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By a-andromeda

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๐•ฎ๐–š๐–—๐–˜๐–Š๐–‰ ๐•ท๐–Ž๐–“๐–Š๐–†๐–Œ๐–Š | LINAJE MALDITO ยซ๐˜ข๐˜ฎ๐˜ข๐˜ณ ๐˜ญ๐˜ฐ ๐˜ฒ๐˜ถ๐˜ฆ ๐˜ฏ... More

CURSED LINEAGE
I
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XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
รREA GRรFICA
CONร“CELOS
AGRADECIMIENTOS

XI

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By a-andromeda

"La mariposa revolotea
como si desesperara
en este mundo.
"
—Kabayashi Issa.






                    En cuanto la reunión con los demás nobles terminó y antes de que Margery pudiera volver a sus aposentos, fue llamada para ir a los de su padre. En un principio se había puesto nerviosa, ya que las acciones de su progenitor ese día habían sido bastante extrañas para ella. No recordaba que su madre hubiera sido solicitada en dichos encuentros políticos y no estaba segura si eso había sido decisión propia de la reina o no.

Toda la vida se habían encargado de asegurarse de que su vida era una extensión de la de sus padres y que pronto, un tiempo que se estaba acercando a pasos agigantados, sería entonces también una extensión de la de su futuro esposo. Por eso mismo, se sentía confundida de cierta manera y su natural reacción interna estaba siendo dudar de lo que escucharía por parte del rey esa noche.

No sabía si se encontraría con más sorpresas de las que ya había recibido ese día, o si sería capaz de comprender lo que sucedería a continuación. Margery se sentía demasiado cansada, pero al parecer, sus deberes estaban lejos de terminar aún.

Siendo acompañada por Sarai hacia la recámara del rey, dos guardias le permitieron la entrada. Una vez ingresó, lo primero que vio fue a Eliastor sentado, tomando una copa de vino a un lado del mueble donde al parecer, tenía los pergaminos que habían estudiado momentos antes en la reunión. Se le veía muy concentrado en ello, tanto que sus expresiones endurecidas no habían hecho más que preocuparla.

La princesa entendía por primera vez que las guerras estallaban con rapidez cuando debían, sin embargo, eso no quería decir que su planeación no hubiese llevado tiempo y esfuerzo. Justamente eso era lo que estaba haciendo su padre: prepararse para lo inevitable, porque ya no había manera de detener el conflicto que se avecinaba.

—Padre... —Dijo la joven acercándose con cuidado, no queriendo parecer entrometida ni irrespetuosa.

Eliastor llevó sus ojos azules a los de su hija y su semblante se suavizó de manera considerable. Era una imagen un tanto extraña del hombre, puesto que era conocido por su seriedad y firmeza para regir. Ella y Pierstom habían tenido que ser testigos de primera mano de ello, aunque claro estaba que la con la reina, esa situación siempre fue bastante diferente.

—Margery —contestó el canoso, dejando la copa de vino sobre la madera oscura a un lado del mapa —. Estoy seguro de que tendrás muchas preguntas en estos momentos.

Ella asintió antes de volver a hablar.

—¿Por qué solicitaste mi presencia en el consejo de esta noche? —Inquirió la fémina, repasando sus ojos una vez más por los mapas, pero todavía atenta a los movimientos y expresiones de su progenitor.

El rey Eliastor lució una triste sonrisa en ese momento y ahí fue la primera vez que la princesa fue consciente de su edad. Finalmente veía lo que el peso de la corona de toda una nación había hecho en su padre, sin embargo, aquella vulnerable imagen pronto se perdió en cuanto el mayor carraspeo y echó sus hombros hacia atrás. Tal vez lo de mantener la imagen frente a los demás no era solo cosa de Caitriona.

—Tu madre cree que encontrarás a tu esposo por medio de tu clara belleza y gracia —contó con suavidad —, pero yo creo que encontrarás a tu compañero por medio de tu saber e ingenio.

Los ojos se Margery fueron disparados a observar los de su padre, incapaz de ocultar su expresión perpleja ante lo que acababa de escuchar. Sin duda, aquello la había sorprendido bastante.

—Esta noche hablaste sin miedo y con mucha convicción. No he visto eso en muchos reyes o nobles, hija mía. —El hombre tenía un brillo de orgullo, que la pelirroja no podía creer que llevaba tanto tiempo sedienta por verlo en los orbes de su padre.

» Ten en consideración los hombres cuyas expresiones en la reunión fueron de admiración más no de enfado, disgusto o indignación, Margery. Esos son los hombres con los que desearás casarte.

La joven mujer parpadeó varias veces seguidas, alguien en específico llegándole a la mente que, desde el primer momento escuchó todo lo que ella tenía para decir y la retaba a no quedarse callada como se había obligado a acostumbrar; más sacudió un poco la cabeza y decidió concentrarse, puesto que no podía estar fantaseando con algo que no era posible ni correcto. Aunque el tema del matrimonio la tenía cansada y desesperada y que, de alguna manera tuvo deseos de desafiar aquel destino, las palabras del rey en realidad sonaron fieles a su corazón.

Agachó un momento la mirada, insegura de qué decir a continuación a pesar de haber sido criada para saber qué contestar y cómo hacerlo cada vez que lo necesitara. Pero esa noche había dejado de ser formal y sentía que aquella lejanía entre ella y su rey, provocada por las estiradas costumbres de la realeza, se acortaba un poco y encendía una pequeña llama de esperanza en su alma solitaria.

—Reconozco que soy muy duro contigo y con Pierstom, pero lo único que tu madre y yo siempre hemos querido, ha sido prepararlos para la vida en la que han nacido.

Si Margery pudiera asegurar varias cosas en esos momentos, era que su padre se expresaba con un cariño que antes no había sido capaz de notar. Que Eliastor parecía ser mucho más observador y perceptivo de lo que aparentaba, y que su cabeza y corazón no estaban tan desconectados como ella lo había pensado por muchos años. Sin embargo, era muy claro que Caitriona era un cuento aparte, la princesa prefirió guardar la ilusión de que las razones de la reina eran compartidas en verdad con las del rey.

A pesar de que ya le hubiera dado más pruebas por las cuales no creerlo.

—Pronto abrirán las puertas al palacio, ¿verdad?

—Tenemos que hacerlo —contestó el hombre —. Será la única manera de saber quién ha traicionado nuestra confianza como para dejar que alguien se escabullera hasta atrapar a Emilianno. Algo que sucedió en narices de todos.

—Entonces... harán también el festín de compromiso —dedujo con voz ahogada.

—Margery —murmuró el hombre, posando una cuidadosa mano en el hombro revestido de su hija —. Pronto tendrás que dejar de ser mi princesa para pasar a ser la reina de otro hombre. No me perdonaría si no me permitiera decirte que estoy orgulloso de ti, a pesar de todo lo sucedido.

—A pesar de la maldición y lo que ésta ha provocado —completó.

Eliastor asintió y bajo la mano, relamiéndose los labios antes de volver a hablar.

—Las puertas a Mercibova se abrirán en menos de una semana y llegará el día en el que una decisión deberás tomar.

Las esquinas de los ojos de Margery comenzaron a picarle y su garganta se comenzó a cerrar, más resistió las repentinas ganas de llorar.

—Tú ya sabes con quién debería contraer matrimonio, ¿no es así?

—Cualquier rey sería bendecido con tenerte como esposa, su reina y madre de sus herederos, pero recuerda: es imposible conocer el alma, los sentimientos y las intenciones de un hombre hasta que se muestre experimentado en leyes y cargos. *

—Gracias —susurró después de unos segundos en silencio, sobre los cuales pensó sus palabras, pero ninguna pareció satisfacerla más que aquel sencillo y sincero agradecimiento.

—Una promesa es una promesa, hija: aquella decisión es solo tuya.



—Ya lo he decidido... ¡Me rindo!

Margery apenas escuchó esas palabras, seguido de un derrotado suspiro por parte de la rubia, frunció el ceño y se inclinó sólo un poco para observar el pedazo de pergamino que reposaba sobre la mesa. La explosión de colores que le dio la bienvenida le llamó la atención.

—¡Por supuesto que no! Esta muy bello —halagó ladeando la cabeza para ver la expresión de frustración en el rostro de Cirilla.

—Solo lo dices porque eres amable —refunfuñó cruzándose de brazos en su sitio. Sus llamativos rizos cenicientos bailaron al compás de su movimiento.

—No. Lo digo porque es la verdad —respondió enderezándose —. Además, a tu edad yo dibujaba peor —confesó con una media sonrisa.

Cirilla la miró y alzó una ceja, insegura de creer en las palabras de la princesa. La verdad era que no se podía imaginar un dibujo o pintura hecha por Margery que no fuera bastante buena. De hecho, dudaba demasiado que algún dibujo luciera como un revoltijo de lo que ella quería asegurar que eran las hojas de los árboles de los jardines del castillo, pero ya no lo podía corroborar con tanta confianza como en un principio había imaginado en su cabeza. Entre más miraba lo que acababa de hacer, más le recordaba a un estofado de verduras que a la misma naturaleza viva.

—¿Es verdad? —Preguntó Ciri girándose a ver al príncipe, quien descansaba bocabajo sobre uno de los cómodos muebles.

La pelirroja se había asegurado de tenerlo en la mira por los siguientes días, mientras su hermano se recuperaba de los dolores de cabeza y un corazón roto, solo que Margery no podía estar segura de cuánto tiempo le costaría eso al castaño oscuro. Debía ser bastante complicado para Pierstom tener que ver todos los días a Lord Ulysses y no poder hacer nada, ni siquiera pedir explicaciones, si es que las necesitaba, porque merecerlas era demasiado obvio.

Tom apenas e hizo un mínimo esfuerzo para alzar la cabeza y mirar a la hija de Geralt. La princesa agradecía que estuvieran encerrados, ya que si alguien más aparte de ella, Cirilla o Sarai lo vieran en ese estado, el pobre estaría en serios problemas y sería el nuevo tópico de conversación en La Corte, si es que no lo era ya.

—Déjame verlo —pidió a medias.

La rubia agarró su pergamino y se lo enseñó al hombre.

» Oh... ese es un gran estofado de...

—Son árboles —interrumpió la autora de la obra.

—Ese es un gran estofado de árboles, por supuesto —aseguró Tom, giñándole un ojo, antes de volver a dejar caer su cabeza sobre el reposa brazos del mueble, soltando un pequeño quejido.

—Te lo dije hace tres días y lo diré hoy también... soy pésima en esto —suspiró la menor volviendo a dejar sus materiales sobre la mesa.

Margery la miró con amabilidad y por un segundo estuvo a punto de llevar una de sus manos a la de Cirilla, pero se detuvo de inmediato, recordando que no llevaba guantes. Hizo su mano izquierda un puño y prefirió dejarla en su regazo.

—No tiene que salir bien la primera vez, la clave está en no rendirse. —Se quedó callada un momento, pensando qué más decir para animar a la joven —. Tal vez pueda mostrarte algunas cosas que hice antes. Tom las guarda por una razón desconocida para mí, de seguro para reírse un rato.

Ante aquellas palabras, Ciri sonrió y asintió animada, pero antes de que pudiera hacer algún comentario, el príncipe decidió irrumpir en la conversación.

—Los guardo porque son buenos.

Margery se volvió a verlo exasperada.

—¡Tom! Tienes que ayudarme aquí. —Pidió, aunque igual una sonrisa se le escapó al escuchar a la rubia reír desde su lugar.

—¿Qué? Luego me andas pidiendo que no mienta.

La pelirroja torció los ojos y miró el rostro de la niña con una expresión divertida.

—No le hagas caso, ni siquiera sabe dónde está.

Justo después de eso, las puertas a la biblioteca se abrieron y dieron paso a Geralt quien era seguido de Jaskier. Los dos hombres se acercaron. Mientras que el primero conservaba su rostro neutro y serio, el segundo tenía un ligero salto en su andar, demostrando su buen humor en el día. Parecían ser la perfecta cara contraria de una moneda.

Margery inhaló con fuerza y volvió su vista de inmediato a sus materiales artísticos, mientras que su hermano mayor, por primera vez en la tarde, se sentó como una persona decente en el mueble y miró con cautela al brujo. Era obvio que hacía tres noches él había estado borracho, pero eso no indicaba ninguna pérdida de memoria por su parte. La desconfianza era clara en sus rasgos tensos, más trató de ocultarlo por el bien del ambiente tranquilo del momento.

Desde esa noche, la princesa y Geralt no habían tenido oportunidad de volver hablar, aunque tampoco era como si la mujer supiera qué decir o cómo actuar después de lo que el hombre le había dicho en el pasillo, al pie de las escaleras. Se removió en su sitio y no se dejó desconcentrar por ninguna de las voces o palabras que eran intercambiadas. Después de todo, ella era buena en eso: en evitar personas en silencio para salir ilesa de algo que temía, deseaba y desconocía. Cada vez tenía reacciones más contradictorias.

Tratar de convencerse que lo que Geralt le había dicho no le afectaba era una gran mentira, pero era algo que mantendría oculto para sí misma.

—Vamos, entonces —concluyó Jaskier haciendo una seña y llamando la atención de Margery, después de que estuvo ignorando toda la conversación.

Cirilla asintió, pero antes de levantarse se detuvo y miró a Geralt. Después sus ojos verdes esmeralda se posaron en la postura incómoda de la pelirroja y un ceño se hizo presente en su aniñado rostro.

—Ay no... ¿Qué hiciste? —Preguntó volviendo a mirar al brujo.

Geralt frunció también el ceño.

—¿Algo que deba saber? —Inquirió Pierstom levantándose de su lugar.

—No —respondieron Margery y el hombre de ojos ámbar al mismo tiempo.

Jaskier y Tom se miraron entre sí con ambas cejas alzadas y expresiones dudosas en sus caras.

—Son malos mintiendo —dijo el bardo alzando la cabeza a los altos techos para luego asentir, como si sintiera lástima de su amigo y la princesa.

—Estoy hablando en serio —insistió Cirilla —. ¿Qué hizo él? —Volvió a preguntar, pero esta vez dirigiéndose a la mujer de cálidos irises marrones verdosos —. ¿Qué pasó?

—No ha sucedido nada malo, Ciri. —Trató de tranquilizar con una media sonrisa, a pesar de que era obvio que sus ojos se negaban a mirar a Geralt —. ¿Verdad... señor brujo?

—Verdad, su alteza —concordó el hombre, sin moverse de su sitio, aunque su vista sí estaba posada en la parte trasera de la cabeza de cabellos rojizos.

Tom refunfuñó y observó al peliblanco con cautela. Todavía no le daba razones para decir algo terrible, aunque sus sospechas comenzaban a consolidarse cada vez más y el preocuparse por su hermana era una segunda naturaleza para él.

—Por Melitele —dijo Jaskier pasándose ambas manos por el rostro —. Esto es lo más ridículo que he escuchado y eso es decir mucho, dado que paso demasiado tiempo con este. —Señaló a Geralt, quien como respuesta lo miró de reojo, una típica mueca de enojo deformando sus atractivos rasgos.

—Está bien, no hablen —suspiró Cirilla caminando hacia la salida, pasando a un lado del brujo a la vez que este cerraba los ojos y negaba suavemente con la cabeza —. Jaskier me contará todo.

—No lo haré —respondió el nombrado.

En ese momento Geralt se despidió y también tomó rumbo hacia los pasillos, pero al ver que su amigo no lo acompañaba se volvió para llamarlo.

—Jaskier.

—Adelántense, luego los alcanzo —anunció, a lo que el Lobo Blanco no le quedó de otra más que retirarse, casi a regaña dientes.

Cuando Margery escuchó las puertas cerrarse, se permitió respirar con mayor tranquilidad, antes de voltear a mirar al bardo.

—¿Necesitas algo? —Preguntó el príncipe.

—Sí, eh... —Se aclaró la garganta antes de enderezarse y sonreír —. Quería saber si su sirvienta ya tiene potenciales pretendientes.

Pierstom alzó el mentón y frunció el ceño, después ladeó la cabeza con duda y dio un paso para acercarse al castaño de ojos azules, mostrándose más alto y serio de lo esperado.

—¿Cuál es tu nombre, bardo?

—Jaskier —respondió, parpadeando confundido. Hacía más de dos semanas que había llegado a La Corte y claramente ya se había presentado ante el príncipe.

—Bueno, no importa. Te llamaré bardo de ahora en adelante. —Se cruzó de brazos y alzó una ceja, observando a Jaskier de pies a cabeza y viceversa —. ¿Cuáles son tus intenciones con mi amada y adorada Sarai?

Margery suspiró y dejó caer su cuerpo hacia atrás, reposándolo en el espaldar de su asiento. Había sido un pensamiento muy ingenuo de su parte creer que su hermano mayor se quedaría quieto o callado por más tiempo. Pierstom no se caracterizaba por ello.

—Quisiera eh... ¿acortejarla?

—Duda. Esa no es una buena señal —dijo el castaño oscuro con tono desaprobatorio —. Tu físico atractivo no te llevará a ninguna parte si tus intenciones no están en el lugar correcto, ¿verdad hermana?

La pelirroja abrió los ojos más de lo necesario y miró a su mejor amigo con impresión. ¿Cómo se suponía que debía tomar esas palabras? Si de algo estaba segura la princesa, era que Pierstom no decía nada sin alguna razón en específico, por más al azar que resultaran sus palabras y su manera de pensar. Aún así, decidió ignorar el sentido oculto de lo dicho por su hermano y se levantó de su lugar, poniéndose sus guantes que, como siempre, iban a juego con sus vestidos.

—Quisiera saber por qué estamos discutiendo esto. —Suspiró, antes de regalarle una sonrisa amable a Jaskier —. Puedes presentarte y tal vez darle Jazmín, es la flor preferida de Sarai. Sería un lindo toque —determinó con algo de emoción.

El bardo asintió agradecido, pero pronto volvió a estar serio e incómodo en cuanto vio la expresión del príncipe.

—Tal vez sea mejor que no te presentes.

—¡Tom!

—Pero esa también es una buena opción.

—¡Sólo...! —Margery suspiró, esperando así poder dejar la frustración que comenzaba a crecer en su interior con la actitud de su hermano, quien no cambiaba su postura ni mirada sobre Jaskier —. Llévale Jazmines, de seguro aceptará.

—¡Su alteza! —Interrumpió Sarai ingresando de golpe a la biblioteca, pero en cuanto vio a Pierstom y al bardo, se recolectó con rapidez y dio una pequeña reverencia.

Por el rabillo del ojo, la pelirroja notó la manera en que el cuerpo de ambos hombres se giró hacia la recién llegada, la cual no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba sucediendo segundos antes de que se presentara. Sus lacios cabellos dorados estaban todos en su lugar, más su expresión ansiosa le dijo a Margery todo lo que necesitaba.

—¿Sí, Sarai? —Preguntó la princesa, haciendo una expresión que sabía que solo su amiga entendería. Inclinó la cabeza y abrió los ojos, mirando hacia su hermano y a Jaskier por un segundo, antes de volver a posar su mirada en Sarai.

La sirvienta asintió con cautela y parpadeó, después se aclaró la garganta y se enderezó en su sitio.

—Su invitado la está esperando.

—¿Invitado? ¿Qué invitado? ¿De qué habla, Mary? —Cuestionó Tom volteándose hacia su hermana.

—Lo creas o no, querido hermano, tengo más amigos aparte de... ustedes.

El príncipe frunció el ceño con confusión, pareciendo una pequeña criatura que no sabía su camino de regreso a casa.

—No quero sonar como el peor ser del mundo, pero-

—Entonces no digas nada —le interrumpió la princesa —. Con su permiso, caballeros —se despidió caminando hacia su amiga, para salir del lugar.



¿Qué se suponía que hacían las personas cuando iban a amenazar a alguien y así, echarlo de La Corte? ¿Ofrecían algo de tomar? ¿Hablaban sentadas o de pie? Quizás tenía que hacer todo junto y por partes... porque no era correcto ir directo al punto, ¿verdad? ¿Era siquiera correcto amenazar a otras personas?

Margery apenas podía creerse sus propios pensamientos en esos momentos, mientras caminaba de un lado a otro en sus aposentos. En cuanto se le había ocurrido esa idea, no había podido dejar de repetirla en su cabeza una y otra vez, esperando que, de un segundo a otro, algo en su interior le indicara que eso era algo que no debía hacer, más no sucedió. Tampoco tenía oportunidad para dar vuelta atrás, porque apenas escuchó los golpes en la puerta, supo que tendría que continuar con lo que se había propuesto.

—Su alteza —volvió a saludar Sarai —. Lord Ulysses está aquí.

—Déjalo pasar.

Apenas la rubia asintió, se hizo a un lado y dejó que el hombre ingresara al espacio. Sus cabellos negros azabaches y su piel bronceada, a juego con unos ojos mieles claros, llamaban la atención de manera automática. Margery no sabía si podía culpar a su hermano por haberse sentido atraído hacia ese hombre en primer lugar, pero sí reconocía que Pierstom debió haber sabido las consecuencias.

Lord Ulysses se veía un tanto nervioso al haber sido citado a las recámaras de la princesa, tanto que la pelirroja por un momento sintió esa conocida compasión y empatía extenderse en su interior, sin embargo, decidió ignorarla y mantuvo su rostro sereno e impasible. Le hizo una suave seña para que el hombre tomara asiento y Sarai le ofreció una copa de vino, la cual aceptó algo reacio. Era claro que sentía cierto temor hacia ella y Margery no podía dejar pasar la razón obvia de su maldición.

Y por segunda vez en su vida, la usaría para beneficio.

—Es bueno saber que se siente mejor, su alteza —dijo el pelinegro. Su voz salió pareja y educada —. No se le ha visto mucho alrededor.

—Gracias milord. Necesitaba descansar unos días.

En otras palabras, cuidar del corazón roto de su hermano mayor.

La fémina sonrió y le indicó a Sarai que se reitrara. Una vez la sirvienta salió de los aposentos de la princesa, cerrando la puerta detrás de sí, Margery volvió sus verdosos ojos hacia los orbes mieles de Ulysses. Claramente, el hombre ya casi no podía ocultar su incomodidad, pero la pelirroja no tenía tiempo para fijarse en eso. Si sobre pensaba más las cosas, entonces terminaría haciendo nada.

—No recuerdo si estuviste esa noche, la del incidente con el príncipe Emilianno —comenzó a hablar, tratando de sonar lo más casual posible mientras ella misma se servía con cuidado una copa de vino.

No llevaba guantes a propósito, aunque sabía que no se atrevería a acercarse más de lo necesario al ojimiel. Todavía no necesitaba que el pobre saliera corriendo, a pesar de que sabía que eso era lo que él quería hacer, sin duda alguna. El gesto nervioso de removerse en el mueble era una señal suficiente ya.

—Sí, su alteza. Había estado en... una reunión con Pier- con el príncipe —se corrigió y Margery pudo jurar que Ulysses se atragantó con su propia saliva.

—Oh bueno, entonces sabes de qué trata La Maldición del Naranjo Seco y lo que sucede con —aprovechó ese segundo para tomar un pequeño trago de su copa —, las víctimas.

Ante sus últimas palabras, el hombre se levantó de un salto de su sitio, apretando con fuerza la copa, que estaba perfectamente llena y que todavía se negaba tomar un sorbo. Su cuerpo se había tensionado bastante, pero la princesa tuvo la audacia de lucir confundida ante la actitud de su invitado y lo miró también con desaprobación. Ella dejó su utensilio y se levantó con total elegancia, sin perder los estribos, justo como estaba a punto de hacer Lord Ulysses.

—Su alteza, creo que yo debería-

—Sentarte —completó la mujer por él, una cínica sonrisa, que sabía que la hacía parecerse mucho más a su madre, se dibujó en su rostro —. Ha sido de mala educación lo que acaba de hacer milord, pero comprenderé su actitud por ahora... más no comprenderé su razón por haber ofendido al futuro rey de Mercibova. ¿Tiene alguna idea de lo que sucede con las personas que hacen eso?

El pelinegro acató las órdenes de la mujer y volvió a tomar asiento. Tenía la espalda recta y Margery sabía que él estaba listo para salir corriendo si lo llegaba a necesitar. Lo anterior había sido un acto de reflejo, pero lo que continuaría sería totalmente provocado.

—No, su alteza.

—Está bien. Es exilio o la muerte —dijo con simpleza —. Es bastante grato para mí saber que ya has visto lo que soy capaz de hacer para proteger a mi familia. Cuando el confinamiento termine, sería bueno que tomara unas vacaciones fuera del castillo y Lyriton. —Había preferido seguir de pie, porque no se sentía capaz de moverse con cuidado, por lo que se plantó en su lugar —. Unos cuantos años le harían bien. O para siempre, que también es una opción, por no decir la única.

Una expresión de estupefacción se hizo presente en el rostro del pelinegro.

—¿A-acaso eso es una...?

—Sugerencia, por supuesto. —Se atrevió a volver a interrumpirlo, a pesar de saber que no era lo que se suponía que una dama debía hacer.

Y como si quisiera hacer énfasis en sus palabras, entrelazó sus dedos, unos con otros en la parte anterior de su cuerpo, provocando que la atención de Ulysses fuera a parar en sus delicadas, pero letales, extremidades descubiertas. Su movimiento fue lento y con intención de recordarle al hombre que estaba en clara desventaja ante ella, no solo por su posición, sino porque su propia vida peligraba.

Pasaron unos cuantos segundos en silencio y el hombre trató de relajar sus hombros, pues todavía no podía estar seguro si las palabras de su princesa eran reales o no. Jamás había tenido una imagen así de ella, a pesar de siempre haber sido temeroso con la maldición. Pero la mujer que estaba de pie ante él no parecía estar bromeando y tenía una firmeza que se atrevería a halagar, justo como lo había hecho ante el rey después de la reunión en que la mujer estuvo presente.

Margery, al notar que no estaba logrando lo que se había propuesto, hizo un show de acercarse al ojimiel, tomó la copa que él dejó abandonada y se la ofreció. Sabía de antemano que Lord Ulysses no la tomaría porque ella no tenía sus manos revestidas en guantes, ni siquiera el vestido que tenía puesto tenía las típicas mangas largas.

—Se ve un poco pálido, milord. ¿Tal vez un poco de vino le ayude? —Ofreció, pero cuando no recibió respuesta alguna, volvió a dejar el recipiente en la mesa —. Creo que el campo es la mejor opción y ambos lo sabemos.

Y sin decir ninguna otra palabra, Lord Ulysses se volvió a levantar del mueble, la mandíbula apretada junto a una mirada que Margery no supo interpretar. Al principio parecía como si fuera a decir algo más, empero se quedó en silencio y terminó saliendo disparado fuera de la recámara de la princesa. Sarai, quien esperaba pacientemente en los pasillos, chasqueó la lengua, sus ojos azules siguiendo la figura del moreno hasta que se perdió de su vista y entró al lugar.

—No se veía contento —comentó cerrando las puertas con suavidad.

La princesa soltó un suspiro y se dejó caer de manera pesada sobre el mueble. De un momento a otro se había comenzado a sentir abrumada y cansada, pero no podía pasar por alto la sensación de alivio que recorrió su cuerpo al saber que la razón por la que Pierstom se había vuelto a desconcentrar, no volvería a pisar la piedra del castillo.

—Valdrá la pena. De eso estoy segura.

—¿Necesitas algo?

—No, sólo... aire fresco estaría bien.



La noche ya había caído de lleno en Mercibova. Después de una silenciosa e incómoda cena en compañía de sus padres y sus hermanos, Margery había emprendido un silencioso camino de regreso a sus aposentos, para dar por terminado su día. Había librado de sus labores a Sarai más temprano de lo esperado y como la tensión había bajado de manera considerable, ahora se permitía andar en tranquila soledad por los pasillos de su hogar.

Agradecía en el fondo que Lord Ulysses no se hubiera presentado más, como si el mismísimo mundo se lo hubiera tragado de repente, justo cuando cruzó las puertas para salir de su habitación. Ella todavía no estaba segura si lo que debía estar sintiendo a continuación era correcto o normal, pues sus emociones estaban tambaleándose entre el alivio y la culpabilidad.

Lo que la princesa había hecho esa tarde no era conocimiento de nadie más que de Sarai y ella misma, por lo que no era algo que pudiera conversar con su hermano o cualquier otra persona. Su amiga rubia se había ofrecido para que se pudiera desahogar, pero Margery se negó, cambiando el tema y contándole que tenía un nuevo pretendiente en su larga lista.

La razón de haber decidido tragarse aquel ligero malestar era porque no se creía con el derecho de volver a hablar del tema, porque no se sentía capaz de repasarlo nuevamente en su cabeza. ¿Será que después de haber pensado de esa manera y haber amenazado a Lord Ulysses, no hacía nada más que parecerse a la reina? ¿O quizás el no poder sentirse del todo bien era porque de repente había dejado de ser una buena persona para manejar al otro a su favor?

Se sentía confundida. Después de todo, estaba convencida de haber hecho lo necesario, aunque ya no sabía si clasificarlo como algo correcto.

—Princesa.

Margery pegó un salto y se volvió hacia la fuente de la voz, encontrándose con Geralt.

Y con tremenda naturalidad y facilidad, su corazón empezó a acelerar sus latidos apenas sus ojos conectaron con los irises ámbares del peliblanco.

—Buena noche, señor brujo.

Si no fuera por la tenue luz de los pasillos, la pelirroja podía jurar que una mueca de inconformidad se había hecho presente en el rostro masculino. Aun así, culpó a las sombras que se proyectaban en la cara ajena y esperó con paciencia a que el otro volviera a hablar.

—Tengo algo que mostrarte. —Dicho eso, hurgó en su armadura y sacó un pedazo desgastado de un pergamino —. La primera vez que lo vi tallado en uno de los árboles del Bosque de las Sombras, no le puse la atención debida. Luego lo empecé a ver en todos los troncos.

La mujer esperó a que lo escrito fuera mostrado ante ella, pues se negaba a acercarse o a inclinar su cuerpo hacia el de Geralt, temerosa de lo que su mente, la cual parecía nublarse cuando lo tenía cerca, se desconectara de su cuerpo y un desagradable accidente sucediera. El hombre sí dio un paso cerca a ella, pero respetó la distancia y acercó el pergamino, enseñando el símbolo que estaba dibujado.

En cuanto los ojos de Margery se posaron en la amarillenta superficie, decorada con signos entrelazados, unos ondulantes y otros afilados, formando un triángulo bastante conocido para ella, sintió que el corazón se le caía a los pies. Aguantó la respiración e instintivamente llevó una de sus manos enguantadas a su hombro derecho. Casi podía sentir la cicatriz quemarla a través de las gruesas y llamativas telas de su vestido, como el terrible recuerdo de largas noches encerrada en la Torre Norte.

Geralt, notando la extraña reacción de la pelirroja, la miró confundido y hasta preocupado.

—¿Reconoces este símbolo? —Preguntó a pesar de ya sospechar la respuesta.

Sintiendo sus ojos picar, la princesa parpadeó varias veces seguidas, tratando de alejar las lágrimas que amenazaban con rodar por sus, ahora sonrojadas, mejillas. Apartó la vista del dibujo como si no fuera capaz de seguir observándolo o si aquella no tan inocente imagen quemara su vista y sus orbes fueron a parar en la expresión preocupada del brujo. Si no hubiera estado tan ocupada tratando de regular su respiración y mostrar recolectada y falsa calma, quizás habría tenido tiempo de notar la forma en que su corazón saltó al verlo mirarla de esa manera.

—No —contestó y volvió a emprender camino hacia sus aposentos, dejando a Geralt atrás.

Agitó sus manos en dirección a su rostro, tratando de ventilarse mientras que comenzaba a casi correr de regreso a uno de sus refugios. Esperaba poder estar sola, pero sus deseos fueron ignorados de repente cuando escuchó los afanados pasos de alguien más siguiéndola. No tenía que voltearse para saber de quién se trataba, pues el tintineo de la armadura y su potente presencia fueron toda la respuesta que ella necesitó y odió.

Sin embargo, no había nada que él pudiera hacer para ayudarle a superar lo que parecía ser un nuevo ataque pánico.

Apenas divisó las conocidas puertas de su habitación, no dudó en correr hacia ellas, pero se detuvo a unos pocos pasos antes de llegar.

No había nadie.

No había absolutamente nadie custodiando el lugar. Ni siquiera los candelabros estaban encendidos. Había estado tan metida en recuerdos tormentosos que no había notado antes que el espacio estaba totalmente oscurecido.

—Geralt... —Dio un paso hacia atrás y se volvió a verlo.

Lo encontró más cerca de lo esperado, solo que su expresión se había endurecido y tenía el ceño fruncido. El hombre miró a su alrededor, inspeccionando con cuidado los rincones más cercanos, para asegurarse que en verdad no había nadie. Era ventajoso que los brujos tuvieran una buena visión en la oscuridad, por lo que Margery confió de manera ciega cuando él determinó que estaban solos en su totalidad.

—Espera aquí —indicó silenciosamente.

La mujer solo asintió y dejó que el peliblanco abriera poco a poco las puertas que permitían la entrada a su recámara, a la vez que una de sus manos se dirigía hacia la empuñadura de una de sus espadas. Geralt estaba seguro que lo que fuera que estuviera sucediendo era obra del hombre, puesto que su característico medallón no parecía detectar tampoco nada fuera de lo que se podía considerar como normal.

En cuanto terminó de empujar las puertas y se permitió una visión clara de los aposentos de la princesa, ésta soltó una exclamación y caminó hasta quedar a un lado del brujo. Sus ojos verdosos y pintados de terror bailaron por todo el desastre que tenía ante ella. Todas sus pertenencias habían sido volcadas y destruidas casi que por completo.

—No hay nadie —confirmó Geralt ingresando, observando la destrucción con una mueca molesta en su rostro.

—N-no entiendo —dijo Margery, paseando sus ojos también alrededor, horrorizada con lo que encontraba —. ¿Por qué alguien haría esto?

Aunque hubiera hecho una clara pregunta, no esperaba que fuera contestada, por lo que caminó por el espacio, cuidando de no tropezar, aunque estaba resultando algo complicado. Trató también de encontrar alguna razón a sus interrogantes, y la única persona que se le vino a la mente fue al hombre que había amenazado esa misma tarde y su cabeza comenzó a darle vuelta. Dio varias vueltas en su lugar, buscando una manera de comprender la situación hasta que sus ojos captaron algo que desentonaba por completo con todo el caos de la habitación.

Era una solitaria rosa de pétalos rojos posada sobre el destrozado colchón de su cama. Sus llamativos colores resaltaban y hacían un escalofriante contraste con las dañadas sábanas blancas.

—Princesa...

De inmediato llevó sus asustados ojos a la figura del rivio y lo encontró sosteniendo algo en sus manos enguantadas. Ahora, sin importar si trastabillaba o no, sintió la terrible necesidad de estar cerca de él, temerosa de que algo saltar en medio de la oscuridad, aunque el hombre había asegurado que no había otra presencia. Apenas llegó a un del hombre, llevó su mirada a lo que éste sostenía y leyó unas claras palabras de una frase cuya letra no reconocía.

"Pronto nos veremos."






Esto se ha pusido un desastre.jpg

¿Algún alma caritativa que todavía siga presente? (a este paso escribiré lo mismo en todos los capítulos xdd) ¿Qué tal les ha parecido el capítulo? Hace rato necesitaba una dinámica con todos reunidos y solo me hace amarlos cada vez más *-*

Déjenme decirles que todo va a ir downhill de ahora en adelante.
Margery y Geralt poniéndose de acuerdo para ser pendejos y mentir lo obvio *inserte emoji de payaso* Ciri se va a poner en modo Enola Holmes jajajaja
¿Qué creen que deba hacer la princesa después de encontrar tremenda sorpresa? ¿Será que sí fue obra de Ulysses o alguien más está detrás?

Espero que les haya gustado y nos leemos pronto.

¡Feliz lectura!





a-andromeda 

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