desnudArte | Albalia

Door cuestiondepiel

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Natalia Lacunza es la modelo perfecta. Alba Reche es una fotógrafa peculiar experta en desnudar a las modelos... Meer

Prólogo
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Epílogo

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Door cuestiondepiel

- Mari, te juro que no he pegado ojo en toda la noche.

- ¿Pero me puedes contar ya qué te pasa? – se desesperó la rubia, que llevaba viendo a su amiga dar vueltas por el salón un buen rato.

- Ayer Alba y yo nos besamos – soltó, paladeando cada palabra.

- ¿De verdad? – elevó los brazos la rubia, en señal de celebración.

- De verdad. Nos besamos, tía - repitió-. Todavía no asimilo nada de lo que pasó, en serio.

- ¿Puedes empezar desde el principio? – pidió, ávida de información, su amiga.

- Nos enseñamos nuestras canciones favoritas a través de las fotos de la sesión.

- Cada vez hacéis cosas más raras, Wonka, no me extraña que le den todos los premios a esa chavala…

- ¿Puedes prestar atención a lo importante, Mari?

- Sí, claro. Prosigue, Julieta – le dio permiso, haciendo que Natalia chasqueara la lengua por el apodo.

- Pues con lo de las canciones, siento que nos desnudamos como nunca. La sentí en mi propia piel, no te lo puedo ni explicar, porque se me ponen los pelos de punta – le mostró la piel erizada de su brazo.

- Madre mía la intensidad, Lacunza – rodó los ojos la tatuadora.

- Fue intensísimo y, claro, cuando terminamos es como que yo me quedé ahí atrapada en el mood.

- ¿Qué mood? ¿El de encoñada? Creo que vives en él permanentemente.

- No, María, joder. Es como que seguía conectada a ella y Alba se acercó.

- Y lengua hasta la campanilla. ¡Esa es mi chica!

- O dejas de interrumpir o no te cuento nada – amenazó la modelo, cruzándose de brazos.

- Haber elegido a otra confidente – se encogió de hombros la Mari, poco preocupada.

- Uf, te odio.

- Me amas. Venga, sigue: la fotógrafa se acercó y…

- Y la conexión que nos unía se intensificó todavía más, era físicamente imposible alejarnos, de verdad.

- Ajá…

- ¿No vas a opinar?

- Pensaba que te molestaba que te interrumpiera – alzó las cejas.

- ¿Crees que puede ser que dos personas no puedan alejarse? Estaba esperando que me contradijeras.

- Si una eres tú y la otra es la fotógrafa chiflada, todo es posible,  Nat. ¿Puedes seguir? Me tienes en ascuas.

- Bueno, yo le pregunté si estaba jugando conmigo.

- Para sacarte la espinita de la otra vez – concluyó María.

- Exacto, ella me dijo que no y también que estaba en mis manos.

- ¿Que estaba en tus manos el qué?

- Pues lo que iba a pasar entre las dos. Que si yo quería que se marchara, ella lo iba a entender.

- Bueno, eso es un indicio de que sabe que ha hecho las cosas mal y no pretende hacer como si nada. Algo es algo.

- ¿Verdad que sí? Cuando me dijo eso y como me miró… Mari, no lo dudé.

- ¡Y le comiste la boca!

- Sí. Fue precioso, tía. Súper lento, súper intenso… Buah, en una puta nube estaba, de verdad.

- La verdad es que tiene pinta de besar muy bien la rubita, eh…

- Bien es poco – se mordió el labio.

- ¿Y luego? Después del beso, ¿qué?

- Después del beso nos fuimos cada una por su lado.

- ¡¿Cómo?! – se sorprendió la tatuadora.

- No sé, creo que necesitábamos procesar, las dos. Yo por lo menos.

- ¿Procesar el qué?

- Pues todo lo que nos está pasando, Mari. Que nos hemos besado, que me ha dicho que estoy en sus manos, que me ha mirado como si fuera algo extraordinario.

- Pues con más razón…

- La situación es complicada, tía. Nos hemos besado porque nuestros cuerpos no podían más, pero hay muchas cosas pendientes de resolver entre las dos y también con nosotras mismas.

- Eso es verdad.

- En parte, prefiero que si van pasando cosas sea poco a poco, con tiempo para digerirlas y ver si esto que me pasa con Alba es un buen camino para mí o no - reflexionó.

- ¿Sabes qué, Nat?

- ¿Qué?

- Estoy muy orgullosa de ti.

- Pero no me digas esas cosas que me enamoro – se llevó la mano al pecho la morena, para después comérsela a besos.


Alba compartía su jornada de reflexión y asimilación consigo misma, mientras se encargaba de rediseñar y cambiar la decoración de su casa.

Buscaba transformación, una nueva etapa libre de ataduras, libre de prejuicios, libre de recuerdos de amores caducados que ya no venían al caso.

Y, constantemente, en cuanto tenía un rato libre, rememoraba el beso, pero también las palabras de Natalia.

Tanto su preocupación porque estuviera jugando con ella, como la oportunidad que le dio.

No quiero que te vayas.

No recordaba cuánto tiempo hacía que tan pocas palabras le habían generado tanto.

Se sintió flotar, ante esa puerta abierta. Y más flotó cuando la tuvo entre sus brazos y enredada en su lengua.

Aún podía sentir su corazón golpeando ferozmente dentro de su pecho en busca de más espacio para danzar.

Probablemente, había sido el beso que más le había removido de toda su vida. El beso que la había hecho sentir tan viva como frágil.

Alba necesitaba soltar todo lo que le pasaba y, muy oportunamente, Julia Medina se cruzó en su camino.

- Ayer os vi a Natalia y a ti salir del edificio juntitas. ¿Algo que decir al respecto?

- No íbamos juntitas – aclaró.

- Bueno, a la vez y con cara de circunstancias – rectificó-. ¿Algo que decir, Reche?

La rubia vio en la castaña alguien que la podía llegar a entender, y al mismo tiempo, darle una opinión neutral y externa de todo el entramado complejo que suponía su relación con Natalia.

Tras un suspiro, la invitó a café. Iba para largo.

Le contó el recorrido hasta ese momento sin edulcorar para nada su reprochable comportamiento, sin rebajar los gestos de preocupación que había tenido Natalia con ella, sin disimular ni un poco lo especial que era cada vez que las dos compartían aire.

- Y ayer explotó todo, con ese beso cruzamos una línea imaginaria a conciencia. Yo me ofrecí a frenar el momento y ella, esta vez, no quiso. Me abrió la puerta.

- ¿Y tú cómo te sentiste? – se interesó Julia, sorprendida por todo lo que la fotógrafa le contaba.

- ¿En ese momento? La más feliz y afortunada del mundo, Juls. Dejé en ese beso todo lo que tenía dentro, todo lo que me provoca, todo lo que me hace sentir… Fue mágico.

- ¿Y por qué me lo dices con los ojos así de tristes? – le alzó el mentón.

- Porque creo que no estoy haciendo lo correcto - musitó.

- ¿Lo correcto?

- Julia, yo le he hecho mucho daño a Natalia. Y vengo de una relación, muy reciente además, en la que he hecho mucho daño también. Y no quiero seguir haciéndolo.

- Pues entonces, es tan fácil como hacer las cosas bien. Si eres consciente, no te va a volver a pasar.

- No me perdonaría volver a hacerla sentir mal – se sinceró.

- Eso es lo que importa, Alba. Si ella te está dando la oportunidad, lo mínimo que puedes hacer es aprovecharla.

- Quiero hacerlo, de verdad. Nada me gustaría más que conocerla, que me conozca, demostrarle que detrás de la Alba que es un desastre insensible hay un persona con sentimientos que…

- ¿Que...? - la instó a seguir.

- Que está dispuesta a aprender a querer bien – susurró la rubia.

- ¿A querer? Eso son palabras mayores, Albita.

- A ver – cerró los ojos para aclarar sus ideas-. No es que la quiera, no puedo quererla porque no la conozco realmente, pero…

- Si lo que quieres es que esto tan único que tenéis tire hacia adelante, tienes que demostrárselo y darle algo de seguridad – sentenció Julia.

- Ayer, después del beso, no hablamos – le explicó-. Quiero que sepa que no me arrepiento, que me encantó, que quiero descubrir muchísimo más de ella, pero no sé cómo decírselo sin cagarla…

- Tienes su número, ¿no? – alzó una ceja la morena, con obviedad.

- Ay, Juls – se llevó las manos a la cara-. Dime que no soy una hija de puta por no alejarme y dejar que encuentre a alguien que le pueda ofrecer algo mejor que el cuadro que soy yo…

- Una hija de puta no se plantearía todo lo que te estás planteando tú, así que preocúpate de arreglar el cuadro de persona que dices que eres, rescata a tu corazón de su caja fuerte y cuando lo tengas en las manos, sabrás que es lo que tienes que hacer con él.

Alba se quedó muda ante esas palabras. Sentía que su amiga había dado en el clavo.

- Muchas gracias, Julia. Por todo – le dedicó la más sincera de las miradas, antes de despedirse.

Alba llegó a su casa sintiéndose muchísimo más ligera, pues la conversación con Julia había supuesto para ella un paso muy importante.

Tenía claro que no quería ser la persona que había sido hasta ahora.

Tenía claro que debía replantearse muchas cosas.

Tenía claro que tenía muchos errores que enmendar.

Tenía claro que no quería precipitarse, ni cagarla.

Y lo que tenía más claro de todo era que si Natalia Lacunza le había abierto la puerta, ella iba a tratar de ganarse la entrada a base de hacer las cosas bien.

- ¿Alba? – respondió la modelo a la llamada, extrañada.

- Hola, Natalia… - saludó al otro lado de la línea, mordiéndose el labio.

- Hola, Alba. ¿Va todo bien?

- Sí… Te llamaba para saber cómo estabas…

- ¿Cómo estoy? – se sorprendió-. Pues estoy bien, muy bien, la verdad. ¿Y tú?

- Bien, también… Muy bien - respondió con cierto nerviosismo.

- ¿Te pasa algo? Te noto un poco rara.

Se va a pensar que me arrepiento como no arranque. Y es lo último que quiero.

- Es que también llamaba para otra cosa.

- Dime – la instó la morena, a la que ya le sudaban las manos.

- Deja que te invite hoy a cenar, por favor, Natalia – suplicó, de carrerilla para no echarse atrás.

La modelo sonrió como una tonta, sin poder evitarlo.

Suspiró.

Esta mujer me va a volver loca.

- Está bien.

- ¿Sí? ¿Seguro? – sonó incrédula la fotógrafa.

¿Quién es esta persona adorable y dónde se ha metido la fotógrafa sin escrúpulos?

- ¿Me estás dando la opción de recular? – la picó un poco la morena.

- Eh… No, no. No quiero que recules. ¿Cenamos, entonces?

- Cenamos, Alba. Dime dónde vives y te paso a buscar.

La rubia sonrió en enorme al ver que Natalia también tenía ganas.

Se relajó al instante. La reciprocidad había hecho desaparecer unos cuantos miedos en su interior.

Al contrario que la otra vez, ese beso les había permitido dar un paso hacia adelante.

Y Alba lo quería disfrutar. Iba a dejar que Natalia la conociera y a hacer lo propio con esa mujer a la que se moría por descubrir.

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