Hablarán De Ti Y De Mi [CLEXA...

由 PalmeraVanti

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Clarke Griffin esta finalizando la carrera de secretariado ejecutivo y consigue la mejor oportunidad laboral... 更多

¿Y ésta quién es?
JaneCG y Lexa
4 "Lo siento" 2 Encuentros de manos y 1.000 Sensaciones
¿La secretaria o la escritora? ¿Habitación o café? ¿Traje gris o negro?
Jefa - Empleada
¿Dos días para qué?
Va por dentro
El sabor de un beso
Otro beso robado
¿Quieres una jefa?
Sígueme el juego
Elixir
Así sabe un Cinnamon Dolce Latte
Un orgasmo como analgésico
Tanta vida de repente
Una buena explicación
Un pasado doloroso
****** --- ACLARACIÓN--- ******
El crujir de un corazón ajeno
Celos con sentido
Zumos que prometen despertar sobresaltos emocionales
Flores de papel
Segunda oportunidad con chocolates y flores de papel en mano
Coronación al amanecer
Atracadora de reinos prohibidos

Vas a despertar a la galaxia con tus gritos

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由 PalmeraVanti


Clarke POV

Durante el viaje hasta < Guarded > mantuve una conversación activa con Lexa, la cual comenzó con mi referencia a su nuevo capítulo, pero rápidamente se abrieron camino otros temas, siempre que se trataba de ella cualquier tema era digno de tocar y en este caso fue el turno de mi soledad.

Me preguntó cómo me había encontrado la primavera y nuevamente, con una simple pregunta, la realidad volvía a alcanzar mi rostro con su palma abierta. Dos miserables días atrás, podía jurar que la primavera encontraría al fin por primera vez mi jardín a punto de florecer, pero, dos días le bastaron para secar esas tierras y volverlas desérticas una vez más.

Respondí con un simple < Sola > que acompañé por un emoji riendo, el cual pretendía ocultar que esa resultaba una respuesta sinceramente dolorosa. Buscando que no interrogara mucho sobre el tema le retruqué la pregunta y para mi sorpresa respondió con un < Igual >, al leer su respuesta mi vientre reaccionó con una sensación que se asimilaba bastante al aletear sin rumbo de miles de mariposas, definitivamente podría regalarme la primavera.

Debía disimular las ganas que se hacían cada vez más presentes por indagar sobre el tema, ocultando la desesperación le comenté que no había bebido mi café de todas las mañanas, pero lo que había sido una conversación sin pausas hasta el momento se cortó al no recibir una respuesta de su parte.

Agradecí al chofer en cuanto aparcó en las puertas de la empresa, bajé y al ingresar desde la entrada pude divisar a Raven adentrándose al elevador con sus manos cargadas.

 Sube hasta la terraza Clarke. 

La observé bastante confundida y luego empezando un pequeño trote para conseguir ponerme a su lado conseguí hablar — Espérame. — Pero en cuanto estuve a la altura del elevador noté como éste ya había cerrado sus puertas y comenzaba su ascenso.

No tenía más que esperar a que volviera a planta baja para subir hasta la terraza como Raven me lo pidió.

 ¿La terraza? Maldición. — Lo que menos deseaba en ese momento era subir a aquel lugar.

Volví a mirar la pantalla del móvil notando como Lexa había visto mi último mensaje y no me había otorgado una respuesta. Suspire profundo mientras mis ojos se tomaban el atrevimiento de bajar sus párpados, eligiendo no ser cobarde y volviendo a arriesgar con el temor a perder latente, me lancé al vacío con un mensaje donde le preguntaba si el Cinnamon Dolce Latte seguía en pie, pero lo único que recibí de su parte fueron nuevamente dos punzantes tildes azules.

Ladee mi cabeza en pequeños movimientos negativos, había saltado al vacío sin seguridad y con las alas rotas, no quedaría más que juntar las partes y elegir acariciar el asfalto con mis pies de ahora en adelante, siempre.

Guardé el móvil en el bolsillo de mi vaquero y repetí el suspiro con los ojos cerrados, pero esta vez con más esfuerzo.

No hizo falta llamar al elevador, Raven se encargó de enviarlo directamente, por lo que ingresé, rápidamente marqué el < PB > con el corazón latiendo pesadamente en mi pecho. Observé los números ascender en la pequeña pantalla notando como mi boca se secaba, mis pensamientos volvían a reproducir sin piedad cada una de las palabras que habían salido de su boca allí arriba y acompañadas con su rostro preocupado en alinear su maquillaje sobre el espejo dolía un poco más.

El elevador se detuvo y mi corazón hizo lo mismo cuando notó que las puertas comenzaban a separarse, pero rápidamente recuperó su funcionamiento y comprobó que sus reflejos eran instantáneos cuando sus pulsaciones se dispararon al divisar a Alexandria Jasmin del otro lado.

¿Que clase de jugada maléfica resultaba ésta dónde mi propia amiga se aliaba con la mujer encargada de secuestrarme el corazón? Ese corazón que ahora andaba a ciegas por la vida, incapaz de percibir cualquier otra mirada que no contara con sus matices únicos e inigualables.

Mi reloj perdió unos segundos en su mirada, apoderándose de la voluntad de mi razón, sus ojos brillaban al saberme posada en ellos, sin ninguna intención de alejarme del camino que terminaría por mostrarme su alma a través de sus pupilas.

Pero el repentino achinar en sus ojos me hizo saber que uno de los gestos que más me podían en ella estaba dando inicio por encima de su mentón y no pude retener el deslizar de mis ojos hasta encontrarse con esa sonrisa que comenzaba a abrirse camino en sus labios.

Su boca se curvó con elegancia y mi corazón se esposó a cada una de las líneas que formaban su sonrisa.

Aún con la mirada embobada en la forma tan exquisita de sonreír que tenía, pude divisar un movimiento algo nervioso en sus hombros que se extendía a lo largo de sus brazos, con dificultad mis ojos descendieron hasta sus manos y las encontraron sosteniendo una pequeña caja y un grupo de flores de colores varios.

Ese tren que un día había llegado por sorpresa, deteniendo su marcha en las puertas de mi estación y volviéndola solo una más del montón, volvía a arribar en aquel destino con la ventaja de conocer cada detalle de la parada.

Nuestra corta historia comenzaba a resonar en mi interior, interpretada en tonos menores y mayores. Mis ojos volvieron a buscar los suyos y la música se convertía en una lenta balada, de esas para bailar con los brazos entrelazados a la cintura de la persona indicada mientras descansas tu rostro en su pecho y descubres como su pulso se convierte en la melodía de tu vida.

Perpleja ante su hermosa imagen observándome con aquella irresistible sonrisa, mi mente comenzó a barajar palabras, pero no conseguía formar ninguna frase. Ante mi aparente duda el pecho de María Lucía se llenó de aire y comenzó a realizar pequeños y cortos pasos que culminarían por colocarla a solo unos pocos centímetros de mi.

El sudor atacando las palmas de mis manos y los enjambres de mariposas enjaulados al fin liberados, teniendo como único destino mi vientre. Mi boca pidió saliva y mi organismo cumplió sus órdenes en el momento exacto que su perfume rondaba con sigilo mi espacio personal.

Sin decir nada me tendió la caja y las flores, con sus dos brazos extendidos en mi dirección, gesto con el que creí descubrir el poder de sus arrebatos sobre mi.

Con las manos temblorosas tomé sus regalos pero sin alejar nuestras miradas siquiera un segundo, una vez más me esforzaba por leer la suya y repitiendo sus respuestas anteriores, sus ojos me mostraban la pureza de lo nuestro.

Dio media vuelta y caminó hasta una elevación de concreto donde esperaban dos vasos de café, aprovechando que su movimiento le impedía divisarme, mis pupilas se recrearon al observarla con descaro. La forma como caminaba derrochando seguridad en cada uno de sus pasos, moviendo sus caderas al compás de las agujas del reloj, dejando una estela con su aroma al que sin dudar muchos seguirían con los ojos vendados sin importar que viniera luego; entre esos aventureros, yo.

Tomó los vasos y se volvió a girar para caminar nuevamente hacia mi. La controversia de unos pensamientos cargados de lujuria y pecado, ¿Verla marchar o verla llegar?

Unas clavículas perfectamente delimitadas que te incitaban a morderlas, un escote que poco le dejaba a la imaginación y esas manos, joder esas manos rodeando los vasos con el ángulo justo.

Que difícil decisión, casi tan difícil como si te obligaran a elegir a uno de tus padres. De cualquiera de las dos maneras jugaba con mis sensaciones como le venía en gana, observarla al marchar para luego verla regresar, tan tentadoramente provocativo como doloroso.

Toma. — Me tendió la infusión y no esperó respuesta de mi parte, caminó hasta los barrotes de la terraza, descansando su cuerpo contra los mismos.

Marcha todo lo que quieras. — Luego de darme el lujo de recrear mi vista a la altura de su cintura una vez más, caminé a su lado haciendo algo de malabares con las tres cosas que tenía tenia en las manos.

Hice uso de uno de los pilares que separaban los barrotes, coloqué sobre él la caja de chocolates y la descubrí inhalando con fuerza en cuanto ese delicioso aroma llegó hasta mí.

En una de mis manos coloqué con delicadeza el café y dos chocolates entre los dedos, con la otra sostuve el ramo de flores de papel. Caminé hasta colocarme a su lado y rompí su conexión con el horizonte cuando ubiqué frente a su mirada mi mano con la infusión y los chocolates.

Toma uno. 

Sonrió de lado, cogió el que se encontraba más cerca suyo y le dedicó un mordisco bajo mi mirada expectante.

El efecto de una cámara lenta que ya había tenido la oportunidad de apreciar con ella volvía a lentificar sus movimientos, sus dientes trozaban el chocolate con suma delicadeza y mi bajo vientre comenzaba a arder.

Ladee la cabeza borrando esos pensamientos, ubiqué mi mirada en el horizonte y le dediqué un mordisco al chocolate para luego beber un sorbo de la infusión. Deliciosa combinación, chocolate y café, casi tan deliciosa como ella.

Esperé en silencio que diera el paso, si estábamos nuevamente solas en ese lugar gracias a su repentina conexión con mi amiga, debía ser ella quien explicara el motivo.

Pero su silencio resultaba tan persistente como el mío, cuando la observé de reojo mantenía el chocolate casi intacto en su mano, su mirada se veía realmente perdida en algún punto del cielo y la tensión en su mentón se mantenía firme.

Gracias. — Rompí con el silencio que ya comenzaba a fastidiar.

De nada. — Cuando pensaba que además de centímetros nos separaría un profundo silencio se dignó en volver a hablar — Diría que lo siento, pero creo no equivocarme al decir que no es lo que esperas oír. — Moví mi cuerpo buscando sus ojos y los encontré con el miedo formando parte de su mirada.

No pude evitar que mis facciones mostraran algo de desinterés ante sus palabras, había dañado mi orgullo y lo sabía muy bien, tanto que pensaba que pidiendo disculpas no haría nada; estuve a punto de responder cuan acertado resultaba su comentario, pero mi forma de mirarla indiferente pareció afectarle y cuando sus ojos se inundaron el arrepentimiento me ganó la pulseada.

Una disculpa si es sincera no puede recibir a cambio un rechazo. — Respondí, y cuando sus labios dejaron escapar un suspiro supe que realmente estaba sufriendo con toda esta situación.

La pude oír sorber por la nariz, mis ojos buscaron sus manos al notar que hacían a un lado el café y el chocolate, temblaban como un cuerpo vistiendo pocas prendas en una noche de invierno y fingiendo una firmeza que no tenían se sostuvieron de los barrotes.

No he sido sincera, yo no quería que esto sucediera, yo no... _

¿Qué es lo que no querías que sucediera? — Pregunté, con mi corazón alistándose para afrontar la respuesta que vendría.

Sus manos temblorosas abandonaron aquel trozo de metal y siguieron el movimiento de su cuerpo que buscó colocarse frente a mi, en cuanto la suavidad de su tacto llegó a mis manos, estas respondieron de inmediato, sudando, hormigueando, necesitando.

No te imaginas el miedo que me nació en la manos cuando pensaron que jamás volverían a disfrutar de la suavidad de tu piel. — Lo dijo contemplando aquella unión y su voz se oía quebrada. Elegí callar, si abría la boca terminaría por perdonarla mucho antes de que se explicara — Perdón, no quería desviarme. — Ladeó su cabeza y unió nuestras miradas — No quería hacerte sentir como lo hice, soy cobarde, demasiado cobarde ¿Qué puedo hacer para remediarlo? Para volver a jugar a las miradas y los acercamientos mientras sin darme cuenta me voy rindiendo y entregando a ti. 

— Podrías comenzar por explicarme por qué lo hiciste, por qué después de que sintiera que atracaba en tu mundo de la manera correcta, me lanzaste fuera, cerrando puertas y ventanas. —

Mi mirada pareció pesarle demasiado y nuevamente rompió con el contacto buscando el suelo — Esto... Esto no es lo que mis padres quieren para mi. 

¿Es lo que tu quieres para ti? — Se limitó a asentir sin mirarme y continué con una nueva interrogación que la invitaba hablar — ¿Y eso no es suficiente?

Suprimió sus labios en una línea, luego los relamió despertando mis ganas de volver a sentirlos sobre los míos y al fin abría su boca para hablar — No es tan sencillo ¿sabes? Mi familia es una familia de negocios, de imagen, de apariencias. La apariencia lo es todo para ellos, el que dirán ¿sabes el daño que puede causarle a mi padre si en lugar de los negocios que consigue cerrar su hija se hable de su sexualidad? 

¿Sabes que se debería hablar de los negocios que generes y que tu como mujer logres llevar adelante una empresa de esa magnitud sin importarles que haces en tu intimidad, verdad? Que el mundo continúa aprendiendo, que poco a poco comienzan a comprender que con quién una esté en la cama no cambia lo que somos como personas, nuestros ideales siguen firmes. 

¿Y si no lo comprenden? — Me miró con los ojos cargados de sal y mis brazos comenzaban a necesitar abrazarla.

Lo comprenderán, tarde o temprano lo harán. Cuando se den cuenta que las bocas ajenas se cansaron de hablar de tus conquistas amorosas y comienzan a apreciar tus logros. Cuando descubran que María Lucía sigue siendo la misma llegando a la cena familiar de la mano de un hombre o de una mujer, que da igual. Cuando en el peor de los casos al haberte perdido sientan la necesidad de recuperarte y te acepten así, tal cual eres, con la sonrisa más bonita del mundo, con los ojos sinceros y tu sexualidad libre sin ataduras. 

Volvió a sorber por la nariz y sus labios esbozaron una tímida sonrisa. Sus manos buscaron mi rostro y rápidamente su aroma acercándose conquistó a mis sentidos, obligando a mis ojos a cerrarse, dejándose llevar por las sensaciones que su tacto provocaba.

Pero a mí manual de instrucciones de la confianza la vida le había arrebatado algunas páginas y en cuanto sentí sus labios llegar, rozando con delicadeza mi boca me alejé, con mis labios doliendo y mi corazón odiándome.

Sus párpados se abrieron y sus ojos me divisaron al instante a solo unos escasos centímetros, la duda en ellos era evidente al igual que el pedido de una explicación.

Te entiendo, de verdad lo hago, pero... — Suspiré profundo antes de continuar — ¿Por qué no elegiste hablarlo antes? Yo hubiera comprendido, yo hubiera estado contigo, pero elegiste lastimarme, elegiste... — Esta vez eran mis ojos los que se cristalizaban y la voz entrecortada me dificultaba poder continuar hablando — Elegiste hacerme sentir muy pequeña. —

Si tan solo pudieras verte como yo te veo, mirar a través de mis ojos, descubrirías lo grande que te haces ante ellos. 

Mirándola no podía negarme a creerle, mi mente se hacía la fuerte y mi corazón temblaba ante la tentación de volver a dedicarle su arritmia, pero no podía hacérsela tan fácil, no después de cada palabra hiriente que había brotado de sus labios.

Vale. —Sonrió entendiendo mi respuesta como una afirmación y se abalanzó una vez más a mis labios, esta vez con mayor seguridad.

Pero detuve su llegada con la palma de mi mano. Su cálida respiración sobre las yemas de mis dedos despertaron el hormigueo en mi bajo vientre y la tentación de dibujar su forma con mi índice fue más fuerte; perdió la confusión que se había apoderado de ella al notar que el encuentro con mis labios volvía a resultar imposible una vez más gracias a mi, y sus ojos se cerraron durante el recorrido de mi dedo sobre su boca, su respiración se volvió más pesada, separó sus labios tentándome a dar una vuelta más y así lo hice, esforzándome por recuperar el aire que mis pulmones habían perdido durante el primer viaje de mi índice.

A mis tiempos. — Conseguí soltar con los labios ya secos y mis pupilas gozando de cada movimiento.

De un movimiento cambié mis dedos y ahora era el pulgar el encargado de circular por la ruta de sus labios mientras el resto de mi mano descansaba sobre el lado derecho de su mentón.

A tus tiempos. —Afirmó con los ojos aún cerrados.

De un veloz movimiento al que fui incapaz de adelantarme, el interior de su boca atrapó mi pulgar completo, el calor y la humedad que lo rodeaban dispararon mis pulsaciones despertando de una bofetada a mi entrepierna. Con mi dedo aún siendo prisionero de su boca abrió los ojos y me miró fijamente, comenzó a soltarlo con un movimiento tan lento que se asimilaba a una caricia mientras su traviesa lengua se sumaba al juego volviendo a la sensación de suavidad más exquisita.

A tus tiempos. — Volvió a repetir cuando mi pulgar había abandonado el interior de su boca pero aún continuaba rozando sus labios.

¡Mierda! Resistirme para fingir ser fuerte iba a resultar más difícil de lo que imaginaba.

Me dedicó una sonrisa cargada de picardía y desconectó nuestras miradas comenzando a caminar en busca de su café, nuevamente sus caderas jugaban con mi imaginación en cada movimiento.

Descansó su cuerpo de espaldas a los barrotes y sus labios esbozaron una sonrisita mientras troceaban el chocolate, los movimientos de su boca eran lentos y medidos, su mirada provocadora y desafiante. Acepté el desafío y decidí doblar la apuesta. Caminé hasta su altura notando como sus ojos no eran capaces de decidir cuál zona de mi fisonomía apreciar, uní nuestras miradas a solo unos pocos centímetros de distancia y cuando sus labios se separaron consiguieron que me esforzara más por mantener el autocontrol.

Sus pupilas actuaban como un espejo devolviéndome mi reflejo, permitiéndome apreciar la tentación que mi rostro demostraba, llevó nuevamente el chocolate a sus labios y cuando sus dientes lo aprisionaron aleje su mano de el.

Inmóvil, con el trozo de concentración de azúcar entre los labios, sus pupilas atacaron a su iris robándole mayor espacio. Su mano temblaba bajo mi tacto, la mía respondía de la misma manera al suyo. Procurando mantener la respiración calma y con los latidos de mi corazón resonando en cada rincón, acorté la distancia que separaba nuestros rostros y atrapé con mis labios el trozo que sobresalía de su boca, rozando intencionalmente sus labios al hacerlo.

Sonreí victoriosa cuando al distanciarme la encontré con los ojos escondidos detrás de sus párpados y sus labios sutilmente separados.

Mi paladar se perdió por un instante en el disfrute del sabor pero no le impidió a mis piernas comenzar a moverse, sus ojos se mantendrían cerrados unos segundos más, bien sabía yo de los efectos de esa sensación, por lo que caminé velozmente para que cuando al fin volvieran a brillar con intensidad esos dos luceros que dominaban mi cielo, me encontraran dentro del elevador.

Sus astros asomaron lentamente, los pintó con acuarelas cuidadosamente en mi lienzo de azul sobre gris que fingía un cielo perfecto, pero que de perfecto no tenía nada, si a la luna llena o a los rayos ultravioletas no los acompañaba su mirada. Ahora sí mi cielo era perfecto, avivando las ganas de contemplarlo.

Sonrió con picardía y ya no era un trozo de chocolate lo que aprisionaba su puño entrecerrado, en esa suave palma rodeada por sus perfectamente delimitados dedos se encontraba mi corazón y yo solo deseaba una cosa, que lo cuidara, que lo protegiera del frío con su calor y que ejerciera la fuerza justa para se sintiera acogido, que si volvía a afilar y cerrar sus garras no podía asegurar que volviera a latir.

Miradas silenciosas que se dicen todo, que gritan lo que los labios callan, que ejemplifican los sentimientos del alma y dejan entrever las desfachateces del deseo.

Te esperaré. — Sonrió y con ese gesto desestabilizó mis piernas y alteró mi organismo.

La única respuesta que le otorgue fue una sutil sonrisa que pareció ser suficiente o al menos así lo demostró la suya explayándose. Las puertas del elevador dieron fin a las miradas y con una mano sobre el pecho comprobé como los latidos atacaban con vehemencia.


Lexa POV

Sus ojos se clavaron en los míos y esta vez no dolían, su efecto se asimilaba bastante al de una caricia y una vez más volvían a reflejar sus sentimientos. Nuevamente volvía a observarme de aquella manera y al notarlo no puede contener la sonrisa que se dibujó en mi interior hasta tomar forma física en mis labios.

Sus pupilas abandonaron mi mirada y recorrieron con parsimonia el puente de mi nariz hasta detenerse en mis labios. Su mirada ardía a la distancia, quemaba en cada zona de mi cuerpo, tan culpable del deseo como de lo incontrolable del mismo para mi organismo.

Pero su dulce manera de mirarme no era suficiente para conseguir calmar la ansiedad, mis brazos comenzaron a jugar nerviosos con los regalos que Raven había recuperado de los desechos.

< ¿Por qué demonios Raven había hecho algo así? > Una pregunta a la que le encontraría una respuesta luego.

La sonrisa en mis labios se mantuvo firme y decidida, convencida en poder rendirla una vez más consiguiendo su perdón.

Sus ojos volvieron a deslizarse recorriendo el mismo camino en reversa y al volver a encontrarme con aquella insuperable mirada mis latidos acelerados se auto-dedicaron suyos. Pero el silencio en sus labios dolía casi tanto como las lágrimas que había conseguido que deslizaran por sus mejillas allí mismo un día atrás.

Clarke no diría nada, eso estaba claro. Sentir el peso de revertir una situación de tanta importancia para mi me dificultaba hasta la respiración, cargué mis pulmones y comencé a acercarme, lentamente, para terminar frente a frente.

Con cada paso disminuía la distancia que nos separaba y al mismo tiempo incrementaba el poder de su aroma sobre mi organismo, lo ponía del revés y cada sensación se sentía deliciosa, a mis piernas se les dificultaba la coordinación y mi entregado corazón como un tonto diplomado lo disfrutaba.

Conservando el silencio puse a su disposición la caja de chocolates y el pequeño ramo de flores de papel, con las manos temblorosas evidenciando el miedo a su respuesta. Sus ojos me analizaron y yo les permití hacerlo, sabía que la respuesta que tendrían para ofrecerle los míos sería la que buscaba.

En cuanto tomó los obsequios fui por las infusiones buscando no verme vulnerable, aunque siendo sincera, con ella a centímetros oliendo aún mejor que café recién molido, mi vulnerabilidad resultaba evidente.

Volví a girarme hacia ella y no pude evitar sonreír al verla contemplando mi figura, el descaro de sus pupilas encendía las ganas de atrapar sus labios con los míos.

Toma. — Le tendí el café y luego me volví hacia los barrotes.

Ignoré su mirada, la cual estaba segura que seguía descargando sus intenciones sobre mi cuerpo y esperé a que se colocara a mi lado para que el momento de la confesión llegara.

La inseguridad atacó sin piedad y mis pensamientos comenzaron a barajar miles de cientos de explicaciones a mi reacción el día anterior en esa misma azotea, en todas y cada una de ellas la imagen de mi padre se desintegraba ante los ojos de Clarke.

Mi mirada se perdió en el horizonte sin punto de contemplación alguno y cuando su mano se hizo presente en el panorama pidiéndome que tomara uno de los chocolates, los latidos se volvieron más lentos y pesados, el miedo aumentaba de nivel pensando en la posibilidad de no obtener su comprensión.

Le dediqué una sutil sonrisa ladera, hice caso a su pedido y comprobé que el chocolate sabía tan bien como aparentaba.

Cuando me di cuenta mis ojos nuevamente se habían perdido en algún punto del cielo y mi silencio demostraba la duda y el temor.

¿Qué le diría? Esa era la pregunta; debía ser realista, pero no tanto, decir la verdad, pero con cierta cautela y obviando determinados detalles. De algo estaba segura y era de mantener la imagen positiva de mi padre frente a ella, no solo para que no odiara a su jefe por obligarnos a distanciarnos, sino porque por un motivo que no tenía muy en claro dentro de mis pensamientos, cuidar la imagen de mi padre era importante para mi.

Pero ninguna palabra tenía intenciones de brotar de mi boca, ninguna convencía a mis labios para ser pronunciadas.

Gracias. — Se atrevió a romper con el silencio y yo se lo agradecí con un suspiro de alivio.

De nada. — Ahora si había llegado el momento de hablar, no podía desaprovechar la oportunidad que me había otorgado siendo la encargada de romper el silencio — Diría que lo siento, pero creo no equivocarme al decir que no es lo que esperas oír. —Mientras ponía en palabras esa idea di un giro de noventa grados esperando la coalición con su mirada que daría inicio en unos breves segundos.

Su cuerpo comenzó a moverse y a mi me costaba la vida intentar controlar la respiración que se detuvo en cuanto sus pupilas alcanzaron las mías. Su mirada reflejó lo que tanto temía, indiferencia.

La había cagado, vaya si la había cagado, su mirada me lo gritaba en un silencio doloroso. Sentí a mis ojos ahogarse en un mar de agua salada pero no eran capaces de abandonar su posición sobre los de Clarke.

Una disculpa si es sincera no puede recibir a cambio un rechazo. —

Mis pulmones se dispusieron a soltar el aire que con tanto esfuerzo habían contenido, mis manos temblaban consiguiendo que dudara de sus capacidades de sostén, por lo que hice a un lado el café y el chocolate para luego cerrarlas sobre el barrote.

Contuve el llanto que tenía intenciones de ser liberado y hablé — No he sido sincera, yo no quería que esto sucediera, yo no... 

¿Qué es lo que no querías que sucediera? — Preguntó con su voz sonando en un tono no tan convincente.

Mis manos abandonaron aquel frío metal y buscaron las suyas, disfrutando de cómo el calor que desde allí nacía se esparcía a grandes velocidades por todo mi cuerpo.

No te imaginas el miedo que me nació en la manos cuando pensaron que jamás volverían a disfrutar de la suavidad de tu piel.  El poder de su tacto sobre el mío conseguía desviar mis pensamientos — Perdón, no quería desviarme. — Ladee mi cabeza buscando aclarar mis pensamientos y continué — No quería hacerte sentir como lo hice, soy cobarde, demasiado cobarde ¿Qué puedo hacer para remediarlo? Para volver a jugar a las miradas y los acercamientos mientras sin darme cuenta me voy rindiendo y entregando a ti. 

— Podrías comenzar por explicarme por qué lo hiciste, por qué después de que sintiera que atracaba en tu mundo de la manera correcta, me lanzaste fuera, cerrando puertas y ventanas. —

Y ahí iba mi sinceridad no tan sincera, explicándole que no era lo que mis padres querían para mi, obviando la ridícula escena de mi padre con amenaza hacia su persona incluida. Pero como siempre Clarke resultaba hábil a la hora de retrucar y sin dudarlo escupió un punzante — ¿Es lo que tu quieres para ti? — Qué de tan punzante consiguió sellar mis labios para otorgarle una afirmación en silencio — ¿Y eso no es suficiente?

Le brinde una respuesta, esa que con tanto esmero mis padres habían incrustado en mis neuronas desde pequeña sin piedad y su respuesta resultó una de las cosas más maravillosas que había oído jamás.

Que mujer valiente. — Se repetían una y otra vez mis pensamientos mientras contemplaban con admiración la manera de entender la vida que Clarke tenía. Si todos la entendiéramos como ella no necesitaríamos morir para creer en el paraíso, lo encontraríamos en la vida misma al convivir junto a la persona amada sin miedo a ser juzgados por ello.

Cada una de sus palabras acariciaban mi alma y me convencían en intentar luchar, luchar por mi, por ella, por lo nuestro.

Sonreí con timidez y acariciando su rostro busqué unir nuestras bocas, pero mi intención se perdió en ella misma cuando Clarke se alejó buscando que al unión no sucediera. Abrí mis ojos y la miré buscando una explicación, aunque internamente creía conocerla.

Te entiendo, de verdad lo hago, pero... — Suspiró y luego continuó — ¿Por qué no elegiste hablarlo antes? Yo hubiera comprendido, yo hubiera estado contigo, pero elegiste lastimarme, elegiste... — Sus ojos comenzaron a brillar y mi pecho empezaba a oprimirse deseando no volver a verla llorar — Elegiste hacerme sentir muy pequeña. —

Si tan solo pudieras verte como yo te veo, mirar a través de mis ojos, descubrirías lo grande que te haces ante ellos. 

Cada una de mis palabras iban cargadas de sinceridad, con mis sentimientos explícitos en ellas, con mi verdad más pura buscando conseguir su confianza.

Vale.  Respondió con algo de frialdad y yo entendí su respuesta como una autorización al beso errónea.

Detuvo mi envión con sus dedos sobre mi boca, la exquisita sensación de vigor que me recorrió entera se depositó en mi zona más sensible y cuando empezó a mover sus dedos siguiendo la forma de mis labios mis ojos se cerraron automáticos con mi organismo entero solamente preocupado por el disfrute de esa sensación. Respiración pesada y pulmones exigiendo el ingreso inmediato de oxígeno, labios separándose en busca de beneficiar el ingreso ¿O buscando provocar a Clarke? Sus dedos volvieron a realizar el recorrido confirmando que lo que mi acción buscaba era continuar sintiéndola.

A mis tiempos. — Soltó en un suave murmullo.

Su mano se movió en mis labios, sus dedos sobre mi mentón y ahora era su pulgar el que trazaba la forma de mi boca, sensaciones que podría percibir toda la vida sin que la cotidianidad pesara.

—  A tus tiempos. — Confirmé sus palabras.

Sin pensármelo mucho realicé un rápido movimiento con el que conseguí atrapar su pulgar entre mis labios, conservando la posición abrí los ojos y busqué los suyos, con nuestras miradas conectadas comencé a soltarlo lentamente procurando que mi lengua lo humectara provocativamente.

A tus tiempos. — Remarqué cuando su pulgar ya estaba fuera.

Le sonreí en modo juguetón y me giré en busca de mi café, procurando mover las caderas incitando a sus ojos y recreando sus intenciones.

Si ella quería que fuera a sus tiempos, sería a sus tiempos, pero yo me divertiría en tentarlos a acortarse. Mordí el chocolate tan lento como pude, dejando que deslizara en mis labios mientras mis ojos se divertían sumándose a la provocación.

Y cuando pensaba que llevaba demasiada ventaja en el juego Clarke realizó una jugada de gran puntuación y se colocaban hábilmente en la delantera. Caminó hasta mí y mis ojos vivían una disputa interna por la decisión de que parte disfrutar al posarse, con nuestras pupilas hablándose en silencio volví a morder el chocolate pero esta vez no me permitió terminar la jugada, su mano alcanzó la mía y mis pulsaciones se dispararon con ese pequeño roce, mis latidos se volvieron incontrolables cuando la vieron acercarse y se detuvieron abruptamente al sentir el roce de sus labios sobre los míos.

La sentí alejarse pero no fui capaz de abrir mis ojos, literalmente un acercamiento de su parte me dejaba boba. Lentamente mis párpados comenzaron a separarse y la encontraron dentro del elevador observándome, con el deseo evidenciado y perfectamente controlado.

Te esperaré. — Le sonreí y ella respondió con otra sonrisa que descolocó a mi corazón dentro de mi pecho.

*

La semana transcurrió con acercamientos por parte de ambas que no terminaban por concretarse gracias a Clarke, cada que yo buscaba atrapar sus labios se resistía, con esfuerzo, y aunque su resistencia dolía en mi entrepierna, había algo de ese juego que me agradaba.

El Viernes al fin terminaba por complacer a mis ganas al menos un poco y trabando el elevador nos permitió saborearnos unos minutos, no era realmente consciente de cuánto extrañaba el sabor de sus besos hasta que volví a disfrutarlo.

Pero a Clarke parecía divertirse bastante jugando con mi deseo, se alejó del beso y volvió a activar la marcha del elevador.

La observé marchar cumpliendo con los pedidos que le había encargado mi padre y caminé hasta el escritorio de Raven.

Tu has logrado esto. — Dije señalando mi sonrisa.

Lo hice por mi amiga, no lo tome a mal, pero usted me vale verga. — Abrí mis ojos sorprendida ante su respuesta y Raven se acercó colocando sus brazos sobre el escritorio — Como vuelva a ver a Clarke llorando por usted luego de que yo volviera a ponerla en sus brazos, me conocerá señorita Woods. 

Sonreí ante sus palabras, aunque su amenaza me causó algo de pánico la manera en que se preocupaba por la felicidad de su amiga me resultaba tierna.

Le tendí un trozo de papel y me observó confundida — ¿Qué? — Preguntó alzando una de sus cejas.

Su dirección. — Le guiñé un ojo, Raven suprimió en vano una sonrisa que luego dejó escapar y comenzó a escribir sobre el trozo de papel.

Le gusta el helado, mucho. — Dijo al tenderme la nota.

Ya, gracias por el dato, pero tengo algo que le gustará más. 

Nos dedicamos una sonrisa y me retiré de la empresa habiendo cumplido mi horario.

*

Esa misma noche decidí usar uno de los vestidos que mejor me lucían a mi parecer, jugué un poco con mi cabello y me maquillé sutilmente.

De camino a su casa detuve mi coche frente a una heladería y me la jugué con algunos sabores que esperaban fueran de su agrado.

Cuando aparqué frente a su casa mi corazón comenzó a enloquecer dificultando todos mis movimientos, llamé a su puerta y mis pulmones contuvieron el aire cuando del otro lado Clarke abrió la puerta con solo una camiseta de Mickey tres tallas más grandes y un moño desarreglado adornando su cabello.

La observé sin pudor ni cuidado y aunque no focalizaba su mirada sabía que ella estaba haciendo lo mismo conmigo.

He traído helado. — Dije en cuanto mis pensamientos imprudentes me lo permitieron.

— Y yo he dicho a mis tiempos. —

¿Te resistes al helado?

Me resisto a ti. — Colocó uno de sus brazos sobre el marcó y alzó una de sus cejas.

¿Realmente puedes hacerlo? — La desafié inclinando mi cuerpo por debajo de su brazo y sonriendo al notar como sus ojos descendieron un instante a el escote del vestido.

Si. — Respondió luego de unos segundos de inhalación profunda.

Pídeme que me vaya y lo haré. — Levanté ambos brazos en son de rendición.

Vete. — Respondió con frialdad, sin que ningún músculo de su rostro se inmutara.

Su respuesta me sorprendió y hasta dolió, esperaba dejarla sin aire con mi aparición y solo conseguía una despedida. Realicé un gesto de fastidio con mis labios, coloque el helado a un lado de sus piernas y la observé mientras volvía a colocarme a su altura.

Podía interpretar las ganas en su mirada y me resultaba increíble el poder de auto control que tenía, si fuera por mi habríamos estado en la cama dejándonos hacer desde el instante en que llamé a su puerta.

Adiós. — Resoplé decepcionada y me giré para marcharme.

Pero cuando mi pie realizó el movimiento buscando descender el primer escalón su mano atrapó mi brazo y me giró hacia ella a gran velocidad.

Antes de que consiguiera dar la vuelta completa sus labios habían atrapado los míos mientras una de sus manos sobre mi cintura atraía mi cuerpo hacia el suyo y la otra se enredaba en mi cabello.

No supe como pero el sonido de un portazo llegó a mis oídos y nuestras piernas se encontraban dando pasos a los que ella marcaba el camino. Se alejó del beso dejándome con ganas de más y la respiración tan acelerada como mis latidos.

La palma de una de sus manos se colocó en mi pecho y empujó dejándome caer sobre su sofá. Sus labios se curvaron con osadía y sus piernas se abrieron a ambos lados de mi cintura.

Volvió a unir nuestras bocas en un beso donde nuestras lenguas participaron gustosas, su mano izquierda se aferró a mi cabello jalando con una fuerza deliciosamente exacta y su boca se ubicó en mi hombro mordiendo con la presión justa, su lengua se deslizó hasta mi cuello para recorrer un camino desde allí que culminó en un ataque delicioso a mi oreja. Luego de morder el lóbulo con su cálida respiración haciendo estragos en mi sistema soltó en un suave susurro — Vas a despertar a la galaxia con tus gritos. — Y volvió a buscar mi boca con desesperación.

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