas hirviendo.
— Lamentamos mucho el giro desafortunado de los eventos.— Interrumpe Maya.
— Gracias, siempre he pensado que no es el evento el que revela al hombre si no la respuesta del hombre al evento lo que revela la naturaleza de su carácter.— Contesta y wow, creo saber de donde salió en cerebro superdotado de mi- ¡de Farkle! Basta, maldito inconsciente.
—¿Que tal responde señor?.— Pregunta Riley acercándose.
— Veo dibujos animados, como cereal sin leche porque mis lágrimas llenan el tazón.— Frunzo el ceño y hago un puchero involuntario cuando Farkle se aleja de mi agarre y se levanta.— Cosas así.
— Debes saber que no me interesa si vivimos así o no.— Le aclara el castaño.
— ¿Por que no, Farkle? ¿No te enorgullece lo que hemos hecho?.— Le pregunta el señor Minkus.
— No estoy seguro de que hemos hecho.— Repone este.— Se que si sube el mercado estás feliz, y si baja no lo estás. Se que cuanto más ocupado estés menos te veo, y si te preguntas porque no había traído a mis amigos es porque me siento avergonzado.
Todos bajamos la cabeza ante esto último, todo mi cuerpo picando en necesidad de ir y abrazarlo, de demostrarle todo mi apoyo.
— ¿Por mi?.— Pregunta Minkus.
— No, nunca por ti.— Le aclara Farkle.— Por todas las cosas que tenemos, es demasiado, ¿por que lo merecemos?.— Le interroga el castaño.
Y todo queda en silencio después de eso.
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Ahora estamos en casa de Maya, Farkle sentado en el sillón individual cerca a la ventana y yo en el posa manos, hasta que resbalo hacia un lado y Farkle me atrae a su regazo, quedándome cómodamente ahí.
Y cuando voy con Lucas a jugar con el hurón de Maya —que por cierto, tengo una obsesión con los hurones.— Farkle saluda a personas por la ventana, pero me encontraba muy concentrada el el pequeño animal como para prestarle atención.
Y cuando Maya especifica que Ginger entro por un hueco en la pared, Lucas lo suelta de inmediato, más yo me quedo abrazada a el, a lo que todos me miran raro.
—¿Que? Amo a los hurones, no me importa de donde vino.— Les digo.— Algún día tendré uno blanco y le pondré Draco.— Riley y Lucas ríen ante la referencia.
Y así nos quedamos otro rato, yo volviendo a estar entre los brazos de Farkle rápidamente.