Mi compañero de celda ©

By LeaahJones

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Algo muy tormentoso hizo que Annie Hope, a pesar de haber perdido a la persona que amaba, lograra encontrar... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14.
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21 maratón 1/2
Capítulo 22 maratón 2/2
Capítulo 23.
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Epílogo.
Amándote
wattys 2015
Nota importante
¡Por aquí de nuevo!

Capítulo 12.

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By LeaahJones

Parpadeo sintiendo mis ojos hinchados y bostezo. No quiero levantarme.

Blake está sentado al pie de la cama mirando hacia el suelo seriamente y jugueteando con sus manos. Quiero decirle un "Buenos días" para ser amable, pero está claro que decir eso, en este lugar, es una estupidez como un castillo de grande.

Me quedo callada, pues es lo más inteligente que puedo hacer. Me doy cuenta de que huelo fatal ya que el traje está muy sucio y ni si quiera me lo quité para dormir. Pobre Blake. No tengo ni idea cuánto tiempo se quedaría a mi lado en la noche, pero de seguro que lo tuvo que pasar mal por mi horroroso olor.

La alarma suena y se abren las puertas. Ambos salimos y voy directa a por la toalla y la pastilla de jabón; de paso, preguntaré si pueden darme un traje limpio.

Por suerte, me dan el traje y entro a las duchas donde me reúno con Yoa. Le sonrío levemente y esperamos a nuestro turno. La mujer que me molesta siempre, me mira con una sonrisa maléfica, tiemblo y miro hacia el suelo, ya que me intimida demasiado.

—Creo que nunca he amado tanto una ducha —le digo a Yoa, mientras me froto con efusividad el cuerpo. Saber que no volveré a oler mal me alivia muchísimo.

—Te entiendo —dice sonriendo, y echa la cabeza hacia atrás para enjuagarse el cabello.

Luego de frotar mi cuerpo, lo hago con el pelo. Cuando me aclaro, me envuelvo en la toalla y salimos para dejar que las demás reclusas también se aseen.

Nos vestimos en un pispas, y con la toalla quito algo de humedad del pelo, porque no tenemos mucho tiempo para ir a desayunar. Dejamos las toallas en el gran cesto y salimos de las duchas.

—Estoy esperando, señorita —me dice, con impaciencia. La miro confusa ¿De qué habla?

—¿A qué?

—Todas vimos el numerito que montaste ¿Qué pasó?

Suspiro, no quiero hablar de ello en estos momentos, quizá cuando estemos en el patio se lo cuente, sé que puedo confiar en ella pero no quiero que las demás sepan lo ocurrido.

—Luego te cuento —Yoa, asiente y entramos al comedor. Cogemos nuestras bandejas y hacemos cola, como siempre.

Me quedo anonadada cuando veo que nos han puesto leche en vasos de plástico y dos galletas de la marca María.

¡Genial!.

Sonrío inconscientemente y miro a Yoa, que también parece sorprendida.

Juntas vamos a nuestra mesa y nos sentamos. Hablamos de varias cosas mientras disfrutamos de nuestro maravilloso desayuno. Parece que hoy el día va a ser bueno, dentro de lo que cabe, pues la ducha y este desayuno me han subido un poco la moral.

Recogemos las bandejas y las dejamos a un lado. Reparo en las demás mujeres, hoy no han dejado absolutamente nada, claro que, cuando hay algo bueno, todas lo aprovechamos como es obvio.

Salimos al patio y nos sentamos en nuestro habitual sitio. Al igual que nosotras, los reclusos tienen sus mismos hábitos, no cambian lo que hacen diariamente.

—Venga, cuéntame —Yoa, me da un codazo. Me recuesto en la valla, suspiro y hablo:

—Vinieron a visitarme los padres de mi novio, o bueno mi ex novio, no sé que es realmente.

—Suegros... —ríe. Frunzo el ceño, pues yo no le veo la gracia por ningún lado —. Solemos ser muy pesados... Yo con el novio de mi hija, era muy pesada también. Pobrecito.

—No son mis suegros. Ya no... —le digo, con la mandíbula apretada.

—¿Te dejó por entrar a la cárcel?

—No, estoy aquí por lo que le hice a él —jugueteo con mis manos, nerviosa.

—¿Qué hiciste, Annie? —me dice, preocupada. El tiempo que llevamos siendo amigas, no me había llamado por mi nombre y eso me lo tomo como que esta vez, se ha dejado las bromas en su celda y está seriamente dispuesta a escucharme.

—Lo maté —susurro, dolida. Escucho un jadeo de su parte, para nada se esperaba eso. Estoy segura que pensaba que yo estaba aquí por cosas de drogas.

—Cariño, si es porque lo pillaste con otra chica... —la interrumpo, negando varias veces con la cabeza. Eso es una gran tontería, si fuese en ese caso, yo le había dado unos guantazos, pero no llegaría a ese extremo.

—Estaba enfermo —un nudo en la garganta, no me deja respirar. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás, para calmarme y tomar el asunto con tranquilidad —. Y prácticamente sus padres vinieron a recordármelo, eso es todo. Ahora si no te importa, no quiero seguir hablando de ello —añado, mirándola a los ojos. Éstos expresan tristeza, lo que me hunde un poco más. No debería de haber vuelto a hablar del tema, pero si me lo callo, quizá nunca pueda dejar ir a mis demonios.

—Está bien —asiente, y me da un beso en la frente. Le sonrío cálidamente, eso me reconforta y me hace sentir arropada, como si ella fuese mi madre.

El ambiente, se ha puesto un poco incómodo, ninguna hablamos y solo se escuchan a los demás hablar, reír...

—Me molesta que silben—dice, molesta, mirando hacia todos lados. La miro confundida, frunciendo el ceño ¿A qué viene eso? —. Me está haciendo daño en los oídos ¿Sabes?

No digo nada, pero sí que empiezo a escuchar que están silbando. Busco con la mirada al igual que Yoa, hasta que en frente de nosotras, encuentro al causante: Dylan. Ahora que lo he visto, hace un gesto con la mano para que vaya hacia ellos ¿Me está diciendo a mí?

Miro hacia mis lados para comprobar si no es para mí. Vuelvo mi vista a Dylan cuando no veo a nadie que le preste atención. Sigue haciendo ese gesto, hasta que mi mirada se encuentra con la de Blake, éste me hace el mismo gesto.

Vale, esto va conmigo.

—Es para mí —le informo, a mi amiga. Le hago un gesto con la cabeza para indicarle quién me reclama, y cuando lo ve, sonríe de una manera pícara.

—Ve.

—¿Y tú? Ven conmigo —le susurro, aunque no sé porqué lo hago, si ellos no me pueden escuchar.

—No, te espero aquí —asiento levemente, un tanto insegura.

—Ahora vengo.

Me levanto y voy hacia ellos, cruzando el patio un poco intimidada. Siento que las miradas están posadas en mí, aunque quizá eso no sea cierto.

Llego donde están ellos y me muerdo el interior de la mejilla, nerviosa.

—¿Qué pasa, Annie? —me dice Dylan, con una sonrisa.

—Nada ¿Por qué? —le respondo, preocupada.

—Era un saludo —se ríe, entre dientes. Inmediatamente, mis mejillas se ponen coloradas.

Si es que soy tonta.

—¿Quieres acompañarnos? —dice, metiendo las manos en sus bolsillos.

—¿Adónde?

—Cierra la puta boca, siempre hablas más de la cuenta. Es muy fácil decir un sí o un no. —esta vez, habla Blake, molesto como es de costumbre.

Me estremezco por la agresividad que hay en su voz. Me desconcierta de unas maneras inexplicables este chico. Puede pasar de ser la persona más odiosa, agresiva e insoportable, a ser un chico totalmente diferente a lo anterior. Debería mirárselo.

—Vale, llamaré a mi amiga —lo veo resoplar, porque no le gusta la idea y me giro para llamar a Yoa. Me da igual que le moleste, no la voy a dejar de lado para ir con él a dónde sea que quiera que vayamos.

—Vamos —murmura, pasando por mi lado y dándome en la brazo con el codo.

Bufo, se pone tan insoportable...

Junto con Dylan, cruzamos el patio. Ahora sí que puedo estar segura de que la gente nos está mirando. Parecen sorprendidos y, en cuanto Blake los mira, todos agachan la cabeza y vuelven a la suyo. Guau, me he quedado sin palabras para describir cómo reaccionan a una mirada de él.

Nos encontramos con Yoa. Me mira con confusión, mas no dice nada y caminamos siguiendo a Blake que, como no, tiene que ir delante. Tiene que ser más que nadie.

—¿Sabes adónde vamos? —me susurra, Yoa.

—A boxear —responde, Dylan, por mí. Sorprendida, enarco una ceja —. Aquí, a la vuelta de la esquina, hay un espacio para los presos que quieren hacer algo de pesas, artes marciales... —explica, sonriendo.

—¿En serio? No sabía que aquí les dejaban hacer algo así. Pensaba que lo de las pesas sólo eran en las películas —le digo, bastante incrédula.

Dylan suelta una carcajada: —Pues como comprobarás, no sólo existen en las películas, guapa —señala hacia el frente. Abro la boca, estupefacta. Era en serio. La mayoría eran hombres, sostienen en sus manos unas enormes pesas, otros practican judo... También hay tres mujeres entre ellos, y éstas, suben y bajan las mancuernas de una manera muy fácil y eso que parecen bastantes pesadas.

—Si no lo veo no lo creo. Y gracias —sonrío. Dylan hace un desdén con la mano para quitarle importancia.

—¿Te crees guapa? —ruedo los ojos, creía que no nos escuchaba, pero como la persona chismosa que todos llevamos dentro, él ha pegado la oreja para escuchar lo que hablábamos.

—Bueno, n... —me interrumpe.

—No lo eres, ven conmigo —se da media vuelta y retoma su camino.

Auch.

Voy detrás de él como si de un perro se tratase. Soy idiota, lo sé.

Blake habla con un guardia en lo que yo voy hacia él para alcanzarlo. Intercambia unas últimas palabras con él y va hacia una esquina. Lo sigo, de nuevo.

—¿Por qué me has traído aquí? —le pregunto, cuando por fin lo alcanzo.

—¿No querías que te ayudase? Pues eso es lo que voy hacer —sigue con de maldito tono de voz —. Ponte en guardia. Así —me indica, poniendo sus brazos a la altura del pecho y las manos a la de la cara.

—¿Boxeando? —digo, incrédula —. Yo no tengo ni idea de cómo hacerlo. Y te aseguro que no voy a pelear con nadie, no quiero entrar en el sitio ese otra vez.

—¿No me digas? —se burla. Quiero escupirle en la cara, por ser tan... Ya no sé ni cómo describirlo. Él me da un golpe flojo en las piernas y caigo de lado.

¿Qué hace este inútil? ¿Es tonto o se entrena para serlo?

—Creo que el concepto de boxeo, todavía, no lo has captado. —me burlo, muy molesta.

Se acerca a mí e inclinándose un poco, se acerca a mi oído y susurra:

—O espabilas o te espabilan.

Se me pone el vello de punta, boqueo como un pez sin saber qué decir, así que me levanto y me pongo enfrente de él, imitando su postura: Cabeza alta, mentón mirando hacia el pecho y los puños a cada lado de mi rostro, para cubrirlo de todo golpe. Sonríe de lado y asiente con la cabeza.

Me da unas cuantas instrucciones y después empieza a marcar unos movimientos para que los esquive. Es entretenido. A continuación, sus movimientos se hacen más rápidos y no logro esquivar muchos de ellos, me golpea - sin mucha fuerza, ya que me puede tumbar- en la cabeza, en el costado...

Lo miro a la cara, está disfrutando con esto ¡Ya podrá! Aumenta los movimientos y lo único que hago es retroceder, soy incapaz de esquivar todos los golpes.

—Para —le digo, agotada. No me hace caso y sigue. Menos mal que no me está dando fuerte, pero sí que los golpes son eficaces.

Gimo de dolor cuando me da un golpe en el estómago y me hace retroceder hasta que caigo al suelo, porque soy tan torpe que he tropezado. Me llevo las manos al lugar golpeado para que el dolor cese. Ese sí que lo ha dado con fuerza.

¡Se ha pasado tres pueblos!

Se pone de cuclillas a mi altura. Lo fulmino con la mirada.

—Eres un imbécil ¿Lo sabías? —le suelto, muy cabreada.

—Tenías que esquivar los golpes, así que la única imbécil eras tú, ¡ni si quiera te cubrías!

—¡Pero porque estaba cansada y te he pedido que parases! —replico.

—¿Si te están pegando y les dices que paren lo van hacer? —niego, lleva razón, pero ese no es el caso —. Exactamente.

—Yo no me voy a pegar con nadie y se supone que tú me ibas a enseñar. Lo único que has hecho es cebarte conmigo, eres un gilipollas —me levanto, ya harta de todo esto. No sé porqué confío en él, siempre me hace alguna.

—Repítelo otra vez —me coge de la muñeca con fuerza y tira de mí, pegándome a su pecho. Siento su aliento chocar contra mi cara. Su pecho, sube y baja; está enfadado.

Y no tiene porqué estarlo, no tiene motivos, él es quien me ha golpeado y eso, duele mucho más que un insulto.

Frunzo el ceño, pues me ha retado de nuevo. Me armo de valor y hablo:

—Eres un...

Me quedo estática ante su acción tan repentina. Me ha besado. Ojiplática lo miro, tiene los ojos cerrados y su mano está en mi cintura, enterrando los dedos en ella. Mi corazón late desbocado. Un escalofrío me recorre la espalda entera ¡¿Qué está pasando?! ¿Me estoy volviendo loca y estoy imaginando cosas? No, claro que no. Lo tengo aquí pegado a mis labios y yo no sé qué demonios hacer ¡Si hasta hace unos segundos estábamos discutiendo!

Se separa de mí. Jadeo, nerviosísima.Quiero gritarle, darle un guantazo, pero no logro articular palabra por elshock. Me ha pillado desprevenida. Me mira con una expresión que no logroentender y se va, dejándome como una tonta intentando descifrar que es lo queacaba de pasar. Blake Charles acaba de besarme sin razón alguna. Esto essurrealista.    

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