Solo de los dos, Christhoper...

By guillermobossia

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Nicolás Arnez se encuentra muy seguro de algo: debe ocultarle a su familia que le gustan los chicos. Es amant... More

PRÓLOGO
Personajes
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Epílogo

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By guillermobossia

Descanso mi cabeza en la parte trasera del asiento mientras pestañeo varias veces para quitarme el empañamiento de los ojos. Acabo de despertar de una corta siesta que me he concedido para recuperar —o al menos intentar hacerlo— el sueño de anoche, pues me desperté con cada ruido extraño que provenía de afuera de la tienda de acampar.

La batería de mi móvil está en cero, pero llegué a leer un mensaje que me envió Paul para que vaya a ayudarle en el refugio de animales por la tarde. Por ello, necesito recargar energías al menos a un ochenta por ciento para dar un buen rendimiento durante esas horas.

Por su parte, Narel y Estefano están más frescos que una lechuga, lo que me hace pensar que ellos sí tuvieron una buena noche. Sonrío cuando veo que se besan por millonésima vez en lo que va del trayecto. Han pasado menos de veinticuatro horas de su exitosa reconciliación y ya se han convertido en mi pareja favorita.

Son demasiado tiernos.

Cuando llegamos a casa, Sigrid nos recibe con un delicioso desayuno y comparte la mesa con nosotros, pues está interesada en que le contemos los pormenores del viaje a la vez que disfrutamos de sus deliciosos panqueques recién hechos. Ella sabe que es nuestro desayuno favorito. Además, me ha leído el pensamiento porque también ha preparado jugo de naranja, justo lo que necesitaba para recuperar energías.

Después del almuerzo familiar que tenemos cada domingo, le pido a Peter que me lleve al refugio de animales. Al llegar, le agradezco antes de bajar de la camioneta y dirigirme hacia la puerta del lugar. Desde el umbral puedo ver a Claudia, la secretaria, sentada en su impecable escritorio de madera.

Al verme pone una cara de sorpresa y le sonrío desde donde estoy.

—¡Joven Nicolás! —chilla con una aguda y tierna voz que me contagia mucho entusiasmo.

—Claudia, me alegra verla de nuevo —le digo de manera amigable, saludándola con un beso en cada mejilla como cada vez que vengo.

Me invita a tomar asiento y agradezco su gentileza con otra sonrisa. Claudia es una mujer mayor, un poco gorda, de cabello negro, el cual tiene sujetado con una liga. A simple vista parece seria, pero su trato posee mucha amabilidad que la hace ver tan cariñosa y confiable. Puedo afirmar que es una excelente persona y la buena vibra que transmite es una de las razones por las que siempre vuelvo a este lugar.

Si hay algo que me guste mucho de Portland, es que me encuentro con gente latina o de habla hispana. Claudia es colombiana y debo confesar que me encanta ese acento paisa bien marcado que tiene. Cuando se mezcla con el inglés, llega a sonar un poco gracioso.

—¿Qué te trae por acá, mi niño? —me pregunta mientras teclea algo en la computadora.

—Paul me ha pedido que venga a ayudar. Por cierto, ¿él está adentro?

—Sí, está terminando de darles de comer a esos traviesos.

Me invita a pasar al patio trasero. Ahí se encuentran todos los perros que han recogido hasta ahora. Camino por el pasillo que da a dicho patio y, al verme, los perritos corren hacia mí, muy emotivos, moviendo sus colitas y ladrando a más no poder. Rasco la cabeza de algunos que conozco y noto también hay perritos nuevos que se unen al saludo. Sin darme cuenta, uno de ellos me lame la cara y río por las cosquillas que siento cuando lo hace.

—¡Tobby! —digo algo asqueado, pero me es imposible enfadarme. Todos son tan tiernos.

—¡Nicolás! —Paul aparece de repente y se acerca a saludarme—. Gracias por venir.

Nos saludamos con un estrechón de manos.

—De nada, siempre tengo ganas de ver a estos guapos. —Tobby no deja de moverse inquieto a mi alrededor, por lo que decido cargarlo.

Cool, sabes que siempre eres bienvenido.

Suena el teléfono de la secretaría y Claudia corre a responder la llamada. Paul me sigue mostrando a los nuevos perritos que llegaron la semana pasada en mal estado (por lo que se encuentran separados del resto) y que necesitan de algunos chequeos constantes para ver si han progresado en su recuperación.

—Necesitaré que te quedes con los otros mientras yo los voy revisando uno por uno —dice.

—Okey, no hay problema. —Levanto los pulgares y, de pronto, unos agudos ladridos que reconozco en seguida se roban mi atención. Nieve se abre paso entre los perros grandes hasta llegar a mis pies y me pongo de cuclillas para tomarla en brazos—. Hola, preciosa, ¿cómo has estado? ¿Has comido toda tu comida? Cada día estás más grande, eh.

Nieve es una cachorrita de raza pequinés y la única hembra del refugio. A ella la dejaron abandonada dentro de una caja en un contenedor de basura de un restaurante. Paul la rescató y desde entonces ha permanecido bajo su cuidado. Nieve es una de mis engreídas en el refugio. Mejor dicho, es mi favorita.

—Eh, hay algo que debo comunicarte. —Paul me mira divertido por la graciosa escena, pero a la vez se le nota un poco triste. Trago saliva y le hago un gesto con las cejas para que continúe—. He conseguido tres familias que quieren adoptarla. Mañana iré a inspeccionar y hacer las entrevistas para tomar una decisión idónea.

Siento que se me encoge el corazón por la noticia. No obstante, finjo una sonrisa de boca cerrada. No quiero que Paul se sienta mal por mí. Él sabe lo mucho que amo a Nieve y lo triste que será apartarme de ella, tanto así que hasta me planteé la idea de convencer a papá para que me deje llevarla a casa como mascota. Solo que no he encontrado el momento adecuado para decírselo.

—Entiendo. Estoy seguro de que encontrarás un buen hogar para ella. —Suspiro y me vuelvo para seguir haciéndole cariño en la cabeza.

—Gracias. De todas maneras te mantendré informado. —Se une a la muestra de afecto que le estoy dando a la pequeña antes de sacar un manojo de llaves de su bolsillo del pantalón—. Bien, iré a preparar el consultorio. Ahí te los encargo.

—Vale, están en buenas manos. —Le guiño un ojo.

El timbre de mi móvil hace que baje a Nieve para revisar el mensaje que me acaba de llegar.


Narel: Ya he comprado los whiskys y me he encargado de invitar a Christhoper personalmente. Estefano pasará a recogerte después. Ellos no saben nada, así que finge sorpresa cuando llegues. El plan acaba de empezar.


A los pocos segundos recibo un mensaje de mi hermano:


Estefano: Pasaré por ti a las 6:00.


Sin mentir, este par de mensajes ha disipado un poco la tristeza que siento por lo de Nieve, pero, por otro lado, estoy un poco nervioso. ¿Y si el plan no funciona? ¿Si Estefano o Christhoper se llegan a dar cuenta de lo que queremos hacer? Oh, Dios, no quiero ni pensarlo. Solo queda confiar y esperar a que mi amiga tenga todo fríamente calculado.

Tal como lo anunció, mi hermano llega puntual a recogerme. Sigo las indicaciones que Narel me envía por mensajes y finjo no estar enterado de que ella está organizando una reunión sorpresa en la terraza de mi casa por motivo de mi próximo cumpleaños.

—¿Te puedo contar algo? —le digo a Estefano cuando la luz roja de un semáforo nos detiene.

Él me echa un vistazo rápido y asiente.

—Claro, ¿qué sucede?

—En el refugio hay una perrita a la que le están buscando un hogar y quería saber si...

—Si te puedo ayudar a traerla a casa. ¿No es así?

—Sí, así es —afirmo y espero atento su respuesta.

Estefano suspira y pone en marcha su camioneta. Estamos a pocas calles de llegar a la mansión.

—Nico, sabes que siempre estoy dispuesto a apoyarte —inicia diciendo en un tono dudoso—, pero ya conoces cómo es papá cuando se trata de meter animales a la casa y no es la primera vez que traes un perro. No pasará más de una semana hasta que te mande a regresarlo de nuevo.

Se refiere a muchas de las veces en las que he recogido perros de la calle y del refugio y los he llevado a casa para criarlos. Sin embargo, todo termina cuando hacen la más mínima travesura y papá termina ordenándome que les encuentre otro hogar.

—Lo sé... pero es que Nieve es diferente. Es pequeña. Estoy seguro de que no traerá problemas y tampoco hará mucho desorden —defiendo mi posición para saber si existe alguna esperanza de que pueda quedarme con ella.

—Papá no es muy tolerante cuando se trata de animales. A lo mucho te dejó tener ese hámster que terminaste matando de tanto molestarlo todo el día. —Me muestra una expresión de pesar y luego se muerde los labios para reprimir una risa antes de burlarse—: Si yo hubiese sido ese pobre animal, me habría muerto mucho antes.

—¡Oye! —protesto, dándole con el puño en el brazo—. Maggie falleció por la edad que tenía.

—El veterinario nos dijo que la asfixiaste. —Se encoge de hombros—. Tuvimos que decirte que fue por la edad porque en ese entonces eras pequeño y te hubieses culpado por su muerte. Aunque sí, fuiste el asesino de tu propio hámster.

—Gracias por decírmelo de una manera tan linda. —Le sonrío con ironía. No me duele porque pasó hace mucho y ahora mi preocupación es Nieve.

—No te puedo prometer que hablaré con papá porque sé cuál será su respuesta. Si deseas puedo buscar a alguien que la pueda adoptar.

Formo un mohín con los labios. Me siento un poco decepcionado.

—No te preocupes. Ya Paul tiene unas familias a las que entrevistará. De verdad, me hubiese gustado tener la oportunidad de ser yo quien pueda adoptarla.

—Y yo de ser su tío. —Me muestra una sonrisa.

Cuando llegamos a la azotea —después de que Estefano me hiciera caminar desde el pasillo con los ojos cerrados— Narel, Christhoper y mi hermano gritan «¡Sorpresa!» y finjo un respingo para luego cambiar mi expresión a una de confusión y asombro.

«Debería ganar un Oscar después de esto».

—¿Qué... es todo esto? —pregunto y frunzo el ceño cuando Narel se acerca a abrazarme.

—Es una reunión previa a tu cumpleaños —explica ella, separándose de mí—. Una reunión solo entre nosotros. ¿No es genial?

—Lo es. Gracias.

Observo las botellas que se encuentran sobre la mesita de centro. No hay rastro de los whiskys. Solo un par de botellas de gaseosa blanca. ¿Será que ya se los bebieron sin mí? No lo creo. Narel no desprende olor a alcohol.

Christhoper se acerca y me saluda con un abrazo también. Registro su aroma y solo percibo el olor a su perfume que ya conozco, más no de licor. Eso quiere decir que debe tener escondidos esos tragos en alguna parte. Le hago una señal con los ojos y ella parece captar mi inquietud.

—Oh, compré unos whiskys y Christhoper me ayudó a mezclarlos con la gaseosa. —Extiende la mano para enseñarme las botellas y luego acaricia una—. Pero como aún no eres mayor de edad y mañana tienes que ir a la escuela, nos acompañarás bebiendo gaseosa.

—¿Es en serio? Ay, vamos, Narel... ya casi soy mayor de edad. Faltan muy pocos días y... —Me callo en cuanto noto que Narel me muestra una sonrisa atípica, parecida a la del gato de Alicia en el País de las Maravillas.

Abre un poco más los ojos y entre dientes insiste:

—Vas a acompañarnos, tomando gaseosa.

La capto.

«La idea es que se emborrache él, no tú», evoco sus palabras y caigo en la cuenta de que esto también está incluido dentro del plan.

—Sí, señora. —Le hago un saludo de militar y ella asiente con suficiencia.

Nos ubicamos de la siguiente manera: Narel y yo, ocupando un sofá chico y frente a nosotros Estefano y Christhoper en el sofá de tres asientos. Trato de no hacer mucho contacto visual con Christhoper para no levantar sospechas. Debemos ser cautelosos, ya que teniendo a estos dos al frente, cualquier gesto o mirada que pueda darle a mi amiga, nos jugará en contra.

Estefano empieza a servir la primera ronda de chupitos y cada uno alza su copa a modo de brindis.

—¡Por los dieciocho de mi peque! —propone él.

—Por los dieciocho. —Asienten Narel y Christhoper. Yo levanto mi vaso de gaseosa.

Las siguientes rondas son de medio vaso para darle un poco más de emotividad a la situación. De vez en cuando, le echo vistazos rápidos a Chris, quien parece disfrutarse el momento como si estuviera tomando una simple limonada.

Nuestros ojos se encuentran un par de veces y, cuando sucede, quito la mirada para que parezca una coincidencia del momento. Sin embargo, en varias ocasiones puedo notar por el rabillo del ojo que su mirada se posa sobre mí y permanece fija.

Saco mi móvil del bolsillo del pantalón y le escribo un mensaje a Narel:


Nicolás: ¿Observas algo en particular?


Dejo el vaso sobre la mesita de centro y me pongo de pie.

—Debo hacer una llamada importante, ya vuelvo —miento y abandono la terraza.

Claro que no tengo ninguna llamada importante que realizar. Es solo que no puedo seguir tolerando el sofocante calor que de pronto ha comenzado a hacer allí a pesar de que estamos al aire libre. Joder, hasta creo que me he sonrojado.

Bajo hasta la cocina y saco una bolsa de hielo de la nevera. El móvil me vibra en la mano y me dejo caer sobre la isla de mármol para revisar el mensaje de Narel que me acaba de llegar.


Narel: Nico, ¡no te deja de mirar! Es más que obvio.


Siento que el corazón me da un brinco de emoción y satisfecho con su respuesta, regreso a la terraza con la bolsa de hielo en la mano. El hecho de que el ojo clínico de mi amiga haya captado todo movimiento del chico de los piercings, es más que suficiente para alimentar mis esperanzas de que haya un gusto por parte de él.

Pierdo la cuenta de cuántas rondas van y no pasa más de media hora hasta que el alcohol se apodera del cuerpo de Estefano. Me reprimo una risa cuando veo que el pobre se toma la cabeza entre las manos y cierra los ojos para hayar la calma a los mareos que de seguro debe estar teniendo.

«Primer soldado caído».

Narel se sienta a su lado para preguntarle si se encuentra bien y él le asegura con una voz gangosa que está de maravilla. Evidentemente, no es cierto, ya que a los pocos minutos se queda dormido con la cabeza descansando sobre el hombro de mi mejor amiga.

Por suerte, ella no ha tomado mucho y está atenta a cada movimiento que Christhoper realiza, pues no es la única que ha entrado en pánico al ver que el objetivo sigue igual de firme que una roca. Las dos botellas no han hecho ningún efecto en él y parece que nuestro plan va camino a fracasar. Espero que tenga en mente un plan B, porque no podré dormir esta noche sabiendo que todo fue en vano.

—Estefano... —Narel le da unas palmaditas en las mejillas para que despierte. Mi hermano se queja y entreabre los ojos, pero luego los vuelve a cerrar y toma una posición más cómoda a su lado—. Estefano, mejor te llevo a tu habitación para que te acuestes.

—No... —se queja como niño pequeño que no quiere levantarse por las mañanas para ir a la escuela. Esto empieza a convertirse en una escena cómica para los tres que sí estamos sobrios.

—Mejor hay que llevarlo a su habitación —sugiere Christhoper, reprimiéndose la risa. Narel y yo nos echamos un vistazo rápido—. Creo que se le ha pasado un poco la mano.

—Pero si ustedes dos han tomado la misma cantidad —intervengo con el fin de sacar una pista para averiguar si está mareado.

—No es por presumir, tengo mucha tolerancia al alcohol y agradezco no pasar momentos como este —manifiesta él.

Mi amiga y yo nos volvemos a mirar por milésimas de segundos.

—Vaya, ¿en serio? —le dice ella, ocultando la ironía en su tono de voz y en sus palabras. Christhoper asiente y de nuevo vuelve a aparecer en el rostro de Narel la sonrisa del gato de Alicia en el País de las Maravillas y añade entre dientes—: Es bueno saberlo.

—Me tienes enamorado, Narel... —interrumpe Estefano entre balbuceos y se acurruca más sobre su pecho.

Ella le responde con un beso en el cabello y alterna la mirada entre Chris y yo.

—Ayúdenme a llevarlo a su habitación antes de que el señor Antonio nos vea.

Entre los tres cargamos a Estefano de las extremidades, como si lleváramos un cadáver a enterrar. Pesa bastante. Y claro, si es tremendo mastodonte. Sin embargo, nos las apañamos y terminamos dejándolo sobre su cama. Narel se encarga de quitarle los zapatos y de arroparlo hasta la mitad del cuerpo.

Luego apagamos las luces y salimos para dirigirnos a nuestras respectivas habitaciones. Narel y Christhoper se quedarán esta noche en habitaciones de huéspedes y mañana temprano volverán a sus casas. Al fin y al cabo no es la primera vez que pernoctan aquí y no me sentiré tranquilo sabiendo que se han ido aunque estén casi sobrios. Puede pasarles algo en menos de un segundo.

Me despido de mi mejor amiga con un abrazo antes de irnos al descanso. Su muestra de afecto es reconfortante. Es una sensación de apoyo incondicional a pesar de las situaciones que se pueden presentar en el camino. Siento como si dos aliados acaban de perder en una batalla importante, pero a la vez saben que tendrán una nueva oportunidad para lograr su fin. Y estoy seguro de que mañana a primera hora ya tendrá una idea en mente. No obstante, por ahora solo nos queda resignarnos.

Es oficial: el plan ha fracasado. Nos ha salido el tiro por la culata. 


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Nicolás y Narel me representan quedando así 🤡 cuando planeo algo. 

Aprovecho para saludar a todos aquellos que están aquí después de haber visto el reel de Instagram y haberme pedido el link. Gracias por todo el apoyo que vengo recibiendo en estos últimos días y por los mensajes positivos que me han enviado. 

Si no lo he hecho antes, les agradezco por la oportunidad y les doy la bienvenida a "Solo de los dos, Christhoper". 

Espero que Nico y Chris se ganen un pequeño lugar en sus corazones.

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