Kikimora © [COMPLETA]

By kinomera

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Tras dos orfanatos, varios trabajos y una brillante carrera de periodismo; Sasha Miller se ha mudado a Chicag... More

▘PRÓLOGO ▘
▘ADVERTENCIA ▘
▘El comienzo
▘00_Miedos
▘01_La Torre KRAUS
▘02_Mi suerte
▘03_ Rumpelstiltskin
▘04_Revista Exposal
▘05_Un número
▘06_ Hans Meyer
▘07_CEO
▘08_Ella
▘09_Las Miller
▘EXPOSAL ARTÍCULO ▘
▘10_Luces encendidas
▘11_Si te escuchan
▘12_Naktis
▘13_Solo sangre
▘14_TOC
▘15_Medir el peligro
▘16_¿Cómo?
▘17_Sombras silenciosas
▘18_Soprender
▘19_Mi lado infantil
▘20_Marcas
▘21_Regalos de Navidad
▘22_Año Nuevo
▘23_Cinco muertes
▘24_Vesele Club
▘25_Confianza
▘26_Hölle (Parte I)
▘28_ Maxen Carter
▘29_Todo tiene un precio
▘30_ Decir la verdad
▘31_ Las consecuencias de cruzar
▘32_Bomba de tiempo
▘33_El principio es el fin
▘34_¿Cómo delatarlos?
▘35_Escapar no es una opción
▘36_La verdad
▘37_ Una verdad distinta
▘38_Nuestra suerte
▘39_Kraus
▘40_Mis miedos
▘Epílogo
▘¿El final?
▘AGRADECIMIENTOS ▘

▘27_Hölle (Parte II)

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By kinomera

No tenía más opción que confiar y esperar a que Petra regresara.

Me entretuve en detallar cada centímetro del lugar, incluso revisé entre los muebles y bajo el asiento buscando micrófonos escondidos o algo fuera de lo normal. No había nada y para calmar mis nervios me serví más whisky.

Bebí a cortos sorbos intentando pensar con claridad.

Si la tal Claudia era prostituta, informante o las dos, era obvio que existía una posibilidad de que las otras chicas también pertenecieran a ese círculo. Pensar que, cuando estaba investigando sobre el primer artículo, me pareció un insulto considerar a la chica del río como prostituta. Era muy posible que lo fuera y que, como las otras, estuviera metida con las personas equivocadas.

La pregunta real era: ¿por qué algunas muertes eran tan similares? ¿Las mismas personas habían estado involucradas con las chicas? ¿Habrían descubierto lo que no debían de esas personas? ¿Estaba buscando a un asesino o a varios?

Ya no sabía ni lo que estaba buscando y otro vaso de whisky no ayudó a pensar.

Creí meterme en esto para exponer a la policía o a quien estuviera intentando ocultar un asesinato. Ahora estaba en un club de prostitutas sin mucho más que la incertidumbre de porqué estaba haciendo esto. La impulsividad era mi peor enemigo y hace mucho la mierda me llegaba al cuello.

La puerta se abrió llamando mi atención.

En vez de Petra, apareció una chica. Llevaba el cabello castaño al nivel de los hombros y una mirada asustada. Sus ojos eran azules e inmensos resaltando con un maquillaje cargado y oscuro.

Su ropa no era nada adecuada para alguien de su edad, una versión miniatura de los trajes de vinilo de los strippers y camareros de afuera. El short, pequeño y ajustado, se acomodaba a sus poco formadas caderas y el corpiño cubría unos pequeños pechos. Su cuerpo era el de una niña, su rostro, el de una asustada.

¿Qué demonios hacía una niña ahí?

Petra entró detrás sosteniéndole por los hombros y le ordenó que tomar asiento frente a mí.

—Tranquila, Annika —dijo la mujer manteniéndose junto a la puerta—. Ella no es cliente.

¿Cliente? ¿Qué demonios?

Los hombros de la niña se relajaron, pero se resistió a verme a los ojos.

Detallé su cuerpo delgado. Dudaba que llegara a los 16 años de Gabrielle y me parecía tener en frente a la hermana de mi mejor amiga en un club donde no se hacía nada normal ni para las más retorcidas mentes.

Mi mente viajaba de las imágenes que debía haber visto por los pasillos para llegar a este cuarto, a el hecho que llevaba un uniforme que le delataba como una trabajadora más del club Hölle.

Sentía como si hubiese tragado algo sin masticarlo, había quedado atascado en mi garganta junto a una opresión en el pecho que no se iba.

—A Annika le puedes preguntar por las otras chicas del artículo —dijo Petra dejándome aún más confundida.

—No entiendo como una niña puede hablarme de ese tema —tuve que decir.

—Quieres saber quienes eran, ¿no es cierto? —Me observó con seriedad—. Yo podía hablarte de Claudia, pero las otras dos no eran mi responsabilidad, no les conocía lo suficiente. —Bajó la vista a la niña encogida en el asiento—. Ambas chicas eran de la camada de Annika.

—Había cinco chicas muertas en ese artículo —aclaré volviendo a notar la palabra "camada".

—Hay una de esas chicas que no tenía nada que ver con nosotras.

—¿La primera? ¿La del 2012?

—No sabría decir, niña —se incomodó Petra—. De esas que mencionaron en el artículo conocía a cuatro, nada más.

Saqué mi teléfono del bolsillo y busqué la última foto que le había hecho a mi tablón de corcho.

—¿A cuáles conoces? —dije poniéndome de pie y mostrándole la foto.

Petra dio una rápida mirada.

—Esta del 2012 no la conozco, no es de las chicas de Dunning, de eso estoy segura.

Se refería a la primera, la que yo veía poco relacionada con el resto por las diferencias en el modo de muerte. Sus heridas eran de un bolígrafo y estaba situadas en el vientre.

—¿Y el resto?

—Esta es Mona —dijo señalando la foto arriba a la derecha, la que había asesinado con un cuchillo de mesa—. Esta es Claudia —añadió refiriéndose a la de ojos grises imponentes que estaba antes marcada como Clarisse— y esta es Anette —acotó señalando a la chica del río.

Se sintió extraño conocer su nombre cuando llevaba tantos meses pensando en ella.

—A Elif la encontraste sin ayuda —continuó ganando mi atención al señalar a la muerta del hotel Ritz.

Petra quitó el teléfono de mis manos y le mostró a la niña sentada en el sofá. Había olvidado que seguía allí.

—Son Anette y Elif, ¿no es cierto? —dijo cambiando su tono por uno dulce y paciente.

Annika frunció el ceño al ver la foto. Se mordió el labio y sus ojos resplandecieron antes de que asintiera repetidamente. Recuperé mi teléfono por miedo a que la niña comenzara a llorar.

—¿Qué sabes de la primera? —pregunté a Petra volviendo a mi asiento e intentando no mirar a la niña.

—Mona era nueva —respondió la mujer—. No era una chica muy avispada, pero logró sobrevivir el primer año y comenzó a salir de vez en cuando a ver un par de clientes. No duró ni tres meses. Desapareció un día y supimos que era cuestión de tiempo para que apareciera su cadáver.

—¿Nada relevante de ella?

—La nena hablaba poco y no tenía amigas. —Petra se refería a las chicas de la misma manera, como si todas fueran niñas—. De ella no sé demasiado, tampoco era de mis protegidas.

No terminaba de entender cómo funcionaba aquel lugar. Obviamente Petra era una de las encargadas y bajo su mando debía tener a otras chicas de distintas edades a las que adiestrar.

—Sobre Claudia —continuó—, ya te dije todo lo que sé.

—Y de la chica del río... —Cerré los ojos ante mi error. Hasta hace dos minutos no tenía nombre—. ¿Y Anette y Elif? —corregí.

—Annika —llamó Petra mirando a la niña y presionando con cariño su hombro—. ¿Puedes contarle de tus amigas?

Miré a la chica preocupada. Sus ojos seguían repletos de lágrimas.

»Ella nos ayudará, Annika —insistió la mujer y no entendí cómo podría servir yo de ayuda, quizás solo intentaba animarle.

Annika asintió y Petra me indicó que le preguntara lo que quisiera.

—Dime, Annika —hablé en voz baja viéndole—. ¿Conocías a Anette y Elif?

Le costó juntar las fuerzas para hablar.

—Desde el viaje en que llegué a Estados Unidos —dijo con una voz más grave de lo esperado.

—¿Me puedes contar algo de ellas? Qué hacían, qué personas frecuentaban o cualquier detalle fuera de lugar.

Bajó la vista al cristal de la mesa que nos separaba.

—A Anette la conocía mejor, ella era más dulce y todos le rechazan.

Se refería a la chica del río, la primera muerte que investigara.

—¿Por qué le rechazaban?

—Anette tenía gustos extraños a la hora de tener sexo —dijo con naturalidad.

Su vergüenza no venía por hablar de sexo y tuve claro que estando en un lugar así debía conocer del tema a pesar de su corta edad. Eso no lo hacía menos horripilante, era una menor de edad.

—A ella le gustaba que le golpearan y asfixiaran —continuó—. Siempre que llegaban esos clientes le llamaban y le criticaban a pesar de que todas lo hacía. Le criticaban por disfrutarlo, pero Anette no les prestaba atención.

No pude ni mirar a Petra de lo helada que estaba al escucharle decir aquello como si hablara del clima.

—Anette, ¿veía a alguien con regularidad? —dije centrándome—. ¿Habló alguna vez de algo que te llamara la atención?

—Seis meses antes de su muerte empezó a verse con un cliente, uno que le gustaba demasiado. —Annika pareció nerviosa de decir aquello frente a Petra—. Ella no lo hablaba con nadie más, solo con Elif y conmigo. Le gustaba mucho, más de lo que tienen permitido que nos guste un cliente.

Se me heló la sangre al escuchar que se incluía en el grupo. La pequeña Gabrielle pasaba una y otra vez por mi mente.

—¿Tienes idea de quién era ese cliente?

Negó al momento.

—Ella le decía "mi dios" y estaba contenta porque le daba todo lo que quería. No le importaban los golpes y quemadas que siempre llevaba, a ella le gustaban.

—¿Era un hombre mayor? —dudé pensando en que quizás hablábamos de la misma persona que solía frecuentar la tal Claudia. Eran las dos muertes que se asemejaban por la asfixia y las quemadas artísticas en el torso.

—Era joven —respondió derrumbando mis suposiciones—, ella siempre decía que le llevaba menos de diez años y eso lo hacía perfecto.

—¿Qué edad tenía Anette?

—Veintiuno.

—El día de su muerte —dije pensativa—, ¿sabes qué hizo?

—Era 13 de febrero —habló angustiada—. Antes de despedirse dijo que por San Valentín "su dios" le había anunciado una sorpresa muy especial.

Una sensación fría y desagradable recorrió mi cuerpo entendiendo que tipo de sorpresa le había preparado. No tenía la seguridad de que el tipo que veía Anette fuera su asesino, pero las probabilidades y mi instinto decían que sí.

—La otra chica, Elif —dije intentando pensar en algo más, de encontrar algo distinto antes de caer en un bucle—. ¿Ella sabía de los encuentros de Anette con ese hombre? Dijiste que eran amigas, ¿no?

—Lo eran, pero llevaban meses sin hablarse cuando Anette murió.

—¿Por?

—Elif y Anette crecieron juntas en un orfanato —explicó ella haciendo que mi vista flaqueara a Petra que me observaba fijamente—. Se conocían desde niñas y tenían una extraña relación. Eran amigas y vivían compitiendo, sobre todo Elif con Anette.

—¿Por qué no se hablaban en ese momento?

—Tuvieron un problema cuando Elif se metió con ese cliente.

—¿El que a Anette le gustaba? —me sorprendió.

Asintió.

—Se vieron un par de veces y cuando Anette lo descubrió se puso como loca. Jamás le había visto perder los nervios de esa manera. Llegó a golpearle muy fuerte en la pelea, dejaron de hablarse después de eso.

—Y el tipo, ¿las seguía viendo a las dos? —quise saber.

—Anette hizo que no. Le dijo al cliente que dejara de ver a Elif y él lo hizo.

—¿Eso suele pasar? —cuestioné sin entender viendo a Petra para encontrar un leve movimiento de negación.

—Ese cliente y Anette tenían algo más serio, ella no mentía cuando lo decía —dijo Annika—. Elif no soportó perder y no arreglaron su amistad como otras veces. Anette le había perdonado mucho, pero no eso.

—¿Es decir que Elif y ella estaban enemistadas cuando Anette murió?

El asentimiento de Annika abrió otra serie de teorías que antes no me había planteado.

Una venganza no cabía en todo aquello. Matar a una amiga solo por un cliente no sonaba lógico, a menos que, la tal Elif, la muerta del Ritz, y el cliente misterioso tuvieran algo a escondidas y entre los dos decidieran deshacerse de Anette. No tenía sentido si era el tipo quien pagaba y decidía. ¿Con qué objetivo confabularía con la mejor amiga para asesinar y torturar a la chica del río?

Todo eso era obviando que Elif terminó igual de muerta unos meses después y que, antes de ellas dos, había dos muertes de chicas que trabajaban en el mismo club Hölle.

—Dijiste que ellas se conocían de antes —dije intentando encontrar algo que no estuviera notando. La única conexión era el cliente misterioso y el club, seguía sin tener claro el hilo del que debía tirar—. Dijiste que Elif y Anette se conocían desde niñas. ¿Cómo les conociste tú a ellas?

—Llegamos juntas —dijo Annika—, somos de la misma camada.

—¿Qué diantres es camada? —dije desesperándome y viendo a Petra que no perdía detalle de la conversación.

—Al fin haciendo las preguntas correctas, Sasha —dijo la mujer con suficiencia.

—Camada le llamamos a los envíos en que llegamos a Estados Unidos —explicó Annika.

—¿Envíos?

Ambas intercambiaron una mirada de complicidad nada alegre.

—Yo llegué en la primera para la apertura del Vesele —contó Petra—. Pero mi historia es menos impactante que la de Annika.

Miré a la niña en espera de una explicación.

—Conocí a Elif y Anette cuando nos trajeron a Estados Unidos.

—¿Quiénes les trajeron?

—Nuestros dueños —dijo como si fuera obvio—, las personas que nos compraron.

Tragué con dificultad intentando comprobar lo que acababa de escuchar.

—Co... Comprar.

—A Elif y Anette las vendieron del orfanato donde crecieron, tenían 15 años y ya eran un gasto para el lugar. Nadie las adoptaría y llegaron ofreciendo un buen trato.

»Me ayudaron en el viaje, yo era muy pequeña y el barco me daba nauseas. No paraba de vomitar y el resto de chicas estaban asqueadas. De no ser por ellas, no habría logrado hacer el viaje completo.

Me perdí entre fechas y detalles. Estábamos hablando de menores de edad y este asunto empezaba a pintar mucho peor de lo que habría imaginado.

—¿Qué edad tenías?

—10 años.

—¿Por qué viniste a Estados Unidos con 10 años?

Annika bajó la vista a la mesa.

—En Rusia hay quienes tienen demasiados hijos y yo era la única mujer de mis hermanos. Era lo único que mis padres podían vender a un alto precio para que el resto sobrevivieran.

Annika había sido comprada para un club de prostitutas al otro lado del mundo.

Quedé congelada detallando el conjunto que vestía. Su manera de hablar denotaba la experiencia de una mujer y aún así su actitud era temerosa y retraída. No quería imaginar cuantos traumas cargaba. Me dolía pensar qué hacía en aquel lugar y desde cuando.

Era evidente que todas las chicas muertas tenían el mismo origen.

—Es momento de hacer las preguntas correctas, Sasha —intervino Petra recostándose a la puerta.

—¿De dónde eran el resto de chicas? —dije viéndole.

—Elif y Anette de Eslovaquia. Claudia era rusa y Mona ucraniana —contó la mujer.

—¿Y tú?

—Mi camada —dijo con tranquilidad—, las doce primeras chicas que vinimos a Estados Unidos en esos malditos barcos, éramos todas de Rusia, Clarisse entre ellas.

—¿Barcos?

Petra sonrío amargamente.

—¿Ya sabes en donde estás rebuscando mierda, Sasha? —preguntó muy seria.

El temblor que intentaba evitar al presionar mis manos en puño eran la clara muestra de que lo sabía.

—Trata de personas —dije sin apenas mover los labios.

—Todas las chicas por las que preguntas, todas las que han terminado muertas fueron adquiridas en Europa de distintas maneras —explicó Petra dejando por primera vez su voz seca y mostrando el desagrado que le producía el tema—. Unas de su familia, otras de orfanatos. No pocas han sido simplemente engañadas y secuestradas de las calles donde morían de hambre.

»Demasiadas son menores de edad. Algunas como Annika, eran niñas cuando cruzaron el Atlántico de manera ilegal para venir a un país desconocido a mamar pollas y recibir golpes con tal de hacerle ganar dinero a los viejos asquerosos que, al día de hoy, siguen explotándonos y solo dejan de hacerlo cuando nos ven muertas.

»No solo son chicas, también lo hacen con chicos, les da igual. Para ellos no somos más que sus peones y si no luchamos con fuerza, morimos en el intento.

Por primera vez entendía a qué se refería. Aquella mujer sobrevivió tres décadas de vida denigrante y esclava viendo quién sabe cuánto.

Miré a Annika que me observaba con los ojos brillantes, intentaba controlarse. Aquella pequeña chica no sobreviviría ni un año más. Estaba a punto de desfallecer, de darse por vencida, lo leí en su mirada.

Sentí que me ahogaba con tanta información.

—¿Cómo ingresaban al país? —pregunté con tal de decir algo.

—Contenedores —dijo Annika con voz baja—. Nos metieron de contrabando con comida y agua para el viaje, sin luz o señales de donde estabamos o qué día era.

—Son veinte días a oscuras con personas que no conoces —corroboró Petra—. Haces tus necesidades en una esquina. Comes y duermes en el mismo lugar donde algunas vomitan y lloran.

Ellas eran nada y quienes movían aquel negocio, eran todo. Las palabras de Petra cobraban sentido.

—¿Tienen idea de quién está detrás de esto? ¿Quiénes compran y venden? ¿Cómo hacen para entrar esos contenedores? ¿De qué manera les crean falsas identidades para poder estar en el país?

—Somos el fin de la cadena, niña —dijo Petra—. Tengo conocimiento de muchos detalles, pero los verdaderos dueños están bien escondidos. Los que nosotras conocemos no son más que sus monigotes. Si lo que quieres es tumbar a los más poderosos, lo tienes difícil.

—Eso no es lo que quiero —dije intentando organizar mis ideas.

—Entonces, ¿qué es lo que quieres? —cuestionó la mujer haciéndome quedar en blanco.

No lo sabía.

Inicié queriendo comprar un nuevo auto. La dichosa paga de la revista Exposal me tentó y comencé a investigar sobre la muerte de la chica del río que ahora se llamaba Anette. Soñé y me obsesioné con ella, escribí un artículo que revolucionó la ciudad y me sentí realizada con la atención que ganó mi trabajo.

Fue tanta mi ansia de reconocimiento y triunfo que cuando mataron a Elif, la chica del Ritz, me precipité como mosca a la miel para investigar.

Terminé fracasando por meterme en los asuntos equivocados.

Casi pierdo mi trabajo y era muy posible que fuera a la cárcel si no se probaba la veracidad de aquel segundo artículo. Sin embargo, allí estaba investigando más muertes en la supuesta búsqueda de un asesino común para sacar a la luz que la información estaba siendo manipulada para proteger a alguien.

Un montón de suposiciones, eso era todo lo que tenía.

Estaba metida en un club peligroso donde traficaban y esclavizaban persona, descubriendo que todas las chicas con las que me estaba obsesionando había trabajado allí. Eso era lo único que tenía en común y no poseía una simple pista de quién las había matado.

¿Qué demonios quería? ¿Ser reconocida? ¿Ganar buena pasta por un trabajo? ¿Demostrarme que podía hacer esto, aunque evidentemente era un juego peligroso para el que no estaba preparada?

Miré los ojos de Annika. Eran verdes, lo notaba a pesar de la luz naranja con destellos violáceos. Intenté encontrar qué era lo que deseaba y fue su mirada la que me lo dio.

Tenía que sacarla de allí.

No quería que una niña que me recordaba a Gabrielle tuviera que ser una esclava sexual o vivir en aquel infierno. Deseaba que toda aquella mierda retorcida se detuviera. Aquellas chicas engañadas e indefensas se sentían como lo que Romina, Gabrielle o yo podríamos haber pasado de haber nacido en el lugar equivocado.

Quería hacer lo que deseaba que alguien hiciera por mí de estar en aquella situación.

—No puedo ayudarles —dije finalmente—, a menos que estén dispuestas a colaborar.

Petra lucía satisfecha y entendí que era lo que buscaba desde el principio. Miré a Annika.

—No puedo buscar justicia a la muerte de tus amigas —dije sabiendo que era la verdad. No tenía de dónde agarrarme o qué pistas seguir—. Sin embargo, puedo pedir ayuda a un amigo y con el testimonio de una de ustedes sacar a la luz el tráfico de personas y la esclavitud sexual de la que han sido víctimas.

»Con la evidencia de una persona creo que podríamos hacer que pongan bajo investigación el club por todas las chicas que murieron y salieron de aquí.

Si Michael y el Exposal no ayudaban, había muchas maneras de hacer viral aquel tipo de noticia y pensaba encargarme. No tenía idea donde me estaba metiendo, en el camino lo averiguaría.

Petra se adelantó y volvió a presionar el hombro de Annika en gesto de apoyo.

—Tendrás tres testimonios —dijo con seguridad—. Clarisse y yo estamos hartas y ambas sabemos mucho. Annika también está dispuesta a hablar.

Miré a la niña que asistió decidida a pesar del miedo en sus facciones.

—Será peligroso —dije sin tener claros los protocolos a seguir.

—Nosotras llevamos mucho tiempo muertas —dijo Petra con amargura—. La única diferencia con Anette o el resto, es que respiramos.

Las miré por última vez.

Podían matarnos a todos.

Una vez la noticia de tráfico de personas saliera a la luz y con ello la prostitución en los clubes de Dunning, no sería Chicago el revolucionado sino todos los países implicados. Con razón esas muertes estaban tan bien cubiertas, el problema no era el asesino, sino lo que se descubriría si se investigaba demasiado.

Hacer esto era sacar un ticket de solo ida al infierno y estaba dispuesta a hacerlo.

«Ese día fue la primera vez que me dejé llevar por los sentimientos, por lo que causó aquella desdichada niña en mí.

El comienzo de mi debilidad, de como dejé de verlo como un trabajo y se empezó a meter en mi piel como el frío que helaba aquel invierno. Ese fue el día que empezó a importarme lo que hacía.

No era consciente, pero me estaba lanzando al vacío al querer buscar justicia para ellas.

Una vez te lanzas, no hay manera de volver atrás».


_____  _____


Nota de Autora:
Hola!!!

Pues ya sabemos porqué tanto interés en que las muertes quedarán en silencio. Nadie quiere sacar a la luz el trato de personas en el que tantas personas importantes deben estar involucrados.

Sasha, la pobre...

Empieza investigando asesinatos y ahora se mete a sacar a la luz un asunto tan turbio...

¿Qué creen que suceda cuando un nuevo artículo salga denunciando los secretos más oscuros de Chicago?

De momento eso es lo que viene, pero el siguiente capítulo se titula: Maxen Carter...

👉Si tiene alguna teoría loca que insertar déjala por aquí...👈

————
1.Disculpen por los errores, de que tiene que haber varios que no pude ver...

2.No estoy muy segura de si se va entendiendo todo. Tengo terror a cagarla. Por esa razón si hay alguna duda, díganlo. Me ayuda a cuando edite la historia mejorar
————

Nos leemos pronto...

Cuídense mucho...

Beso...

💋

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