Si No Veo Tus Ojos [Corrigien...

By gelyqv

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Camila sufre una enfermedad que le hace ver el mundo de una manera distinta, lo que la lleva a sufrir una dep... More

Bienvenid@s
SI NO VEO TUS OJOS.
CAPITULO 1
CAPITULO 2
CAPITULO 3
CAPÍTULO 4
CAPITULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPITULO 9
CAPITULO 10
CAPITULO 11
CAPITULO 12
CAPITULO 13
CAPITULO 14
CAPITULO 15
CAPITULO 16
CAPÍTULO 17
CAPITULO 18
CAPITULO 19
CAPITULO 20
CAPITULO 21
CAPITULO 22
CAPITULO 23
CAPITULO 24
CAPITULO 25
CAPITULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPITULO 29
CAPITULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPITULO 39
CAPÍTULO 40
La carta de mi padre
GANAMOS
CAPÍTULO 42
CAPITULO 43
CAPITULO 44
CAPITULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPITULO 49
CAPÍTULO 50
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS

CAPITULO 41

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By gelyqv

Vencer uno de mis miedos más grandes, fue todo un reto. No sólo era enfrentarme a los jueces y a esa multitud que no dejaría de seguir cada uno de mis pasos y movimientos, era tener el valor para saber qué podía con ellos y más, entender que mis rivales eran buenos, pero que yo también lo era, era sobre todo poder moverme en el escenario con lo reducida que estaba mi vista, y no conforme con eso, hacer contacto visual tanto con los jueces, como con mi guitarra, que por más que la conociera a la perfección debía verla un par de veces para asegurarme de estar haciendo lo correcto.

Había olvidado por completo y pasado a último plano el hecho de que Mason había desaparecido por unos días, estaba feliz con tenerlo ahí conmigo, abrazándome, felicitándome, pudiendo tocarlo y sentirlo conmigo.

Por eso cuando se despidió de mí y que nos veríamos luego no le tome demasiada importancia, pero al día siguiente volví a lo mismo, sin tener noticias de él, llamándolo y que mis llamadas fueran enviadas al buzón.

Iba a volverme loca, necesitaba saber que era lo que estaba pasando por esa cabecita y ese corazón que lo sentía más mío que de él.

Agradecía que Marcus por todas las cosas que estaban pasando en su vida en ese momento no estuviera mucho por casa, porque sabía muy bien que notaría algún cambio en mi ánimo.

Quería salir, ver dónde estaba, hablar con su padre, o con quien sea, pero no pretendía quedarme de brazos cruzado viendo como la persona que yo quería se iba a alejando de mi vida poco a poco, y con algo atorado que aún no salía de su ser.

Pero todo se saldría de mis planes al ver a Marcus llegar tan repentinamente con una cara que nunca le había visto en mi vida.

Había llegado el día en que me daría un golpe de frente con la brecha en mi corazón que había olvidado, esa que estaba oculta, que dolía pero que ignore mandándola al fondo. El destino tenía planeado para mí una verdad que me daría una bofetada. No sé si era para entrar en razón de que no podía vivir en paz o esa que me decía…

¡Date cuenta rápido, para que más rápido la sanes!

Pero intentar sanarla me dejaría débil, y eso ni el destino ni mi cabeza lo sabían, porque cuando llegó un golpe más, estaba más débil y distraída que nunca.

La cara que tenía Marcus me puso alerta, no era normal verlo así, por lo que me puse de pie como un resorte al verlo entrar.

—¿Que sucede? —Sus ojos se posaron en mi y me vio aún más sorprendido.

—Camila yo… —no podía ni hablar —¿Donde está mamá?

Su evasiva me puso más alerta, siempre había hablado conmigo sin ningún problema y mucho menos ne había evitado. Mi madre no estaba, fue al supermercado por unas cosas y me dijo que no tardaría por eso yo no me dispuse a salir esperando a que regresara, en parte eso me detuvo.

—No está Marcus, fue al súper, ¿Que pasa?

—Necesito hablar con mamá —insistió

—Ya me preocupaste, y me vas a decir lo que pasa en este mismo instante —sentencie

—Yo no creo… no creo poder —eso me asustó muchísimo más.

—Pero Marcus… ¿Que puede ser tan grave?

—Papá.

En cuánto esa palabra de cuatro letras salió de su boca, esa que mis labios se habían obligado a no volver a decir desde que se marchó, quedé de piedra, inmóvil, sin saber siquiera que contestarle o preguntarle.

—¿Qué… que con él? —tomé el valor de preguntar.

—Murió.

Mis ojos casi se salen de sus órbitas, mi corazón se saltó un latido y sentía que iba a explotar, sentí un nudo extraño en la garganta e inconsciente o no, mi mandíbula comenzó a temblar.

¿Cómo?
No entendía nada.

Las personas morían a diario, pero cada uno de los casos tenían una razón, y la mayoría de ellas era enfermedades o asesinatos. La idea de que fuera la última me ponía los nervios de punta, porque yo nunca supe que él estuviera enfermo además de la enfermedad que compartíamos, pero esa no era mortal, por lo que mi mente comenzó a procesar miles de opciones.

Pero como siempre, nada de lo que podía creer que pasó fue así.

—¿Cómo?

Fue lo único que pude articularle a mi hermano que aún seguía hasta más ido que yo.

—Se… se… —apenas pude percibir cuando mi hermano trago duro.

—¿Se queeee? Marcus —me exaspere.

—Suicidó.

Justo ahí, justo ahí mi mundo se vino abajo, esa brecha que yo había olvidado y que no me había preocupado en sanar termino por abrirse más, y mi corazón comenzó a cada tanto saltar los latidos de lo ya dañado que había quedado, las heridas sanadas de un golpe comenzaron a escocer sin yo poder evitarlo.

Parecía un chiste de mal gusto, justo cuando alguien me había sanado, cuando mi corazón por más preocupado que estaba, se encontraba mucho mejor que antes, pero olvide una herida, y el destino, la realidad o lo que sea me había dado una cachetada.

—No, no, no, no, no —comencé a jalarme los cabellos con desespero —Eso no puede ser —Caminaba de un lado a otro

—Camila —mi hermano intento tocarme.

—¡NO! —grité —Y una mierda, eso no puede ser cierto, ¡NO! —estaba temblando.

Entonces cuando menos lo pensé la puerta de abrió, mi madre estaba en la entrada viendo la escena frente a ella muy sorprendida, y justo detrás de ella estaba él.

¿Que hace aquí? Me pregunté frunciendo el ceño confundida pero no le di la importancia que en realidad en ese momento no tenía.

—¿Qué pasa?

—Mamá —dijimos Marcus y yo al unísono.

Marcus tenía la vista pérdida, y yo ya no pude controlar las lágrimas y mis mejillas se humedecieron, lo que puso a mi madre un poco más alerta.

—¿Alguien me va a decir que es lo que pasa?

—Papá —fue lo único que dijo Marcus, justo como lo había hecho conmigo.

—Dime que no, dime qué no Marcus Lewis —repitió mi madre un poco desesperada.

Me confundí como nunca, pero de inmediato todo tuvo sentido. Ella lo sabía, los dos estaban al tanto de lo que pasaba, siempre supieron de él, y suponía que para mi madre sacar tal conclusión significaba que sabían más de lo que yo creí en ese momento.

—No puedo decir eso mamá —se acercó a ella y la abrazó..

—NOOOOO —el alarido que dio mi madre hizo estremecer a quien aún se permanecía detrás de ella con los ojos demasiado abiertos.

Caí de rodillas, nunca creí que algo así pasaría, los recuerdos que tengo de él son de una persona fuerte, implacable e invencible.

¿Cómo podía una personas así acabar con su vida?

No pude retener más los sollozos que escaparon de mi boca, la mitad de mi vida no estuvo, y tuve un concepto muy mal de él, y solo de pensar que nunca intenté saber de él, como estaba, porque se había marchado sin pensar en mí, en Marcus o en mi madre, me hacían sentir miserable.

Esa Camila que quedó despues de que se marchó que anhelaba saber de su papá, del papi con quien quería hablar, sentarse en sus piernas, abrazarlo y llenarlo de besos, que le diera todos los consejos que un padre le daría a su hija, y que la mirara mal cuando hiciera algo no debido, ya no estaba, esa Camila se esfumó cuando creció y se dió cuenta de porque él nunca estaba o preguntaba por ella.

Pero eso nunca quitó ese vacío de mi corazón, ese que poco a poco fui empujando al fondo, y tapando la brecha que dejó en el con cualquier otra cosa, y a pesar de todo yo no podía dejar de anhelar a un padre en mi vida,no obstante, el hecho de que no hubiera movido ni un dedo para que de sus labios saliera una explicación, un lo siento o por lo menos un rechazo,solo lograba que yo misma me viera como un ser… un ser capaz de sentir amor de hija hacia la persona que le dio la vida.

Y el que estuviera muerto me partía el alma, la Camila qué quería a su padre siempre con ella salió a flote y exploté, lloré, lloré en silencio, no me creía digna de llorar por una persona a la que nunca me importó darle una oportunidad.

Después de unos minutos en el piso, llorando tan callada por la cobardía de mi padre al acabar con su vida de tal manera, sentí unos brazos rodeándome, esos brazos que conocía muy bien, pero que hacía mucho no me rodeaban como lo estaban haciendo en ese momento.

Me tense, pero él no tenía la culpa, y la que alguna vez tuvo, ya le había quitado ese peso tan grande encima. El aroma que Daniel desprendía me recordó lo reconfortante que era estar entre sus brazos.

—Camila —escuché la voz de Marcus —Papá dejo ésto para ti —tendió en mi dirección un sobre blanco, que podía apreciar que decía algo por fuera, imaginaba que era mi nombre.

—¿Para mí? —dije intentando levantarme, pero Daniel al darse cuenta me ayudó, y aún no decía palabra alguna.

—Dice tu nombre —tomé el sobre y corroboré lo que mi hermano decía.

Mi corazón una vez más siguio saltandose latidos, mis ojos se llenaron otra vez de lágrimas y yo, yo me sentí una vez más tan miserable que me daba hasta pesar leer la carta, saber que siempre me tuvo presenten y yo solo decidí olvidarlo.

—Hija… —mi madre intento hablar conmigo y yo solo me di la vuelta comenzando a subir los escalones tan lentamente que me dolía cada paso que daba al saber que al llegar a mi habitación tendría que leer las palabras que Marco Lewis había dejado para mi.

Al llegar y hacer el esfuerzo de abrir la carta, y darme cuenta que eran varias hojas porque las letras debían ser lo suficientemente grandes para que pudiera leerlas solo me hizo llorar más, sabía que lo hacía para facilitarme la tarea, lo que me confirmaba que siempre me tuvo presente y que a pesar de lo que había hecho yo me sentía una mala hija, y más al darme cuenta que Marcus si tuvo las agallas y el corazón de buscarlo.

Querida hija…

Comencé y ya nunca más pude parar de llorar por él.

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