Depression 30.05.2020
Pude haber entregado mi alma.
Sólo para huir lejos
de esos pensamientos
que ostentan mi muerte,
como si de una premonición se tratase.
Pero nadie se adentraría a la boca del lobo
sólo para apreciar su reflejo ahogándose en un vaso de agua.
Y no puedo por mi propia cuenta.
Sólo soy un diminuto bote
perdido en el ancho mar.
Pero éste tiñe el color de mi sangre
y cabe en la yema de los dedos
de toda aquel demonio que resuena
y provoca eco en cada rincón de mi ser.
Éste no lleva calmas consigo.
Crea tsunamis.
Busca hundirme
hasta borrar todo rastro
de la ración de carne putrefacta
que fui en su día.
La marea sube.
Se adentra en mi pecho.
Tan sosiego
que me pierdo incluso a mí mismo.
La lasitud me mantiene estático
y esa avalancha de melancolía
está cegando mis esperanzas.
Ella me vuelve tan vulnerable
que no creo tener las fuerzas necesarias
para nadar y salvarme a mí mismo.
Y sí lo he intentado.
Pero la corriente me lleva a un vacío
y ya no veo motivo para continuar
yendo en su contra.
Haberme rendido
y dejar que ésta me guíe
rumbo a la nada
no es lo que más me mata.
Sino hundirme a la vista de todos aquellos
que salvé mientras se encontraban sumergidos
Hoy ríen
por ver el agua limpiando mis pulmones
y mi alma con ella.