7921

45 5 0
                                    


08.08.2021

Podría morder mi propio anzuelo,
apretar con más fuerzas mi lengua,
si eso pudiese llevarme lejos
del pesado cuerpo que no puedo arrancarme.

Estoy tan estancado buscando una salida.
A veces creo que mi único hogar
podría encontrarse a seis pies bajo tierra. 

Y no,
no quiero tirar al vacío
el jardín que recita clemencia al viento
en nombre de la flora ya marchita.

Diecisiete otoños acaparándola
dentro de la horma de carne
que disfraza mi augurio cementerio de emociones. 

Las sombras llaman a mi pecho.
Me sumerjo en pensamientos ,
vuelvo a encontrarme vulnerable a la vista de la luna.

Podría ir más profundo para que se adentren,
no veo porqué no ceder.
Una condena más.
Ya tengo un destino marcado.

Mientras me ahogo
en una avalancha de las lágrimas internas
que temen brotar y crean orbes grises en mis párpados,
siento cómo el dolor de cabeza se aproxima.

Éste busca inútilmente respuestas
en un pasado
que me empuja de un abismo infinit0. 

Y no puedo seguir soportándolo.
Las agujas del reloj avanzan,
mi pecho sigue palpitando
pero
mi piel es tan invisible para el mundo.


Tal vez
mi carne sólo es visible ante mis ojos
porque me miento a mí mismo
de que mi tacto aún es tangible.


Me mata la impotencia.
Porque puedo cargar las balas,
apuntar a mi cabeza,
pero no tengo el valor para tirar del gatillo.
Me mata de impotencia.
Porque todos nadan y yo me ahogo,
porque todos florecen y yo me marchito,
porque todos brillan y yo me apagué hace mucho tiempo.

Líricos de un adolescente deprimidoWhere stories live. Discover now