UNHOLY ✞ Thomas Shelby [Peaky...

By brooklynbxbe

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❝Nunca hubo un cuento de hadas en el que un hombre peleara por su amada con más fuerza o desesperación de lo... More

✞ Sinopsis.
✞ Prólogo.
✞ Capítulo 1.
✞ Capítulo 2.
✞ Capítulo 3.
✞ Capítulo 4.
✞ Capítulo 5.
✞ Capítulo 6.
✞ Capítulo 7.
✞ Capítulo 8.
✞ Capítulo 9.
✞ Capítulo 10.
✞ Capítulo 11.
✞ Capítulo 12.
✞ Capítulo 14.
✞ Capítulo 15.
✞ Capítulo 16.
✞ Capítulo 17.
✞ Capítulo 18.
✞ Capítulo 19.
✞ Capítulo 20.
✞ Capítulo 21.
✞ Capítulo 22.
✞ Capítulo 23.
✞ Capítulo 24.
✞ Capítulo 25.
✞ Capítulo 26.
✞ Capítulo 27.
✞ Capítulo 28.
✞ Capítulo 29.
✞ Capítulo 30.
✞ Capítulo 31.
✞ Capítulo 32.
✞ Capítulo 33.
✞ Capítulo 34.
✞ Capítulo 35.
✞ Capítulo 36.
✞ Capítulo 37.
✞ Capítulo 38.
✞ Capítulo 39.
✞ Capítulo 40.
✞ Capítulo 41.
✞ Capítulo 42.
✞ Capítulo 43.
✞ Capítulo 44.
✞ Capítulo 45.
✞ Capítulo 46.
✞ Capítulo 47.
✞ Capítulo 48.
✞ Capítulo 49.
✞ Capítulo 50.

✞ Capítulo 13.

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By brooklynbxbe

Thomas cogió en brazos el cuerpo inconsciente de su esposa, que yacía inmóvil sobre el césped húmedo, encima de su chaqueta, y comenzó a correr, tan rápido como sus piernas se lo permitieron.

Era una noche invernal típica de comienzos de año, pero no fue el viento gélido que soplaba ni los copos de nieve que caían lo que erizó la piel desnuda de su torso, dándole escalofríos, sino el cuerpo de Daisy presionado contra su pecho, tan frío como el de un cadáver.

El esfuerzo de cargar con ella y correr al mismo tiempo, acompañado por el rápido transcurrir de los minutos, dejó una fina capa de helado sudor sobre su cuerpo, y pronto comenzó a llevarse lo mejor de sí mismo, dejándolo débil y agitado, pero no se detuvo.

No volvió a chequear el pulso de Daisy, no se atrevió. No quería descubrir que, quizás, lo que llevaba en brazos ya no era su esposa, sino solo el cuerpo que ella había dejado atrás.

En medio del silencio de la noche, donde no se oía más que su errática respiración, y la oscuridad del camino, apenas atenuada por el brillar de la luna, Thomas oyó el sonido del motor de un automóvil y distinguió el brillar de sus faros aún a la distancia. Evidentemente, sus invitados habían comenzado a escapar de la mansión. Aquél podía ser el primer vehículo, pero definitivamente no sería el último.

Los frenos del coche chirriaron contra el pavimento cuando se detuvo de sopetón junto a ellos. En él se encontraban Polly detrás del volante, con Ada, el pequeño Karl y Alice a su lado. En el asiento de atrás estaba Finn, amontonado entre tres jovencitas y una señora que Thomas no conocía, pero probablemente eran familia de su esposa.

—¡Oh, por el amor de Dios! —La madre de Daisy bajó del vehículo y se abalanzó sobre ellos, casi haciéndoles perder el equilibrio—. ¡Mi hija, mi bebé! ¡Oh, mi pequeño ángel! Mamá está aquí, Day, mamá ya está aquí, cariño...

—¿Qué sucedió? —preguntó Polly, por encima del histérico llanto de Alice.

—Estábamos yendo al hospital cuando el coche se averió. Daisy perdió el conocimiento, y...

—¡Está viva! —gritó Alice, con dos dedos presionados contra el cuello de su hija, y el oído sobre su corazón—. ¡Aún está viva!

Lo más parecido a una oleada de inesperado alivio inundó a Thomas, que se giró hacia las cuatro mujeres en el asiento trasero.

—¿Alguna de ustedes está herida? —inquirió, y todas negaron al unísono—. Bien. Entonces bájense. Súbanse al próximo coche, seguro que no tarda en llegar. —Se mantuvieron inmóviles, observándole por un momento como si no estuvieran seguras de haberlo oído bien—. ¡Les he dicho que se bajen! —repitió Thomas, en un grito que pareció sobresaltarlas—. No hay espacio para todos, y es mi mujer quien recibió cuatro putos disparos. ¡Abajo!

Edith, la tía materna de Daisy, no vaciló un momento más en obedecer, y se deslizó fuera del vehículo con el shock aún grabado en su mirada, seguida de sus dos hijas, Acacia y Margot, y Christine, la esposa de Charles. Thomas subió al asiento trasero con su esposa aún en brazos, y Polly no perdió un segundo en acelerar el automóvil, dejándolas atrás.

En el camino, Polly y Ada intentaron actualizar a Thomas en la situación que había dejado atrás al abandonar la mansión, pero él apenas parecía oírlas, con Daisy aún acurrucada entre sus brazos, su cuerpo más pequeño y frágil de lo que alguna vez se imaginó.

—Estaban evacuando a las mujeres y a los niños primero —dijo Ada, aunque dudaba que alguien más que Finn estuviera prestándole atención—. Llamaron a la policía para pedir refuerzos, y también al hospital, por las ambulancias. Probablemente ya estén allí en este momento.

Thomas sujetó a Daisy con firmeza, y bajó del automóvil con un ágil salto tan pronto el mismo se detuvo frente al hospital de Wolverhampton, formalmente llamado el Hospital General de Wolverhampton y Staffordshire. Se abalanzó hacia la entrada, y los demás no perdieron un momento en seguirle.

El lugar ya era un absoluto caos, con médicos y enfermeras corriendo de aquí para allá como si la vida de alguien dependiera en ello, que probablemente lo hacía, gritándose a través de los extensos pasillos y preparándose para la llegada de vaya uno a saber cuántos heridos.

Los histéricos chillidos de Alice anunciaron inmediatamente su presencia, pues parecía incapaz de cesar su llanto mientras bramaba por ayuda. Dos enfermeras y un doctor se apresuraron hacia ellos, y Thomas dejó con cuidado a Daisy sobre la camilla que arrastraban.

—¿Qué sucedió? —preguntó el doctor, observando el moribundo cuerpo de la joven.

No perdieron un solo segundo aguardando su respuesta, echándose a correr hacia el quirófano. Thomas tuvo que imitarlos para no quedarse atrás mientras empujaban la camilla a toda velocidad a través de los corredores. Polly y Ada sostuvieron a Alice para evitar que les siga, demasiado alterada para no ser una distracción.

—Le dispararon en el brazo, el hombro, la mano y la pierna. Le realicé dos torniquetes, pero aún así perdió mucha sangre.

—¿Qué tipo de sangre tiene? ¿A, B o C?

Thomas vaciló por un instante—. No lo sé.

—Disculpe, ¿es usted algo de...?

—Daisy —lo interrumpió, asintiendo—. Su nombre es Daisy. Daisy May Shelby.

—¿Es usted algo de esta señorita? —repitió el doctor, sin observarlo.

—Soy su esposo.

—Bueno, señor Shelby, necesito saber el grupo sanguíneo de su mujer, ¿hay alguien a quien pueda preguntarle?

—Su madre está aquí.

Una de las enfermeras detuvo su paso, y el de Thomas con ella, dejándolo inmóvil observando cómo Daisy se alejaba más y más, su cuerpo inconsciente dando tumbos sobre la camilla hasta que se convirtió en poco más que un punto borroso en su campo de visión.

Se apresuraron de vuelta a la sala de espera cerca de la entrada, donde Polly y Ada aguardaban en silencio junto a Alice, que aún gimoteaba incesantemente, sus lamentos resonando por todo el lugar.

—Daisy necesita una transfusión de sangre, pero el doctor no puede hacerla sin conocer su grupo sanguíneo —le dijo Thomas, hincándose ligeramente frente a ella—. ¿Hay alguna posibilidad de que tú lo sepas?

—S-s-sí —asintió Alice enseguida, con la voz temblorosa a pesar de su intento de recuperar la compostura—. Mi Day donó sangre un par de veces en el hospital de Liverpool el último año, y recuerdo muy bien que me dijo que su tipo de sangre era B.

—¿Hay alguien que pueda donarle? —preguntó la enfermera—. Me temo que, como ya sabrán, los bancos de sangre son aún algo muy reciente, y la mayoría de los donantes pertenecen a las grandes ciudades, pero aquí...

—Yo lo haré —la interrumpió Thomas—. También soy tipo B.

—¿Cómo lo sabes? —dudó Alice. A diferencia de su hija, ella nunca había donado sangre así que, al igual que la gran mayoría de las personas, no tenía idea cuál era su grupo sanguíneo.

—Todos los que estuvimos en la guerra lo sabemos.

—Muy bien. Sígame, por favor, señor Shelby.

Thomas avanzó junto a la enfermera hasta llegar a una pequeña sala con poco más que una camilla y algunos materiales médicos, donde tuvo que recostarse y responder algunas preguntas antes de la extracción de sangre. Al acabar, la mujer pegó un trocito de algodón sobre el pinchazo en la parte interna de su brazo, y lo envió de vuelta a la sala de espera, prometiéndole mantenerlo al tanto de la situación.

Los demás no tardaron en llegar. Aquellos que no habían sido heridos durante el tiroteo, y tampoco tenían familias que lo hubieran sido, probablemente ya estaban a salvo en camino a su hogar, pero ese no era el caso de la gran mayoría. Muchos de los heridos llegaron en su propio coche, pero los que se encontraban en situaciones más críticas fueron traídos por las ambulancias. Pronto, el hospital se vio repleto de gente, un insoportable caos de personas abarrotando la sala de espera y enfermeras y doctores que no daban abasto.

John acompañó a Arthur a llevar a Polly, Ada y el pequeño Karl de vuelta a Birmingham, pues también quería asegurarse de que Esme y los niños hubieran llegado sanos y salvos a casa.

La familia de Daisy tomó asiento junto a Thomas y Alice, que llevaban allí un rato, y aguardaron en silencio con impaciencia por alguna noticia. Mientras tanto, Thomas observó el constante chirreo de las camillas que cargaban a los heridos. Un puñado de sus hombres habían recibido algún que otro disparo, o habían sido lastimados por las explosiones, pero, en general, no era nada grave. Hasta el momento, la única excepción parecía ser Isaiah, que había recibido un disparo en el pecho, y Elijah, el menor de los Hartford después de Daisy, a quien le habían disparado en el abdomen, y era probable que la bala haya atravesado algún órgano vital.

Tal como lo prometió, la enfermera, que más tarde se presentó como Hazel, se acercó a ellos un par de veces para contarles qué estaba sucediendo con Daisy. Su cuerpo había reaccionado positivamente a la transfusión de sangre. Habían sido capaces de retirar las balas sin mayor complicación. Estaban tratando las heridas de los disparos para evitar futuras infecciones. Ya era la cuarta vez que Hazel hablaba con ellos, pero esta parecía ser la última.

—La señora Shelby acaba de salir del quirófano —dijo, sosteniendo con firmeza contra su pecho el pisapapeles en mano—. Ha sido trasladada a una habitación individual, como ordenaron. Está estable, por ahora.

—¿Podemos verla? —preguntó Thomas que, por primera vez desde que la conocía, se sentía ansioso por reencontrarse con su esposa.

—Sí, por supuesto, pero deben saber que la joven aún está inconsciente.

—Quizás deberíamos dejarla descansar —comentó Edward, que por muy aliviado que se sintiese de que su hija estuviera fuera de peligro, aún tenía a su otro hijo en el quirófano—. ¿Cuándo va a despertar?

La enfermera vaciló, guardando silencio por un momento que pareció extenderse durante una eternidad—. No lo sabemos. Podría ser mañana, o pasado, pero también deberían prepararse para la posibilidad de que no despierte.

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